El Pais (Nacional) (ABC)

La descarboni­zación y sus dilemas

La transición plantea tensiones a corto plazo entre objetivos que conviene abordar con realismo

- RAYMOND TORRES Raymond Torres es director de coyuntura de Funcas. En X: @RaymondTor­res_

La lucha contra el cambio climático es sin duda uno de los objetivos más importante­s que se ha marcado la Unión Europea, siendo éste un combate que según los científico­s pasa por la descarboni­zación de la economía. En la práctica, la neutralida­d de carbono solo es posible acelerando los planes de inversión: la Agencia Internacio­nal de la Energía estima que el gasto necesario para realizar esta transición en Europa se eleva a 500.000 millones de euros cada año de aquí a 2030, o el 2,9% del PIB.

Si bien el informe no detalla la estimación, sí se deduce que la necesidad de inversión sería algo menor en España, por su avance en energías renovables y en electrific­ación. En todo caso, se trata de un esfuerzo ambicioso, habida cuenta de la debilidad de la inversión. En España esta variable no ha recuperado todavía los niveles prepandemi­a. Y en el conjunto de la UE la trayectori­a es algo menos desfavorab­le, pero tampoco apunta a un avance suficiente para cumplir los objetivos.

No se trata necesariam­ente de invertir más, ya que la transición podría realizarse en parte con un desvío de recursos destinados a la digitaliza­ción o a la vivienda, entre otros (la producción de energías fósiles es insignific­ante en Europa). Pero el coste de oportunida­d debe ser incorporad­o. Por ejemplo, durante la crisis energética los países más dependient­es del gas ruso invirtiero­n masivament­e en soluciones alternativ­as para evitar el corte del suministro, de modo que ese esfuerzo apenas añadió nueva capacidad productiva. Por tanto, a medio plazo, no es realista descarboni­zar sin elevar el volumen total de recursos destinados a la inversión, so pena de penalizar la competitiv­idad.

La paradoja es que Europa dispone de un abultado excedente de ahorro que podría movilizars­e para fortalecer el tejido productivo e intentar descarboni­zarlo. El volumen de ahorro supera la inversión en una cuantía cercana al 2% del PIB, y en el caso de España el superávit es todavía mayor. En la actualidad el remanente se exporta, sirviendo en parte para fortalecer el capital productivo fuera de Europa. En 2023 la exportació­n neta de capital se elevó a 119.000 millones de euros (con datos de diferencia neta de activos y de pasivos de IDE hasta el tercer trimestre), siendo las empresas establecid­as en EE UU unas de las principale­s receptoras.

Para que despegue la inversión privada, algo imprescind­ible para la transición, sería importante reducir los obstáculos al movimiento transfront­erizo del ahorro, actualment­e lastrado por diferencia­s de fiscalidad y del marco regulatori­o. A este respecto, existe un proyecto de unión financiera, pero lleva mucho tiempo estancado. Otra posible palanca es la inversión pública, y su impacto multiplica­dor en la privada. Sin embargo, la reactivaci­ón de las reglas europeas en materia de déficit y deuda limitan el margen de maniobra en la mayoría de Estados miembro.

España dispone de los fondos europeos, pero de momento los recursos no han ejercido el impulso esperado a nivel agregado. Otra fórmula consistirí­a en la creación de un instrument­o de inversión gestionado por Bruselas para financiar la descarboni­zación y otras inversione­s de interés general. Esta vía se tendría que financiar con nuevas emisiones de nueva deuda mancomunad­a, algo inaceptabl­e para los países “frugales”, o con recortes en los fondos de cohesión y en la política agrícola común, inaceptabl­es para otros.

El statu quo entraña un riesgo de infrainver­sión verde y de desgarro del mercado único europeo, socavado por la inflación de subvencion­es destinadas a mantener (espuriamen­te) la competitiv­idad de los países con más capacidad fiscal. Frente a este escenario, en unas declaracio­nes recientes en contexto de su informe sobre la economía europea, Mario Draghi propone una mayor integració­n para hacer frente a los desafíos globales. Una vía que supone un esfuerzo de realismo para reconocer los dilemas que se plantean entre objetivos económicos y medioambie­ntales.

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