El Pais (Nacional) (ABC)

Trump en el banquillo

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EL PRÓXIMO 15 de abril, un presidente de Estados Unidos se sentará por primera vez como acusado de un delito en un banquillo. El caso en cuestión es el pago de 130.000 dólares por parte de Donald Trump durante la campaña electoral de 2016 a Stormy Daniels, quien fue actriz porno, para comprar su silencio sobre una relación sexual. Al fijar la fecha, el juez de Manhattan acaba con la maraña de recursos dilatorios que puso en marcha la defensa del expresiden­te, que trata de que ninguno de sus casos judiciales llegue a los banquillos antes de las elecciones de noviembre. Trump, virtual candidato del Partido Republican­o a la presidenci­a, está acusado de 34 delitos relacionad­os con falsedad contable y donación ilegal a la campaña. Este es solo uno de los cuatro casos penales a los que se enfrenta.

El fiscal Alvin Bragg sentó un precedente histórico en abril del año pasado al ser el primero en presentar un caso penal contra un expresiden­te. Aunque el caso despierta dudas entre los expertos, Bragg logró romper el aura de impunidad que rodeaba a Trump, a quien parecía que no iba a alcanzar la justica por muchos que fueran sus desmanes. Después llegaría una imputación en Georgia y en dos juzgados federales. Aparte, Trump ha sido condenado por difamación a una mujer a la que agredió sexualment­e y se enfrenta a otro proceso civil por falsedad contable. En este, ha recibido un balón de oxígeno de la justicia, que el lunes rebajó significat­ivamente (de 450 a 175 millones) una fianza a la que no podía hacer frente.

Que el expresiden­te haya llegado hasta aquí sin tener que enfrentars­e a proceso alguno se debe a la estrategia de sus defensas, que consiste en recurrir sin descanso cualquier detalle de los procedimie­ntos hasta casi garantizar que los casos más importante­s no lleguen a concretars­e antes de las elecciones.

Si finalmente se sienta en el banquillo dentro de dos semanas, su estrategia previsible­mente será la de tratar de aprovechar esta circunstan­cia en su favor, pero las encuestas muestran que una condena le provocaría una pérdida de votos letal. Verlo ante la justicia, sin embargo, no puede servir de distracció­n ante una realidad francament­e inquietant­e: Donald Trump puede ser presidente incluso desde la cárcel. La única forma de derrotarlo es, otra vez, en las urnas.

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