Un ‘velázquez’ pintado con inteligencia artificial
Fernando Sánchez Castillo utiliza la tecnología a partir de una descripción y un boceto para revelar el aspecto que pudo tener ‘La expulsión de los moriscos’, destruido en el incendio del Alcázar de Madrid
Dentro de una década se cumplirán tres siglos de uno de esos sucesos que cambian la historia de un país. Desde la Nochebuena de 1734 y durante cuatro días un incendió asoló el Alcázar de Madrid (donde hoy se levanta el Palacio Real) y se perdieron unas 500 obras. Las telas que se carbonizaron hacen llorar a cualquier amante de la pintura: Ribera, Tiziano, El Greco, Giordano, Rafael, Rubens, Leonardo (seguramente una copia u obra de taller), Tintoretto y, sobre todo, La expulsión de los moriscos
(1627) de Velázquez. Sus Meninas
se salvaron porque fueron arrojadas por una ventana; otros lienzos de gran tamaño pudieron ser cortados con un cuchillo y rescatados. Otros se calcinaron. Sobrevivieron 1.308 cuadros, como calculó el historiador Alfonso Pérez Sánchez, director del Museo del Prado de 1983 a 1991.
Casi 300 años más tarde, Fernando Sánchez Castillo ha utilizado la inteligencia artificial (IA) generativa para reimaginar el velázquez perdido. El resultado es un vídeo de algo más de cuatro minutos (La expulsión de los moriscos, 2023) cuyo arranque simula humedades y quemaduras. El artista no ha partido de cero. Esta tecnología exige datos. El lienzo muestra a Felipe III desterrando a la población morisca (1609-1614) de todos los reinos de España. Unas 250.000 personas abandonaron el país. “Este nuevo fanatismo español reforzó de una manera convincente la leyenda negra, pues Felipe III, contra todas las reglas del buen gobierno, expulsaba a una población industriosa”, escribió el hispanista John Elliott. Es el primer cuadro —apunta Sánchez Castillo— que habla de “dos Españas” y de “islamofobia”.
Pero la IA sin información resulta inerte. Exige, primero, palabras. Por suerte, poco antes de su destrucción, el historiador y artista Antonio Palomino (16551726) describió el lienzo. “Vemos al señor Rey Felipe Tercero armado, y con el bastón en la mano señalando a una tropa de hombres mujeres y niños, que llorosos, van conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros, y un pedazo de marina, con algunas embarcaciones para transportarlos. A la mano de la derecha del Rey está España, representada en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio, en la diestra mano tiene un escudo, y unos dardos, en la siniestra unas espigas, armada a lo romano, y a sus pies hay una inscripción [en latín] en un zócalo”.
Hacía falta otro golpe de fortuna. Algo similar a una imagen real con la que “alimentar” la IA. En 1988 el experto en arte español William B. Jordan, en el catálogo de la casa de subastas Philips de Londres, encontró una ilustración en blanco y negro de un cuadro identificado como Retrato de caballero, en busto, con alta gola, atribuido al círculo de Justus Sustermans (1597-1681), pintor flamenco de segundo orden. El lienzo (45,5 x 37 cm) había sido agrandado pegándole otro y el retratado era Felipe III. Tanto el Kimbell Art Museum (Fort Worth, Texas, Estados Unidos) como el Prado, una vez restaurado, no tenían dudas: era un boceto de Velázquez para La expulsión.
El cuadro fue donado en 2016 a la pinacoteca madrileña por Jordan. Habían pasado 28 años desde su descubrimiento. Y bastantes más desde que en 1627 Felipe IV ordenó una competición entre el sevillano y sus celosos rivales de la Corte para pintar un gran cuadro que representase la expulsión de los moriscos. Los contendientes eran Vicente Carducho (1563-1638), Eugenio Cajés (1577-1634) y Angelo Nardi (1584-1660). El rey creó un jurado independiente con el dominico Juan Bautista Maíno (1581-1649) y el arquitecto y pintor Giovanni Battista Crescenzi (1577-1635). Todos presentaron esbozos, es lo más probable, al óleo. Ganó Velázquez, quien demostró que sabía pintar más que “una cabeza”, como insinuaban sus detractores. Tras la victoria fue nombrado pintor de cámara por Felipe IV.
Ese es el pasado. En el presente, las teselas iban completando el mosaico. Sánchez Castillo recurrió al texto de Palomino, al bosquejo al óleo que Velázquez pensaba usar como punto de partida en un lienzo de 335 x 274 cm, que colgaría en la Sala de los Espejos, a la IA, y a la ayuda de Paula García, 25 años, quien prepara, en la Universidad Complutense de Madrid, su tesis sobre la IA aplicada a la escultura contemporánea.
La paleta del siglo XXI mezcla tiempo y tecnología. Han empleado más de 100 horas para obtener la imagen que ilustra este artículo. El 80% del resultado corresponde a “creación artística” y un “20%” a IA. “Frente a la inteligencia artificial siempre queda la sospecha natural”, defiende el artista.
La IA contribuye pero también se equivoca. Empezaron a trabajar con MidJourney, un sistema que transforma palabras en imágenes. El sistema de comunicación, o sea, la voz que pregunta, se denomina prompt: una instrucción —en forma de texto o imagen, que se proporciona a un modelo de lenguaje basado en IA— con el fin de generar respuestas coherentes. “Cuanta mayor precisión en el prompt, mejor funciona. Exige mucho tiempo, paciencia, ir hacia adelante, regresar, consultar imágenes en internet, volver; avanzar”, asume García, licenciada en Bellas Artes por la Complutense y especializada en diseño de videojuegos. “Los elementos más complejos han sido los escalones, las cortinas, las manos (una suya y otra del artista) de Felipe III y sobre todo la arquitectura”, comenta. Una vez recreados había que encajar las imágenes. Usaron la última versión de Adobe Photoshop porque incorpora IA. La opción se llama “relleno generativo” y permite unir diferentes imágenes sin que se aprecien las costuras. La ventaja de esta tecnología la sintetiza con otra imagen: “Es como tener un ejército de becarios”.
El Ministerio de Cultura se ha comprometido a no premiar o contratar obras creadas íntegramente con IA. Quizá sea cuestión de porcentajes. Tefaf —la feria de arte antiguo más importante del mundo— prohíbe exhibir piezas con más de un 30% de restauración. Una paradoja interesante. Jamás se hubiera podido vender allí el Salvator Mundi (atribuido al taller de Leonardo da Vinci, con participación del genio) por 414 millones de euros. Cuestión de inteligencia, pero no artificial.
“Frente a estos sistemas de generación, siempre queda la sospecha natural” Fernando Sánchez Castillo
Artista
El 80% del resultado es creación artística y el 20% trabajo de la IA, según el autor
Hicieron falta más de 100 horas para obtener la imagen final de la obra