El Pais (Nacional) (ABC)

Una carta de amor al ‘noir’, Hollywood y Los Ángeles

Colin Farrell protagoniz­a ‘Sugar’, una serie que homenajea a clásicos del cine negro tanto en su temática como en su estética

- NATALIA MARCOS

Cuando el espectador conoce a John Sugar, lo hace en blanco y negro. Está en Tokio y busca al hijo de un jefe de la Yakuza, la peligrosa mafia japonesa. Poco después, con ese caso ya resuelto, en color y acompañado por la voz en off del propio protagonis­ta, John Sugar aceptará un nuevo caso. Discretísi­mo, muy eficaz y especializ­ado en la búsqueda de personas desapareci­das, ahora le contrata un legendario productor de Hollywood para buscar a su nieta.

Sugar, que se estrenó ayer en Apple TV+ con sus dos primeros episodios, es, sin disimulo, una carta de amor al clásico género literario y cinematogr­áfico de los detectives privados. Lo es en su personaje, la clase de hombre solitario, atormentad­o, misterioso y de pocas palabras que podrían haber interpreta­do Humphrey Bogart o Robert Mitchum y al que aquí da vida Colin Farrell. Lo es en su estética y en los movimiento­s y ángulos de la cámara, inspirados en el cine de los años cuarenta y cincuenta. Y lo hacen explícito los clips de clásicos como Retorno al pasado (1947), Historia de un detective (1944), El sueño eterno (1946), El halcón maltés (1941), El beso mortal (1955) o Los sobornados (1953) que interrumpe­n el discurrir de los capítulos.

Y por encima de todos, está Chinatown (1974), la película que Simon Kinberg, uno de los productore­s ejecutivos de Sugar, menciona como referente claro de la serie creada por Mark Protosevic­h y dirigida por el brasileño Fernando Meirelles. “Aunque el ADN y la genética del noir está en mucho de lo que vemos hoy en día y en las series de detectives que hay en la televisión, y dios sabe que hay cientos, y en muchas películas sobre crímenes, quería hacer algo que fuera una carta de amor a aquellas películas originales”, cuenta el productor en una entrevista por videollama­da. “Ahora, o hay historias de detectives y policías, donde lo importante es el argumento, o giran a algo más interesant­e, para mí, que son los personajes y la emoción. La combinació­n de las dos cosas es rara de encontrar hoy. Como alguien que lleva mucho en esto, creo que ahora no tienes esa combinació­n de una historia con profundida­d y un gran trabajo de personaje al mismo tiempo”, añade.

Sugar, además de homenajear­lo, actualiza el género negro y el estereotip­o del detective privado. “En las películas noir clásicas, el detective tiende a ser alguien confiable, capaz y no particular­mente misterioso, un poco unidimensi­onal. El personaje de Sugar es, en muchos sentidos, el mayor misterio de la serie. Es complejo, vulnerable y humano”, explica Kinberg. A ello ayudaron las aportacion­es de Colin Farrell.

El actor irlandés, también productor ejecutivo de esta ficción, ayudó a construir el personaje y a dar personalid­ad a la producción entera, según explica Kinberg. “Él ha aportado al personaje la fortaleza y el carisma de una estrella de cine y, al mismo tiempo, sientes que es un hombre herido, roto y vulnerable, inocente”, añade el productor, que también destaca la fortaleza de los personajes femeninos como otro elemento en el que la serie se diferencia del noir más clásico, donde las mujeres tendían a ser “o débiles o malvadas”. Además, la trama de la serie, situada en el presente, aborda temas como la adicción, la misoginia, la identidad sexual y racial, el acoso sexual y la trata de personas.

Más destinatar­ios

La carta de amor que escribe Sugar, con ocho capítulos que, a excepción del primero, apenas superan la media hora, tiene más destinatar­ios. Otro de ellos es el cine en general. Muchas de las localizaci­ones encierran referencia­s al Hollywood clásico. Por ejemplo, la gran mansión en la que vive el veterano productor que contrata a Sugar, Jonathan Siegel (interpreta­do por James Cromwell) fue residencia del productor de James Bond Albert Broccoli. El bar en el que Sugar conoce a Melanie, la madrastra de la chica que busca (interpreta­da por Amy Ryan), es en realidad el legendario Boardner’s, un pub que abrió sus puertas en 1927 y que, entre otras muchas, ha aparecido en L.A. Confidenti­al (1997).

El tercer destinatar­io de esta misiva es, precisamen­te, la ciudad de Los Ángeles. Al igual que títulos como Un largo adiós, Chinatown, Heat o, claro, L.A. Confidenti­al, Sugar también explora una urbe que, en palabras de Simon Kinberg, es “un lugar fascinante, complejo y caótico”. “Vivo aquí y es un sitio de increíble oscuridad, increíble luz, bondad, maldad, corrupción, amabilidad… Por eso creo que Chinatown era una gran referencia para nosotros, porque muestra los puntos más altos de Los Ángeles y Hollywood, eso con lo que todo el mundo fantasea, y luego también la realidad de esa fantasía, que puede ser muy oscura, muy cruel, muy violenta y peligrosa”, reflexiona.

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Colin Farrell, en un momento de Sugar.

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