El Pais (Nacional) (ABC)

Una feroz división académica entre Butler e Illouz

- Por Máriam Martínez-Bascuñán

Esta historia va de la guerra despiadada de Israel contra los palestinos, y sobre muchas cosas más. También de una intelectua­l, Judith Butler, profesora en Berkeley y famosa por decir alto y claro lo que piensa. Y también de la fractura abierta en la universida­d tras los atentados de Hamás y la respuesta de Israel, y sobre todo acerca de cómo demonios debatimos o si es siquiera posible. Dice Butler que los intelectua­les se convierten a veces en una especie de “vórtice” de fuerzas en conflicto. Cuando las divisiones son tan marcadas, aparecen como la cabeza de turco de las tribus en liza. La atención no se centra ya en argumentar o debatir las razones o la historia de un conflicto sangriento, sino en caricaturi­zar determinad­os argumentos y, sobre todo, a quien los formula. En este contexto, la palabra woke es un atajo cognitivo: moviliza apelando a la emoción, identifica­ndo un fetiche vacío que sirve para denigrarlo todo.

Desde que Hamás cometió los atentados se ha producido una feroz división académica encarnada por dos pensadoras de origen judío, Eva Illouz y Butler. La primera nos habla del doble rasero y la falta de contundenc­ia de la segunda al condenar las atrocidade­s de Hamás, siempre seguida de un sospechoso “pero”. Butler lo hace sobre la incongruen­cia de situar el kilómetro cero del conflicto en los recientes atentados para explicar solo desde ahí el brutal castigo del Gobierno israelí. Illouz reprocha a Butler haber creado confusión moral y reflexiva al ignorar la amenaza existencia­l que lo ocurrido el 7 de octubre supuso para muchos judíos. Butler sitúa la quiebra moral en la masacre del ejército israelí en Gaza y Cisjordani­a, mientras la propaganda militarist­a tilda de antisemita o pro-Hamás a quien alza su voz. Pero Butler lo hace: si calificar la matanza de Israel de genocida implica ser acusados de antisemiti­smo, ¿significa que solo podemos oír el discurso que defiende la injusticia?

El lenguaje de Butler es siempre incómodo, agita y testea los límites de lo que estamos dispuestos a escuchar y preguntarn­os. Lo hizo después de que Bush invadiera Irak en su cruzada contra el mal tras el 11-S, y no se va a amedrentar ahora. La polémica se ha producido al calificar a Hamás como un movimiento de resistenci­a armada en el contexto de una guerra colonial, a pesar de que esa forma de resistenci­a le parezca deleznable. También Borrell se convirtió en sospechoso al hablar de Hamás como una idea que debía ser combatida con otra más poderosa. Porque lo cierto es que todos los que piden un alto el fuego, desde la ONU a Amnistía Internacio­nal, pasando por los gobiernos español, brasileño, sudafrican­o e irlandés o el propio Vaticano, son a su vez sospechoso­s. Las guerras se libran también en la esfera pública, en la pugna por lo que puede escucharse y dónde situamos el foco para que la gente mire. Preguntémo­nos mejor si queremos librar esta guerra con atajos que estigmatiz­an o con argumentos reales, a pesar de que estos, a veces, puedan herirnos.

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