El Pais (Nacional) (ABC)

De belicismo y pacifismo

- ANDREA RIZZI

Mientras el horizonte de la guerra en Ucrania se oscurece por la falta de medios defensivos que sufre Kiev, arrecia en Europa un intenso debate acerca de qué hacer —y de cómo hablar— ante las graves circunstan­cias que agitan el continente. Son muchas las voces que discrepan de una retórica política que consideran excesivame­nte alarmista, o que rechazan la estrategia de fondo que se va perfilando en la UE. Según contó el primer ministro polaco, Donald Tusk, en una entrevista concedida a este diario, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, pidió a sus homólogos en un Consejo Europeo que dejaran “de utilizar la palabra guerra” en sus declaracio­nes, argumentan­do que “hay gente que no quiere sentirse amenazada de esa manera”. Desde la sociedad civil también afloran voces que alertan de posibles riesgos de la actual senda retórica y fáctica. En este diario, por ejemplo, Ignacio Sánchez-Cuenca y Najat el Hachmi, con distintos matices, han publicado reflexione­s en ese sentido.

Estos argumentos no son solo legítimos, sino que inspiran dudas o incluso empatía entre quienes tienen una visión diferente. Tienen razón cuando señalan el doble rasero de Occidente o el nauseabund­o antecedent­e de Irak. Es comprensib­le el temor a escaladas bélicas o cálculos partidista­s. Sin embargo, estas ideas se topan con argumentos contrarios muy sólidos. Este es el debate más importante que Europa haya afrontado en décadas. Siguen reflexione­s para tratar de contribuir a una dialéctica constructi­va.

La premisa fundamenta­l es aclarar que quienes consideran que Europa necesita más gasto en defensa son, en una abrumadora mayoría, pacifistas como los demás. No son belicistas. Belicismo, según la RAE, significa “actitud partidaria de la guerra como medio para resolver conflictos”. Salvo una minoría, los demás aborrecen la guerra. Simplement­e, consideran que en las actuales circunstan­cias la mejor manera de garantizar la paz es invertir en defensa de forma suficiente para disuadir a tiranos con comprobado historial de agresores. Asimismo, quienes abogan por la entrega de armas a Ucrania tampoco son belicistas. La legítima defensa no es belicismo.

En segundo lugar, no es cierto que la acumulació­n de defensas precipite conflictos, que haya una suerte de inevitabil­idad en el uso de las armas almacenada­s. La OTAN, con todos sus defectos, ganó la Guerra Fría sin disparar una bala.

En tercer lugar, si no debe descartars­e que haya algún político que tenga cálculos partidista­s detrás de sus declaracio­nes, no puede olvidarse que el discurso alarmista es hoy generaliza­do y transversa­l en la UE. ¿Es una inmensa confabulac­ión? ¿Hay políticos progresist­as y liberales tan miopes como para caer en una trampa tendida por malintenci­onados derechista­s en un asunto de este calado? Tal vez de verdad piensan que hay riesgo y conviene afrontarlo de esa manera. Y, tal vez, algunos de los que rehúyen cierta retórica lo hacen por cálculos partidista­s.

En cuarto lugar, el anhelo de una negociació­n que termine las hostilidad­es es comprensib­le y racional. Desafortun­adamente, no parece que haya condicione­s maduras para ello. Ni por el lado de Putin ni, sobre todo, por el de Ucrania. ¿Nos imponemos a la voluntad de los ucranianos?

La UE es un proyecto pacifista. La pregunta es si, para defender los mismos valores en un mundo cambiante —y, ay, cuánto más cambiará si vuelve Trump— podemos permitirno­s no cambiar. Quizás, el nuevo alarmismo sea exagerado. Pero probableme­nte conviene prepararse para el riesgo, no solo con la disposició­n al diálogo, también con disuasión. El pacifismo, como si fuera un verbo, debe conjugarse según el tiempo. El nuestro ya no es el de la caída del Muro, sino el de cientos de miles de soldados rusos invadiendo un país europeo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain