Broncia Koller-Pinell, la pintora que brilló hace un siglo
El recorrido por la obra de la artista en el museo Belvedere de Viena ofrece un fresco de las vanguardias centroeuropeas
Un desnudo integral de gran formato preside la antológica que el museo Belvedere de Viena le dedica a Broncia Koller-Pinell (1863-1934) hasta septiembre. A diferencia de Gustav Klimt, la pintora muestra a su modelo, Marietta, sin ninguna carga erótica, sin voluptuosidad ni ornamento, en el acto innato y espontáneo de encontrar la pose más adecuada. Paradójicamente, el óleo que hoy se celebra fue descartado para la Kunstschau de 1908, una exposición en Viena que se recuerda con aura de leyenda, por su parecido con los desnudos de Klimt.
En ese momento Koller-Pinell ya era una figura prominente. Su presencia en la Kunstschau estaba garantizada con cuatro pinturas y nueve xilografías, era la mujer artista más destacada del círculo de Klimt y había expuesto en 1893 en la feria internacional de arte de Chicago. Su sólida carrera artística muestra como un palimpsesto la evolución de las vanguardias: la paleta oscura de la Escuela de Múnich en sus obras tempranas; el lenguaje visual de impresionistas alemanes como Fritz von Uhde o Max Liebermann y el simbolismo de los secesionistas en sus obras posteriores. Luego llegaría la experimentación con el expresionismo y la Nueva Objetividad. En 1918, Egon Schiele fundó la Nueva Secesión en el salón de su casa.
La retrospectiva del Belvedere reúne 80 cuadros que cubren cinco décadas de arte ininterrumpido, e indaga en su red personal de contactos. Junto a su marido, el físico e intelectual liberal Hugo Koller, formó una de las parejas de mecenazgo artístico más audaces del modernismo austriaco. El diseño y el mobiliario de su residencia en Oberwaltersdorf, a 30 kilómetros al sur de Viena, se lo encargaron a Josef Hoffmann y Koloman Moser.
Las mujeres estuvieron vetadas en la Academia de Bellas Artes de Viena hasta 1920. Educada en una influyente familia judía, Koller-Pinell recibió lecciones privadas y se formó en la academia para mujeres de Múnich. Conoció a Schiele en la exposición número 49 de la Secesión. Koller-Pinell encaró al pintor expresionista con la seguridad que conceden la solvencia económica y la intelectualidad artística: le compró un paisaje urbano y le encargó un retrato de su marido y clases particulares de dibujo para su hija Silvia. En el verano de 1918, Schiele retrató a Hugo Koller, bibliófilo empedernido, encastillado en un sillón verde tras sus libros.
La figura que más influyó en Koller-Pinell fue Klimt. La disolución del grupo de la Kunstschau en 1932 aisló a la pintora de su prestigioso círculo artístico. Como mujer y judía tenía prohibido el acceso a la Secesión. “La atmósfera antisemita de la década de 1930, el giro nacionalsocialista y el vacilante redescubrimiento de su obra hicieron que su representación en los museos fuera tardía. Con esta exposición individual mostramos la calidad de su pintura y recordamos su importante contribución a la escena artística de la Viena de 1900”, dice la directora del museo, Stella Rollig.
Declaraciones feministas
Su carrera fue marginada primero por el austrofascismo, después por el nazismo y por una sociedad conservadora tras el final de la II Guerra Mundial. El Belvedere no adquirió su primera obra, La cosecha (1908), hasta 1961. El desdén se prolongó hasta finales del siglo XX. En 1980 el periodista Jan Tabor, del diario Kurier, presentó una exposición de Koller-Pinell como “las obras de arte de un ama de casa pintora”.
En los últimos años se han celebrado dos exposiciones que arrojan luz sobre las mujeres artistas en Viena: The Better Half, en 2017 en el Museo Judío, y City of Women, en 2019 en el Belvedere. “Estas dos exposiciones”, explica la comisaria de la muestra de Koller-Pinell, Katharina Lovecky, “han sido declaraciones feministas contra la falta de resonancia que padecieron las artistas debido al borrado del régimen nazi y el tiempo posterior. La obra de Koller-Pinell se exhibió en ambas citas, lo que ha contribuido a encender el interés por ella”. Durante los preparativos de la segunda muestra colectiva se encontró por azar Frühmarkt en los fondos del Belvedere (en manos nazis durante el Tercer Reich), un óleo de 1907 de Koller-Pinell que se creía perdido. Un crítico coetáneo de la artista lo comparó con la obra de Pieter Brueghel el Viejo. Fue cuando Broncia Koller-Pinell brillaba en el modernismo vienés.
Como mujer y judía tenía prohibido el acceso a la Secesión de la capital austriaca
Llegó a exponer en la feria de Chicago en 1893, pero el nazismo consiguió marginarla