Ana María Moix: necesidad e intuición
Varios volúmenes rescatan la obra de la autora catalana en el décimo aniversario de su muerte. Dejó brillantes poemas y novelas, pero también grandes entrevistas y reflexiones sobre la escritura
En julio de 2012, Ana María Moix (1947-2014) impartió en la UIMP de Santander un taller de lectura y creación que tituló Detrás
del telón, materiales que permanecieron inéditos. Agrupados en cinco bloques conforme a las jornadas del curso, su lectura nos proporciona una imagen muy completa de la Ana María Moix escritora. No solo por los contenidos —las referencias a su formación y aprendizaje, las distintas etapas y géneros cultivados, las claves de algunas obras—, sino también por la naturaleza plural de estos materiales —autobiografía, crónica, relato, semblanzas, fabulación, ensayo y crítica— en justa correspondencia con una vida dedicada a la escritura: poesía, cuentos, novelas, pero también espléndidas traducciones y multitud de colaboraciones periodísticas que algún día deberán reunirse y editarse como es debido, pues de momento solo contamos con el volumen Semblanzas e impertinencias (2016), a cargo de Rosalía Cornejo. Y es que esos textos reflejan lo que la autora ha leído, u oído y visto en la calle y en el cine, lo que le contaron…, y también conforman su “manera de ver, pensar y sentir la literatura y, por tanto, la vida”.
A menudo se habló del “silencio” que siguió a la brillante aparición en nuestro panorama literario de Ana María Moix, con dos poemarios en 1969, Call me Stone y Baladas del dulce Jim, a los que seguiría un tercero, No time for flowers (1970), la novela Julia (1970), el juguetón e inquietante libro de relatos Ese chico pelirrojo a quien
veo cada día (1971) y, de haberlo permitido la censura, también la novela Walter,
¿por qué te fuiste? (1973). Cierto que hasta 1985 no apareció otro libro de relatos, Las
virtudes peligrosas, libros “infantiles” como La maravillosa colina de las edades primitivas, y casi una década más tarde, Vals
negro (1994), inolvidable novela en la que conocíamos a Elizabeth de Baviera a través de la mirada de cinco personajes muy singulares y distintos entre sí, anulando de ese modo la edulcorada imagen de Sissi para revelar a la mujer de ideas republicanas, apasionada lectora de Heine, poeta ella misma también, además de deportista y viajera pertinaz; una mujer amante de la libertad, y tan enamorada del amor como salpicada de muerte.
Pero, en rigor, no hubo tal silencio. Durante todos esos años, y hasta el final de sus días, Ana María Moix prodigó sus colaboraciones en las páginas de las revistas Triunfo, Camp de l’Arpa, Vindicación Feminista o Destino y en periódicos de tirada nacional o local, con piezas de muy diversa índole que casi siempre agrupaba en una serie, prolongando así una actividad ya iniciada en sus primeros años, cuando en Tele-eXprés publicó
‘24×24’, entrevistas-reportaje subtituladas “24 horas en la vida de…”, reeditadas por Amarillo. Desaparecen las fotos de Colita —y no por voluntad de la editora— y se suprimen cinco perfiles, pero a cambio se rescatan otros diez nuevos —Castellet, Espert, Bryce Echenique, Gonzalo Suárez o Concha Alós— para ceñir las piezas antologadas a un tono más literario. MemoEn rable es ‘24 horas con la gauche
divine’, que afortunadamente se incluye en Detrás del telón, pues en él traza la autora un retrato irónico y divertidísimo de aquel grupo de intelectuales y artistas —editores, poetas, arquitectos, fotógrafos, modelos, novelistas, actores— que en la Barcelona del tardofranquismo llevó a cabo una profunda revolución cultural cambiando el ambiente gris y casposo de la época. También se reedita la Poesía
completa, que, en un memorable prólogo de Baladas del dulce
Jim, Vázquez Montalbán calificó como “ejercicio de libertad imaginativa y cultural que termina en un precioso beso entre el Che Guevara y Gustavo Adolfo Bécquer”. Eran poemas anticolumnarios, como los llamaba Ana María; es decir, no sujetos a ningún corsé métrico; poemas que miraban hacia otra tradición, como los de sus compañeros novísimos; poemas sustentados en sensaciones expresadas mediante imágenes brillantes, que se nutrían de películas y canciones, de imaginación y fantasía, de sombras y ensueño, de literatura —“Moriré en París, como César, una tarde de lluvia y aguacero”— y vida, donde también emergía la ciudad y sus límites: asfalto y mar. Eran textos que caminaban hacia la tensión narrativa del poema en prosa o cuajaban en breves chispazos: “Clavé mis uñas en los ojos de un pájaro, y allí estaba la noche: inmensa, húmeda”.
ese marco se sitúa Julia, su primera novela, que podemos definir como la historia de formación o aprendizaje de una joven hasta sus 20 años. Eje articulador es el reencuentro de la joven con su propia imagen de niña: Julia conversa con Julita, sentada en un portal al pie de la escalera, y revisa o revisita el tiempo transcurrido —una sucesión de pérdidas— para entender la crisis que la asfixia: “Julita nunca le perdonó haberla abandonado allí, en un universo inmóvil, sin tiempo, en cuyas sombras se debatía”. Empleando una voz en tercera persona que a menudo se funde con el estilo indirecto libre para adentrarse en la psicología de la adolescente, buena parte del relato se confía al monólogo interior, pues es Julita quien lo gobierna, acentuándose así el clima onírico con que se abre una novela que en gran medida transcurre en la mente de la protagonista. Lo cual explica los vaivenes en el tiempo de la historia, con retrocesos o saltos bruscos, si bien cuando la obra enfoca el mundo exterior se impone el orden cronológico. Porque Julia, además de una novela personal, es a la vez una estupenda crónica, aguda y mechada de humor. Del mundo familiar —con la figura de la madre frívola, mundana y egoísta, en lugar destacadísimo, a quien esta niña sensible hasta el extremo, de fantasía desbordada y rebosante de amor, adora—, donde cada uno de los miembros que lo componen van a la suya, de los distintos ambientes en que Julia va creciendo —los cinco años de vida en las montañas con su abuelo, los colegios, la universidad—, de la época y de su generación: del resistencialismo político a la educación estética y sentimental, con la memorable página en la que Ana María Moix radiografía a los poetas de entonces, a partir del personaje de Carlos: “De los doscientos cincuenta alumnos, doscientos cuarenta escribían poesías y andaban por la mañana pasándoselas de unos a otros”.
Y merecería rescatarse también Manifiesto personal (2011), donde la autora quiso reflejar su visión de “las preocupaciones, vicios morales particulares y públicos, males sociales y políticos, apatía y otras taras anímicas” que a su entender se abatían sobre la sociedad civil española en los últimos años, y que sembraron en ella un torbellino de sentimientos y emociones lo suficientemente poderoso como para detenerse a meditar y redactar unas páginas en las que a menudo se entrelazan la melancolía y la rabia.
Detrás del telón Ana María Moix Edición de Nora Catelli y Edgardo Dobry Trampa, 2023. 125 páginas. 16,95 euros
Julia Ana María Moix Prólogo de Julia Viejo. Bamba Editorial, 2023 196 páginas. 17,90 euros
Su primera novela, Julia, además de una obra personal, es a la vez una estupenda crónica, aguda y mechada de humor