El Pais (Nacional) (ABC)

Vuelven los ‘brigitólog­os’

- CARLA MASCIA

El absurdo bulo sobre la supuesta transexual­idad de Brigitte Macron ha regresado con fuerza en las redes

La escena que voy a relatar a continuaci­ón parece sacada de una película barata y, sin embargo, ha dado lugar a uno de los bulos más arraigados en Francia. Una historia delirante originada en 2021 y que ha vuelto con fuerza en las últimas semanas en las redes después de que un periodista, con motivo del 8-M, le preguntara a Macron si le dolían los rumores sobre la supuesta transexual­idad de su mujer, Brigitte. Un embuste difundido hoy por la extrema derecha mundial y al que Emmanuelle Anizon, reportera del Nouvel Obs, acaba de dedicar una fascinante investigac­ión en L’affaire Madame, un libro sobre cómo nace y se consolida una conspiraci­ón.

Todo empieza en Médiumnisa­tion, un canal de YouTube donde Amandine Roy, una pretendida médium seguida por cuatro iluminados, vomita su “odio hacia las élites” y despotrica contra las políticas del Gobierno mediante la consulta de oráculos. Un viernes cualquiera, la vidente entrevista por teléfono a una misteriosa mujer que se hace llamar Natasha Rey y se presenta, escondida detrás de unas gafas de sol y un imponente sombrero negro, como periodista autodidact­a. Afirma que lleva tres años investigan­do la identidad sexual de Brigitte Macron y que tiene pruebas irrefutabl­es de que la primera dama era un hombre antes de cambiar de sexo. La exposición que hace durante más de dos horas esta mujer de 51 años, culta y muy leída, con veleidades artísticas, vegana, es digna del guion de una telenovela rocamboles­camente mala: Brigitte no es Brigitte, sino su hermano Jean-Michel Trogneux; Brigitte/ Jean-Michel se habría cambiado de sexo en los años ochenta y, para que nadie sospechara de ello, inventó la existencia de su primer marido, André Auzière; por consiguien­te, los tres hijos de la pareja provendría­n de la unión de Brigitte/Jean-Michel con una tal Catherine Auzière. Algo que, según Rey, podría haber comprobado fácilmente cualquier “periodista mainstream”.

Rey había dedicado grandes esfuerzos a una investigac­ión que inició en 2018, en plena revuelta de los chalecos amarillos, con la que se identifica­ba. El “extraño” físico de Brigitte Macron, la naturaleza de su relación —el mandatario tenía 15 años cuando se enamoró de su profesora, de 40— y los silencios que pueblan el relato oficial de su pasado, empujaron a esta mujer en paro, obsesionad­a con el caso Epstein, a convertirs­e en una especie de detective. Pidió, sin éxito, las actas de nacimiento de Brigitte Macron en la alcaldía de Amiens; verificó tumba por tumba los nombres de los familiares enterrados en el cementerio de la ciudad, en un vano intento por reconstitu­ir su árbol genealógic­o; consultó a dermatólog­os, cirujanos plásticos, dentistas, etcétera.

El éxito de la entrevista fue brutal. A las pocas horas, el vídeo ya tenía 500.000 visualizac­iones y se había convertido en trending topic. El resto corrió a cargo de las redes de la extrema derecha conspirano­ide. Lo curioso es que al día siguiente Rey empezó a recibir centenares de correos de ciudadanos que querían ayudarla en su indagación. Gente aparenteme­nte normal, sin afiliación a la extrema derecha y de orientació­n sexual diversa, dispuesta a pedir días libres en el trabajo para poder dedicarse a investigar, y que se autodenomi­nan brigitólog­os. Pseudoexpe­rtos en Brigitte Macron, muy activos en la Red, hoy enfrentado­s y divididos en varias corrientes.

Es tentador ver a estos brigitólog­os solo como a una banda de locos obsesivos. La desconfian­za que sienten muchos ciudadanos hacia la palabra oficial, asegura la autora, se origina en la falta de transparen­cia de un mundo político en el que los escándalos de corrupción, sexuales, son legión. Quizá haya llegado el momento de aparcar el desprecio para hacer autocrític­a. Y aún más a unos meses de la más que probable vuelta al poder de Donald Trump, el hombre que más y mejor sabe convertir las grietas del sistema en votos.

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