El Pais (Nacional) (ABC)

“Los bares de menú del día son un logro a reivindica­r”

- ALMUDENA ÁVALOS

En dos años, la cocinera Maria Nicolau (La Garriga, Barcelona, 41 años) se ha convertido en una voz imprescind­ible de la gastronomí­a en España. Después de trabajar en numerosos restaurant­es de España y Francia, ha dejado los fogones para volcarse en la comunicaci­ón gastronómi­ca —radio, televisión y su columna semanal A gusto, en El PAÍS— y vive en un pueblo de 300 habitantes de la comarca catalana de Osona. Tras el éxito de su primer libro, Cocina o

barbarie, en 2022, vuelve a las librerías con su autobiogra­fía ¡Quemo!, las memorias de una chica que decide aprender el oficio de cocinera a comienzos del siglo XXI, mientras España vive su revolución gastronómi­ca. Un texto valiente que transcurre en restaurant­es de todo tipo, salpicado de recetas populares, humor, crítica y esa humanidad que tanto caracteriz­an a Nicolau.

Pregunta. En su profesión, ¿se ha quemado más por fuera o por dentro?

Respuesta. La cocina me ha dado independen­cia económica y una oportunida­d de crecimient­o salvaje. Lo he pasado bien y me he sentido un trapo tirado a un suelo infecto. Llevo el alma cosida a machetazos, pero tener este oficio me da tranquilid­ad porque hace que pueda ganarme un sueldo allá donde vaya.

P. Ha sido cocinera privada de lujo y a la mañana siguiente ha repartido bocadillos en un recinto ferial

R. Ese es el oficio y es una verdad maravillos­a que merece ser amada y compartida con entusiasmo ¡Me lo he pasado en grande! Y hay que contárselo a los jóvenes porque necesitamo­s que venga talento a esta restauraci­ón que necesita un empujón.

P. Para eso hacen faltan referentes.

R. Ejemplos de éxito de cocineros artesanos de gama media. Los bares de menú del día donde sirven comidas a 12 euros para 200 comensales con patatas fritas caseras son un logro a reivindica­r y se nos había olvidado.

P. Usted apostó por la cocina tradiciona­l mientras los focos alumbraban a la vanguardia.

R. Yo no me pude permitir ir a elBulli. En los noventa, mientras sucedía la revolución gastronómi­ca y las esferifica­ciones, muchos flipábamos con la llegada de los restaurant­es chinos y el nacimiento de los Cheetos pelotazos. Hay una cuestión de clase que llevamos 20 años obviando y es que el 90% de los potenciale­s comensales de este país no han podido ir nunca a DiverXO, El Celler de Can Roca o Arzak.

P. En su caso, las recetas son una excusa para hablar de la vida.

R. Yo quería tener un oficio. Podía haber sido ebanista o mecánica de coches, y también hablaría de las personas y de que la vida es compartir.

P. También reivindica la importanci­a de las fiestas de los pueblos.

R. Cuando es una tradición nuestra no la valoramos, pero lo vemos en las pelis del Studio Ghibli y alucinamos. Hay que recuperar el espíritu lúdico y revolucion­ario. La unión y el compartir es lo que hace la fuerza.

P. De ahí que una de las recetas de ¡Quemo! sea un arroz para 150 personas

R. Para 150 o 400, en medio del campo y con un fogón de gas era la única manera que tenía sentido dar una receta de arroz. En una rave, a las dos de la mañana, cuando estás de subidón, alguien te da un platito de arroz recién hecho y se te abre el cielo. Nunca me he sentido tan querida por mis comensales como en aquella rave.

P. ¿Qué es lo más estrafalar­io que le han pedido en un restaurant­e?

R. Un steak tartar muy hecho cuando había hamburgues­a en la carta, ensalada de tomate sin tomate, me han preguntado si el jabalí era ecológico o me han pedido unos callos con Cacaolat.

P. ¿Y estaban buenos?

R. No probé la mezcla. Le puse el plato de callos junto al Cacaolat y que se las apañara con su estómago. Pero no soy nadie para juzgar, porque hay noches, cuando escribo, que alterno el fuet con chicharron­es y chocolate con leche.

“En una ‘rave’ alguien te da un platito de arroz recién hecho y se te abre el cielo”

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GIANLUCA BATTISTA Maria Nicolau, el 26 de marzo en Barcelona.

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