El “estilo europeo” asfixia la salud pública de África
El cambio de hábitos alimenticios multiplica la hipertensión y la diabetes y pone en jaque a los centros sanitarios africanos
Los frigoríficos de los colmados de Langa son muy pequeños y están atestados de botellas de dos litros de Coca-Cola. En esta barriada sudafricana de viviendas prefabricadas y uralita es difícil encontrar comida fresca. Hay pocos comercios, llenos de comida procesada. No todas las viviendas pueden permitirse tener una nevera y cuando la tienen, lo que falla es la electricidad. Como en el resto del país, los apagones son diarios y duran varias horas. Además, no todo el mundo tiene acceso a agua potable.
“En estas barriadas no hay muchas opciones para conseguir comida saludable y tampoco hay manera de almacenarla. Es mucho más barato comprar fideos instantáneos y un refresco. Además, la gente piensa que la comida empaquetada es más cool”, explica el joven Thulani Fesi, que trabaja en Masakke Foundation, una organización local. Aquí, además, cultivar la tierra no es una opción. “En Langa se segregó a los negros durante el apartheid y les quitaron las tierras”, añade Fesi. En Sudáfrica, el 47% de las mujeres mayores de 20 años y el 15% de los hombres tienen obesidad.
El panorama que dibuja Fesi no es ninguna excepción en muchas grandes urbes africanas y alude a la paradoja que implica tener que enfrentarse a nuevas amenazas para la salud gracias a lograr alcanzar mayores niveles de desarrollo. En las barriadas depauperadas, pero también entre las clases medias, los hábitos alimenticios han cambiado fruto de la demografía, de la vertiginosa urbanización y de la rápida penetración de comida barata y bebidas azucaradas. Ese nuevo estilo de vida conlleva también un mayor uso del coche y de las motos y un mayor sedentarismo, lo que conjuntamente plantea un problema de salud pública descomunal.
“Hay un nuevo modo de vida fruto del desarrollo. La gente come con más azúcar, con más sal y con más grasa”, asegura Sidwayan Homere, director general de Servicios Sociales y Salud de Uagadugú (Burkina Faso), en los márgenes de una gran conferencia de la Alianza de Ciudades Saludables, que reunió el pasado mes en Ciudad del Cabo a 200 expertos y responsables políticos de 53 ciudades. Habla Homere de una transferencia de enfermedades del hemisferio norte al sur. “La influencia del estilo de vida europeo cada vez es mayor. Bebemos más Coca-Cola, más Fanta, y comemos más comida rápida. Es un símbolo de bienestar”, explica Homere, para quien “el problema es el marketing de las grandes empresas que influyen en los jóvenes”. Uagadugú es una del puñado de ciudades africanas que trata de regular el azúcar y la sal en los colegios y hospitales.
Ariella Rojhani, directora de la Alianza para las Ciudades Saludables, explica que los países africanos “se enfrentan a enfermedades infecciosas y no transmisibles al mismo tiempo con recursos muy limitados. Es la tormenta perfecta”. Por un lado, enfermedades como el sida o la malaria siguen muy presentes y, por otro, deben enfrentar otras emergentes como la diabetes, la hipertensión o las dolencias respiratorias, asociadas a la alimentación y al estilo de vida. Son las llamadas Enfermedades no Transmisibles (ENT), que devoran los raquíticos presupuestos destinados a la salud pública y disparan el absentismo laboral por enfermedades crónicas.
Los datos de un estudio publicado en febrero en la revista The
Lancet dejan claro que la obesidad y la malnutrición hace tiempo que dejaron de ser un problema solo de países ricos. Las ENT asociadas en parte a la mala alimentación suman ya más del 50% de las causas de muertes en la mayoría de los países africanos. La diabetes, por ejemplo, ha pasado de estar en el puesto número 15 de causas de muerte en los países de rentas media y baja a la novena posición, y el número de muertes por esta enfermedad prácticamente se ha duplicado desde el año 2000. Se prevé que el número de personas diabéticas en África pase de 19 millones en 2019 a 47 millones en 2045, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Mientras, la malaria, la tuberculosis o el sida siguen apareciendo en los 10 primeros puestos, a pesar de que caen.
“El precio para el Estado de las ENT no deja de crecer. Como ciudad distribuimos medicaciones para enfermos crónicos de diabetes, presión arterial… gastamos decenas de millones cada año”, asegura Geordin Hill-Lewis, el alcalde de Ciudad del Cabo. Explica que en Sudáfrica, “la gran victoria” de la salud pública fue superar la crisis del sida gracias a los retrovirales, pero también al sexo seguro y a la educación. Ahora, apunta, las enfermedades no transmisibles como la diabetes o la hipertensión son la mayor causa de mortalidad, “de lejos”. “Para nosotros es equivalente a la crisis del sida en los noventa”, subraya.
Jane Battersby, geógrafa de la Universidad de Ciudad del Cabo, discrepa con la tesis de que se trata solo de un problema de estilo de vida. “Hay que ver los factores que les empujan hasta allí. La gente compra comida procesada porque es barata y porque no tiene frigoríficos. Hay que tener en cuenta también el precio de la energía para cocinar y que el suministro de agua tampoco es regular”.
La falta de recursos es un mantra que repiten los que manejan presupuestos municipales de sanidad. Djibril Faye, director de Salud del Ayuntamiento de Dakar, explica: “No tenemos los medios para hacer políticas de prevención y las multinacionales están por todas partes, en los pueblos. Antes, la diabetes y la obesidad eran enfermedades de gente de clase alta. Ahora, en cualquier pueblo ves a gente obesa”.
Más coches y accidentes
La movilidad es otro factor clave. Parte de las muertes están asociadas al veloz crecimiento de las ciudades africanas. Esto es solo el principio, porque en África la urbanización avanza imparable: en 2050, la población se habrá duplicado y se calcula que en 2033 ya habrá más africanos viviendo en ciudades que en zonas rurales. Cada vez más gente puede comprarse un coche o una moto. Eso, unido a la construcción de autopistas a gran velocidad. “Lo que estamos viendo en el Sur global es lo que vivimos en el Norte pero a un ritmo acelerado. El aumento de vehículos es más rápido que lo que vivimos en Europa, gracias a la globalización. Cuando se motorizó Europa, tardó mucho más tiempo”, explica Etienne Krug, director de determinantes sociales de la Salud de la OMS.
Con los accidentes de tráfico pasa un poco lo mismo que con la alimentación. Mientras en los países ricos no dejan de reducirse, en el Sur global se han disparado. Los datos de la OMS reflejan que la mayoría de las muertes por accidente de tráfico (57% del total) se registran en países de renta baja y media. Y uno de cada cinco accidentes mortales en carretera se produce en África.
Mientras los delegados discuten en un elegante hotel en el centro de Ciudad del Cabo, en la periferia de Langa un par de mujeres queman bajo un cobertizo de madera cabezas de oveja para chamuscarles el pelo. Nubes de moscas revolotean sobre este típico manjar sudafricano, el smiley. Los cortes carnosos del animal se venden en la ciudad, mientras que en las barriadas se aprovecha la cabeza y se comen los sesos, la lengua... todo menos los dientes, que hoy asoman desbocados del cráneo del animal. Estas mujeres participan en un proyecto para promover la cocina local, uno de esos esfuerzos que son apenas una gota de agua en un océano de alimentos procesados. En su descanso, una de las cocineras bebe una bebida azucarada.
“Es como la crisis del sida en los noventa”, señala el alcalde de Ciudad del Cabo
Los diabéticos en el continente pasarán de 19 millones en 2019 a 47 millones en 2045