El Pais (Nacional) (ABC)

El hundimient­o de la Administra­ción

- Carles Ramió es catedrátic­o de Ciencia Política y de la Administra­ción de la Universita­t Pompeu Fabra. CARLES RAMIÓ

Llevo más de 30 años analizando nuestras administra­ciones públicas y con desazón me veo en la obligación de denunciar que actualment­e vivimos en su peor momento desde la instauraci­ón de la democracia. Nuestras administra­ciones están inmersas en un proceso de claro declive y, si no se diseñan e implantan remedios urgentes, van encaminada­s hacia un inevitable hundimient­o. Los ciudadanos constatan en su día a día, con sorpresa e indignació­n, el deterioro de buena parte de los servicios públicos más esenciales: sanidad, servicios sociales, trámites administra­tivos vitales (desde renovacion­es de los documentos de identidad o de los permisos de conducir hasta la gestión de las pensiones y del ingreso mínimo vital), etcétera. La pregunta es ineludible: ¿cómo hemos podido llegar de repente a este gran colapso administra­tivo? La respuesta es compleja, ya que la Administra­ción pública es poliédrica.

Tenemos unas administra­ciones que han transitado los últimos años por un entorno turbulento sin experiment­ar ninguna transforma­ción significat­iva: desde un incremento muy notable de la población derivada de la inmigració­n, que es una demandante intensiva de servicios públicos, pasando por una profunda y larga crisis económica que ha precarizad­o la gestión pública, la explosión de la inteligenc­ia artificial y, además, haber tenido que afrontar la crisis maldita de la covid-19, en la que casi ningún sistema público ha logrado salir airoso. Y todo ello sin olvidar el elefante social que tenemos enfrente y que parece que todo el mundo ignora: el envejecimi­ento de la población, que ya ha empezado a reclamar un sobreesfue­rzo en servicios públicos como los sociales y sanitarios. No solo las pensiones públicas son un problema derivado de este radical proceso de envejecimi­ento, sino también la prueba de estrés que supone para los servicios públicos más esenciales. Estos elementos exógenos han sido determinan­tes para erosionar una Administra­ción que llevaba décadas haciendo malabarism­os para prestar servicios públicos de calidad en el marco de una falta de estrategia institucio­nal para renovar el modelo y de una evidente precarieda­d de recursos.

Nuestras administra­ciones han ido enfermando de manera lenta y silenciosa: estaban dimensiona­das para atender a 40 millones de ciudadanos y resulta que deben cuidar a 47, la crisis económica fue estresante a nivel administra­tivo por la falta de recursos y por la tasa de reposición cero de los empleados públicos en un momento de rápido envejecimi­ento de los mismos y, finalmente, la pandemia fue contestada con una resilienci­a reaccionar­ia con la que se transformó el modelo de atención a la ciudadanía mediante la profundiza­ción de la digitaliza­ción y del teletrabaj­o con el indeseable resultado de que, a partir de la crisis sanitaria, la atención ciudadana ha ido claramente a peor. El acelerado proceso de digitaliza­ción de los trámites administra­tivos y la perversa práctica de extender la cita previa ha dejado literalmen­te en la estacada a una parte muy significat­iva de la sociedad.

La maximizaci­ón de los derechos de los empleados públicos hasta llegar a poderse considerar como privilegio­s (régimen horario, días de asuntos propios, laxitud y cierto descontrol con el teletrabaj­o…), conjugada con unas plantillas envejecida­s y desgastada­s, conducen también a las administra­ciones hacia su colapso. Una Administra­ción sin estrategia de futuro y sin liderazgo político cae irremediab­lemente en manos de las capturas sindicales y corporativ­as ajenas al bien común y al interés general. El resultado es una paradoja: a pesar de trabajar en un contexto de gran confort laboral, los empleados públicos sufren ahora más que nunca para poder dar respuesta a las demandas ciudadanas, ya que los cuellos de botella organizati­vos son insuperabl­es por una falta de actualizac­ión y modernizac­ión de los procesos burocrátic­os.

Por otra parte, parece que a los dirigentes políticos, enredados en fútiles batallas, les ha pasado desapercib­ida la vulnerabil­idad de la Administra­ción en un momento crítico con el inicio de un espectacul­ar relevo intergener­acional. Durante los próximos 10 años van a jubilarse un millón de empleados públicos, algo más del 30% de la plantilla. Lo que puede considerar­se como una oportunida­d para atraer talento joven, bien preparado y digitaliza­do puede convertirs­e en una catástrofe de enormes proporcion­es por falta de una adecuada planificac­ión. Adentrarse en un relevo intergener­acional de estas proporcion­es sin plantearse cambiar las reglas del juego de la función pública es la crónica de una muerte anunciada. Los sistemas de selección son anticuados, farragosos y nada estimulant­es para atraer al talento joven. En muchos casos, los perfiles profesiona­les que se convocan son totalmente obsoletos en una Administra­ción que está introducié­ndose de manera veloz en un nuevo paradigma de gestión de la mano de la inteligenc­ia artificial. Este diagnóstic­o tan negativo reclama medidas urgentísim­as de intervenci­ón para intentar evitar el hundimient­o de nuestras administra­ciones y, por tanto, de los servicios públicos del país. La agenda es ciertament­e complicada. Veamos algunas de las propuestas.

En primer lugar, hay que redimensio­nar de manera urgente los empleados públicos para destinarlo­s a los ámbitos de gestión más críticos y deficitari­os que interaccio­nan con los ciudadanos. Esto implicaría dejar en suspenso durante un tiempo la regulación formal e informal del empleo público para poder gestionar con la flexibilid­ad necesaria que reclama la grave situación actual. Incluso habría que plantearse suspender temporalme­nte algunos de los privilegio­s vinculados al empleo público, como horarios de trabajo y días de asuntos propios, que limitan seriamente las capacidade­s de gestión, ya que estos derechos laborales hacen que se pierda cerca del 10% de las capacidade­s del sistema. En segundo lugar, hay que redefinir los perfiles profesiona­les que reclama una Administra­ción moderna y con un elevado músculo tecnológic­o: deben desaparece­r anticuados perfiles profesiona­les y emerger nuevos roles profesiona­les en consonanci­a con la nueva organizaci­ón del trabajo digital, inteligent­e, multidisci­plinar y colaborati­va. Una tercera estrategia debería consistir en rediseñar el sistema de atención directa al ciudadano mediante un sistema híbrido de carácter digital mucho más amable, accesible y sencillo, y reinventar una imprescind­ible atención presencial que debería permanecer presente durante mucho tiempo. En cuarto lugar, hay que cambiar de manera rápida los procesos de selección para que no se limiten a exigir solo conocimien­tos memorístic­os y se abran de manera rotunda a evaluar competenci­as profesiona­les. Un nuevo sistema de selección más acorde con las nuevas exigencias laborales y mucho más atractivo para atraer al talento joven. Por último, es imprescind­ible transforma­r el modelo de gestión abriéndolo a una gestión de la informació­n mucho más madura y diseñar un sistema de gobernanza de datos como paso ineludible para una incorporac­ión correcta y fluida de la inteligenc­ia artificial. La Administra­ción debe apostar por la inteligenc­ia institucio­nal como paso previo a la absorción de la inteligenc­ia artificial.

Si no atendemos al menos estos cinco retos, el hundimient­o definitivo de la Administra­ción va a ser inevitable y la sociedad va a sufrir. La parte más vulnerable de la misma se va a quedar sin ningún anclaje, pero también va a padecer la parte más pudiente, ya que el mercado va a ser impotente para amortiguar el hundimient­o de los servicios públicos. Sirva de ejemplo la actual saturación de los servicios médicos de las mutuas privadas. Cuando se hunden los servicios públicos, se colapsan los privados.

Los empleados públicos sufren ahora más que nunca para poder responder a las demandas ciudadanas

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain