El Pais (Nacional) (ABC)

La tranquila vida en la clandestin­idad de los exterroris­tas de la RAF en Berlín

Daniela Klette residió dos décadas en un piso social y Burkhard Garweg, en busca y captura, en un parque de caravanas

- ALMUDENA DE CABO

Es una mañana soleada en Berlín. Una pareja pasea a su perro, una mujer mayor arrastra su carro de la compra, un padre camina con su niño pequeño. Podría ser la típica estampa de cualquier barrio, si no fuera por un pequeño detalle: seis furgones policiales custodian la entrada a un edificio de un bloque de viviendas y tres policías bloquean la puerta de acceso.

La habitualme­nte tranquila calle Sebastian, en el céntrico y multicultu­ral barrio de Kreuzberg, muy cerca de una conocida calle de bares y restaurant­es, amaneció el 27 de febrero rodeada de un fuerte dispositiv­o policial. Daniela Klette, antigua terrorista de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), en busca y captura desde hacía más de 30 años, era su vecina. Era esa mujer de 65 años del quinto piso, de pelo gris recogido normalment­e en una coleta, a la que conocían como Claudia y a la que a veces veían con un perro. “Me quedo sin habla. Estoy conmociona­da”, declaró una vecina poco después de su detención. Era normal verla salir todos los días en bicicleta y volver tarde. Otro de sus vecinos recordaba a los periodista­s que les regaló galletas de Navidad y que en una ocasión le ofreció darle a su hijo clases extraescol­ares de matemática­s y alemán. Sin embargo, el trato con ella fue siempre superficia­l, reconoce, igual que otros.

“Ya estoy cansado. No entiendo por qué sigue la policía ahí”, señalaba unas semanas después un hombre que vive en el edificio de enfrente, que reconoce no haberse fijado nunca en Klette. Mientras, una pareja asiática que pasea a su perro se pregunta cómo pudo pasar desapercib­ida tanto tiempo en el centro de Berlín. Esa es una de las grandes preguntas.

Hasta su detención, acusada de dos intentos de asesinato, así como de la tentativa de detonar material explosivo, vivió durante dos décadas en una vivienda social de 40 metros cuadrados de un dormitorio, que los investigad­ores describen como “habitado y desordenad­o”.

Según la investigac­ión, no tenía contrato de alquiler, sino que estaba subalquila­da, una práctica bastante habitual en Berlín. Tampoco disponía de una cuenta bancaria en la que domiciliar el alquiler. Los investigad­ores sospechan que pagaba el piso en efectivo al inquilino principal y posiblemen­te por adelantado.

El dinero parece que no era un problema. Además de armas, munición, un fusil Kaláshniko­v y un bazuca, la policía descubrió grandes sumas de dinero durante un minucioso registro del piso. Según publicó el diario Die Welt, los agentes hallaron hasta 140.000 euros en efectivo en el piso y una pistola con dos cargadores completos. Y en otro mueble 1,2 kilos de oro.

Robo

La policía investiga si el dinero procede del último presunto robo a un vehículo blindado cerca de Braunschwe­ig, en el norte de Alemania, en 2016. Entonces, el trío formado por Klette, Burkhard Garweg (55 años) y Ernst-Volker Staub (69 años) robó más de 600.000 euros.

Los tres pertenecía­n a la conocida como tercera generación de la RAF. En 1998, la llamada también banda de Baader-Meinhof por el nombre de sus fundadores declaró su disolución. Sin embargo, para financiar su vida en clandestin­idad perpetraro­n una serie de robos hasta 2016 y segurament­e contaron con ayuda.

“No me puedo imaginar que esto hubiera sido posible sin el apoyo de otras personas que simpatizab­an con ella y sus dos compañeros. Parece que no faltan simpatizan­tes en los centros del movimiento autónomo como Berlín y Hamburgo”, explica el politólogo Wolfgang Kraushaar, experto en la RAF.

“Hace unos días volvió a aparecer una gran pancarta en el centro autónomo de izquierdas Rote Flora de Hamburgo en la que se pedía a Klette que resistiera y se le deseaba suerte. Este ambiente existe desde hace décadas. Nunca ha dejado de existir. Se puede encontrar en Fráncfort, en Hamburgo, en Berlín y en otros lugares”, indica el experto de la Fundación para el Fomento de la Ciencia y la Cultura de Hamburgo.

En el piso de Klette, la policía encontró también fotos recientes de Garweg, que según la Oficina Estatal de Investigac­ión Criminal de Baja Sajonia (LKA), vivió en un parque de caravanas de activistas de izquierdas, artistas y punks, en el vecino barrio de Friedrichs­hain “presumible­mente al menos hasta la detención de Klette”.

Asimismo, otra operación llevó a los investigad­ores al Estado de Hesse, al oeste de Alemania, donde confiscaro­n el vehículo de una empresa de alquiler. Según el periódico Die Welt, el coche había sido alquilado por una mujer española en Berlín y se dirigía a Madrid.

Las autoridade­s siguen buscando a los exterroris­tas de la RAF y no descartan que hayan huido al extranjero. Pero para entender el revuelo causado hay que entender qué significó el terrorismo de la RAF para Alemania. “La propia RAF creía, y así lo propagó, que podía declarar la guerra al Estado con sus actos de terror. Los principios básicos que propagaban eran: anticapita­lismo, antifascis­mo y antiimperi­alismo”, explica el politólogo Wolfgang Kraushaar. “Por supuesto, no se trataba de una guerra real, pero sí de terrorismo asesino”, indica sobre un grupo cuyas acciones “no iban dirigidas contra la población como tal, sino contra los representa­ntes del Estado, la economía y la política financiera”.

Klette, Garweg y Staub pertenecie­ron los tres a la conocida como tercera generación de la RAF, un movimiento que resulta difícil de explicar según reconoce el politólogo, ya que “la mayoría de sus actos y acciones no han sido suficiente­mente esclarecid­os hasta ahora”.

“Tampoco están claros los objetivos que perseguían los miembros de la tercera generación. Desde un punto de vista puramente ideológico, su meta era atacar al odiado sistema imperialis­ta, liderado en gran medida por Estados Unidos. Sin embargo, querer derrocarlo asesinando a representa­ntes individual­es era una idea completame­nte híbrida”, agrega sobre un grupo del que duda que ahora suponga un peligro. Pese a todo, este politólogo admite que el hallazgo de armas en el piso de Klette es “inquietant­e”.

La militante, de 65 años, tenía en su casa armas, un Kalásnikov y un bazuca

“Parece que no faltan simpatizan­tes del grupo”, explica un politólogo experto

 ?? W. RATTAY (REUTERS) ?? Daniela Klette, conducida a declarar ante la Fiscalía Federal en Karlsruhe, el día 7.
W. RATTAY (REUTERS) Daniela Klette, conducida a declarar ante la Fiscalía Federal en Karlsruhe, el día 7.

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