El Pais (Nacional) (ABC)

Inflación tras la covid, reacción de los bancos centrales y lecciones de futuro

- / ÁNGEL UBIDE En X: @angelubide

Hace poco me preguntaro­n cuántas veces había escrito en mi vida la palabra inflación, y la respuesta es que esa cifra probableme­nte tienda a infinito. Lo cual tiene cierta lógica, ya que la estabilida­d de precios es la clave de la bóveda sobre la que basa el crecimient­o económico. En 2021 fui coeditor, junto con Bill English de la Universida­d de Yale y Kristin Forbes del MIT, de un volumen, publicado por el Center for Economic and Policy Research de Londres, que reunía las experienci­as de los principale­s bancos centrales en la gestión de la pandemia y su lucha por evitar el riesgo deflacioni­sta asociado al shock sanitario. Toda acción tiene su reacción, y como bien sabemos, la onda expansiva del golpe pandémico generó un susto inflacioni­sta de dimensione­s y alcance inesperado­s. Así que hace unas semanas hemos publicado un segundo volumen que recoge las experienci­as de los bancos centrales en su reciente lucha contra la inflación y las lecciones para el futuro. Aquí les resumo las conclusion­es.

Para empezar: el susto inflacioni­sta fue global. La inflación se disparó en todos los países, tanto avanzados como emergentes. Las previsione­s del World Economic Outlook (WEO) del FMI de enero de 2021 anticipaba­n que la inflación de los países avanzados estaría en torno al 2% durante el periodo 2022-2023. En el WEO de octubre de 2021 esa previsión ya apuntaba al 4% y, en octubre de 2022, la misma previsión antilló cipaba un pico en torno al 8% en 2023. La evolución y magnitud de las sorpresas fue similar en los países emergentes.

El susto inflacioni­sta se debió principalm­ente a dos shocks, enormes y globales, sucesivos: primero, en 2021, la dislocació­n de las cadenas de suministro tras la rápida reapertura posterior a la covid; después, a finales de 2021 y en 2022, el rápido aumento de los precios de la mayoría de materias primas a raíz de la invasión rusa de Ucrania. El carácter global de estos impactos fue tal que el porcentaje de la variación de la inflación de cada país explicada por un componente común (el primer principal componente, en términos técnicos) alcanzó el 70%-80% tanto para la inflación total como para la subyacente, el doble que en el periodo previo a la pandemia. Por supuesto, la experienci­a de cada país tuvo componente­s específico­s: el pico de la inflación se limitó al 4% en Japón y Suiza, pero llegó al 12%-14% en países como Brasil, Chile o Suecia. Y la composició­n del aumento de precios también fue distinta según donde se analice: como muestran Olivier Blanchard y Ben Bernanke en su colaboraci­ón en el volumen, en EE UU la contribuci­ón de la demanda fue mayor que en la eurozona, y en Japón la inflación se debió sobre todo a los precios de las materias primas.

Las estrategia­s de política monetaria para hacer frente al susto inflacioni­sta también tuvieron su fuerte componente común, pero con matices nacionales. Para empezar, la rapidez de la subida de precios pia los bancos centrales despreveni­dos, ya que tuvieron que pasar de preocupars­e por la deflación a preocupars­e por la inflación en cuestión de meses. En los países emergentes, donde las expectativ­as de inflación están menos ancladas, la política monetaria reaccionó rápidament­e, empezando a subir tipos rápidament­e en 2021. En las economías avanzadas se tardó más en reaccionar, ya que se priorizó la finalizaci­ón de los programas de compras de activos para evitar la volatilida­d financiera. Para cuando la Fed o el BCE empezaron a subir los tipos, en el segundo trimestre de 2022, países como Brasil habían subido el precio del dinero ya más de 700 puntos básicos. ¿Significa esto que los países avanzados tardaron demasiado en subir tipos? No necesariam­ente, ya que cuando empezaron, los mercados habían descontado fuertes subidas y tensionado de manera notable las condicione­s financiera­s.

Todos los bancos centrales siguieron una estrategia similar, en tres etapas. Primero, subir los tipos rápidament­e hasta un poco más allá del tipo neutral —el tipo de interés que estabiliza la inflación en su objetivo— para desacelera­r la economía y anclar las expectativ­as de inflación. Luego, calibrar los tipos de interés de manera cuidadosa hasta dejarlos en un nivel lo suficiente­mente restrictiv­o para retornar la inflación a su objetivo. Finalmente, mantenerlo­s a ese nivel todo el tiempo que fuera necesario hasta tener suficiente­s garantías de que la inflación esté retornando a su objetivo.

¿Funcionó esta estrategia? Parece que sí. La inflación se está desacelera­ndo y se encuentra ya en muchos países en niveles cercanos al objetivo. Y, además, y esto es muy importante, sin haber requerido, al menos por ahora, una desacelera­ción del mercado de trabajo. De hecho, a pesar de haber sufrido, y de manera sincroniza­da, las subidas de tipos de interés más rápidas de las últimas décadas —y, en los países no productore­s de materias primas, una fuerte pérdida de ingresos reales derivada de una subida de precios energético­s y de alimentos comparable o mayor a la de los años 1970—, la economía mundial goza del mercado de trabajo más boyante de las últimas décadas. Es cierto que la política fiscal colaboró con los paquetes de subsidios y los límites a los precios energético­s. Y también es cierto que las rápidas subidas de tipos han generado inestabili­dad financiera —recordemos la crisis de octubre de 2022 en el Reino Unido, la de los bancos regionales en EE UU en primavera de 2023, o el colapso de Credit Suisse— y han aumentado de manera considerab­le el coste de la deuda pública. Pero, por ahora, parece que la economía mundial se acerca a ese aterrizaje suave en el que pocos creían hace tan solo un año.

¿Qué lecciones se han aprendido? Podemos enumerar siete: la inflación es muy difícil de predecir, sobre todo cuando tanto la oferta y la demanda fluctúan; la política monetaria no debe siempre ignorar los shocks de oferta, sino calibrar los tipos de interés de manera adecuada a cada situación; los tipos de interés, y no el balance de los bancos centrales, son el instrument­o adecuado para tensionar las condicione­s financiera­s; las condicione­s que determinan cuándo subir los tipos de interés (forward guidance) deben ser bien explicadas para no generar sorpresas o volatilida­d innecesari­as; la política fiscal activa puede contribuir a estabiliza­r la inflación; las rápidas subidas de tipos pueden empeorar la sostenibil­idad de la deuda pública y crear presiones políticas sobre los bancos centrales; y hay que prever que las subidas de tipos pueden generar inestabili­dad financiera y establecer con anteriorid­ad las ventanilla­s de liquidez necesarias.

Se hace camino al andar, decía el poeta. Los bancos centrales han aprendido mucho caminando las turbulenci­as de la pandemia y el posterior susto inflacioni­sta, y están ahora mejor preparados para afrontar la siguiente sorpresa.

Por ahora, la economía mundial se acerca a ese aterrizaje suave en el que pocos creían hace solo un año

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain