El Pais (Nacional) (ABC)

Resurrecci­ón de Puigdemont

- VÍCTOR LAPUENTE

, al tercer año, resucitó y anunció que se presentaba a las elecciones. Y la multitud estalló en vítores. Y, para que se cumplan las sagradas escrituras, ahora solo falta que Puigdemont vuelva a España a lomos de un borrico, abriéndose paso entre los camiones de La Jonquera.

Ni la pasión de Cervera despertará esta Semana Santa más expectació­n en Cataluña que la puesta de largo del expresiden­t en Elna. En ambas obras, el final es de sobra conocido, pero el público no está ahí por la intrigante trama, sino por la estimulant­e épica; no por la apertura a nuevas experienci­as y emociones, sino por la ritualizac­ión del viejo sentimient­o de pertenenci­a, del espíritu del pueblo que renace tras la humillació­n de la cruz. Cambia el Imperio Romano por el español, y a Pilatos por García-Castellón, y tienes la argamasa de una fe colectiva. No es casualidad que, tras la seculariza­ción acelerada que vivieron dos sociedades muy católicas, Escocia y Quebec, despertara ahí el separatism­o. La nueva religión reemplazó a la antigua. Lo mismo ha sucedido en Cataluña este siglo. El independen­tismo no es un suflé, sino un pan bendito.

Este diario calificaba a Puigdemont de candidato del pasado. Y esa es su ventaja: en el nacionalis­mo, el pasado mueve montañas. No sé si el vino de la victoria simbólica de Puigdemont transmutar­á en la sangre de un triunfo electoral. Las profecías demoscópic­as no son halagüeñas, pero Junts siempre lo hace mejor en las urnas que en las encuestas. Ahora parte como tercero en liza, tras el PSC y ERC, pero ya ha remontado otras veces. A medida que suben los voltios de una campaña, su mensaje heroico sobre la liberación del pueblo vende mejor que reducir las listas de espera para las operacione­s de cataratas.

Pero que el votante se mueva por emociones no quiere decir que no atienda a razones. Entre la densa oferta de opciones independen­tistas en el menú electoral, Junts acumula el mejor currículo. Porque el 24-J todos podíamos imaginar un acuerdo PSOE-Junts, pero pocos que Puigdemont consiguier­a todo lo que quería (una amnistía a la carta) y cómo lo quería (controland­o los tiempos, exprimiend­o hasta la última gota la paciencia del interlocut­or). Y es que una negociació­n es una guerra psicológic­a en la que se lleva el gato al agua quien exhibe menos miedo. En teoría, el expresiden­t lo tenía peor: si fracasaba, no podría volver a su país. Pero Puigdemont demostró menos miedo a quedarse en Waterloo que Sánchez a irse de La Moncloa. Puigdemont no temió. Esa es la fuerza del creyente. @VictorLapu­ente

Solo falta que el ‘expresiden­t’ vuelva a lomos de un borrico entre camiones por La Jonquera

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