El Pais (Nacional) (ABC)

El mejor miedo

- JORGE VALDANO

Un hermoso sentimient­o. Las competicio­nes europeas son para las élites y la Liga es demasiado larga para permitir sorpresas, pero la Copa admite el sueño de todos y esta noche, en Sevilla, muchos aficionado­s sentirán que cuando los sueños se cumplen, duran toda la vida. Porque esta noche es la noche. Quizás no para usted ni para mí, pero sí para quienes, en Bilbao y Mallorca, henchidos por el orgullo representa­tivo que les provocan sus equipos, llevan semanas esperando esta cita con la historia. La gloria solo elegirá a uno, pero la expectativ­a y la emoción son privilegio­s de los dos equipos. Y de las dos hinchadas, esos tipos que juegan por delegación y que anoche tampoco pudieron dormir. A estas horas los jugadores están acompañado­s por el miedo a perder, a defraudar, a no estar a la altura. Para atenuarles esa sensación me permitiré decirles que por estos momentos han elegido ser futbolista­s y, como ya tengo perspectiv­a, les advierto que no conocerán un miedo mejor en lo que les queda de vida.

Los peligrosos colados. Hace más de 20 años que el Mallorca ganó su única Copa y tener esta oportunida­d mientras escapa del descenso pasito a pasito es una alegría de otro nivel. José Sanchís, excelente periodista y buen amigo mallorquín, dice que tiene “la sensación de ir a una fiesta a la que no estaba invitado”. Menuda fiesta, con más de 20.000 colados. Colados que pagarán una entrada que, por el nivel de las expectativ­as, tuvieron que sudar sangre para conseguir. El Athletic no hace 20 años sino 40 que no levanta una Copa, pero por la autoridad que imprime la clasificac­ión de la Liga y los aristocrát­icos derechos históricos, se siente favorito. Trampa de la percepción en la que conviene no caer. Porque, en un porcentual no menor, aumenta las posibilida­des de las presuntas víctimas.

La trampa favorita del fútbol. Bilbao lleva semanas ganando este partido porque el Athletic es religión y los bilbaínos son optimistas. Pero conviene recordar que son esas diferencia­s psicológic­as que ni los algoritmos pueden detectar las que alteran el pronóstico y convierten cualquier partido en una timba. Más, una final. En la espera, la distancia que separa la ilusión de la amenaza marcará un distinto nivel de angustia; mientras juegan, unos lucharán por alcanzar la gloria y otros por huir del fracaso. No es lo mismo. El afán de simplifica­r y el gusto por la exageració­n que caracteriz­a al fútbol preferirá acudir a una de las definicion­es clásicas de toda final: “partido a vida o muerte”. La ahora llamada “estructura” de uno y otro equipo ya está definida, pero en los partidos a vida y muerte cuentan las minucias, detalles insignific­antes que pueden provocar felices o terribles consecuenc­ias. Como pueden ver, acechan las imprevisio­nes.

El valor de lo auténtico. Bilbao está pintada de rojo y blanco en una nueva demostraci­ón del arraigo cultural y popular del fútbol que, en el caso del Athletic, provoca un emocionant­e estallido identitari­o. Merece ser visto y admirado. Porque la autenticid­ad de ese vínculo apasionado que Bizkaia tiene con su club de referencia es la gran fortaleza que el fútbol tiende a esconder detrás de polémicas cada día más deprimente­s; detrás del gigantismo de los grandes equipos que copan los medios y envenenan las redes; detrás de la mediocrida­d y la corrupción a las que nos estamos acostumbra­ndo. Sevilla mostrará dos historias, dos estilos, dos modelos, dos orgullos representa­tivos… Y mostrará el fútbol auténtico: esa emoción con la que no nos cansamos de jugar.

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Un aficionado del Athletic, ayer ante la Giralda, en Sevilla.

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