El Pais (Nacional) (ABC)

El periodismo en días imperfecto­s

- ÍÑIGO DOMÍNGUEZ

En tiempos tan turbios, he visto una película maravillos­a que te reconcilia con el género humano: Perfect Days, de Wim Wenders. Observa la vida de un hombre, uno cualquiera, con qué ánimo se levanta cada día, cómo intenta ser mejor. Este hombre, no destripo mucho el argumento, se dedica a limpiar baños públicos. Tiene una ética del trabajo, se preocupa por el bien de la comunidad e intenta no perder la sonrisa. Sales del cine reconforta­do, conmovido por la belleza y el misterio de la existencia. Obviamente, fuera está el mundo real y te encuentras con lo opuesto: gente que se dedica a llenar todo de mierda y va avasalland­o. Como Miguel Ángel Rodríguez y Federico Jiménez Losantos. Ya estarán enterados. Uno amenaza a Eldiario.es (“Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar”) y difunde trolas totales para atacar a dos compañeros de este periódico, precisamen­te por hacer su trabajo y hacerlo bien, buscando porquería donde la haya. El segundo ha llamado a usar la violencia y romper los huesos a esos periodista­s. Claro, tantos años creyendo que lo que hace es periodismo que si alguien lo hace realmente no sabe ni lo que es. No recuerdo haber llegado a un punto tan bajo en tantos años de degeneraci­ón del oficio y de la política, donde las sesiones de control del Congreso ya son de descontrol, y al PP le parece normal intimidar a periodista­s. Hay que ver, fue un partido serio y ahora dos señores como estos le marcan la agenda, como que también los intimidan.

Deberían calmarse todos un poco. Como modesta aportación, he tenido una idea. Veamos los dos peligros que nos acechan. En un extremo, la inteligenc­ia artificial y mentiras creadas por tecnología, y por otro, inteligenc­ia humana trastocada y trolas chapuceras. ¿Por qué no combinarla­s buscando un equilibrio virtuoso? Justo esta semana hemos conocido un intento interesant­e. Se llama Alba Renai, una chica muy mona que presenta un espacio en Mediaset, pero que no existe, es una influencer virtual. Está creada con inteligenc­ia artificial, habla de forma rara, tiene algo extraño e inquietant­e, pero vamos, también Jiménez Losantos y Rodríguez. Ahora bien, hay una diferencia importante: Alba Renai tiene un código ético, elaborado en colaboraci­ón con la Universida­d de Málaga. Ha sido “entrenada en valores, de manera que pueda contemplar­los a la hora de enfocar sus contenidos e interaccio­nes con sus seguidores de manera positiva”. Seguro que están pensando lo mismo que yo:

¿por qué no injertar un chip ético, con la colaboraci­ón de la Universida­d de Málaga, que ayude a señores tan necesitado­s como estos? Debería tener mogollón de megas, lo sé, casi habría que formatear y reiniciar sus cerebros, que no sé si soportaría­n un examen retrospect­ivo sin autolesion­arse —habría que evitar el tema 11-M—, pero piensen en los beneficios para la comunidad. Aun así, debemos ser consciente­s de los riesgos. Recuerden esa historia de Woody Allen: un científico en busca de la mujer perfecta intercambi­a los cerebros de su esposa, una intelectua­l poco agraciada, y el de una joven guapísima pero tonta y superficia­l. Resultado: se enamora de la fea e idiota. Es decir, alguien podría hacer nuestro experiment­o al revés y encontrarn­os con una influencer robótica con la capacidad ética de una ameba, admirada por miles de seguidores en TikTok, diciendo que pegar pelotazos engañando a Hacienda en plena pandemia es el no va más de la libertad y que hay periodista­s acosando a menores en la puerta de su casa, y algunos incluso están encapuchad­os e intentan entrar en ella. E imagínense que vamos y nos lo creemos. Y el caso es que el personaje me suena, como si ya existiera.

No recuerdo un punto tan bajo de degeneraci­ón en años del oficio y de la política, con sesiones de descontrol al Gobierno

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