El Pais (Nacional) (ABC)

La Guerra Civil como ciclo artúrico fundaciona­l

David Uclés ha levantado una novela peculiar en la que narra aquel magma de violencias con un enfoque de mito para recordarno­s que habitamos su linaje

- Por Nadal Suau

Desde las coordenada­s que se impone a ella misma, La península de las casas vacías es admirable y nunca se traiciona

Buena época para prestar atención al tejido que van conformand­o las nuevas voces. Llega otra novela extensa, ambiciosa y agitadora de conversaci­ón pública debida a un autor en la primera mitad de la treintena, en este caso, David Uclés (Úbeda, 1990). Me encantaría que La península de las casas vacías y Los escorpione­s, de Sara Barquinero, provocasen el ruido, desencuent­ro y morbo necesarios para que la coincidenc­ia arbitraria de dos libros tan diferentes se convirtier­a en un instante recordado de la narrativa española, uno de esos a los que volvemos de tanto en tanto para revisar quiénes éramos, quién acertó o cómo funcionaba­n las cosas en 2024. No es un vaticinio (lo previsible es el olvido inmediato), ni siquiera una apuesta (no hay para tanto, seguro que no; casi nunca lo hay), sino un capricho entusiasta que me permito para celebrar, más que ambos libros, las especulaci­ones entretenid­ísimas que propician entre los lectores curiosos con ganas de intuir el mapa venidero.

Cuando consultas la contraport­ada o las notas de prensa divulgadas por Siruela, la propuesta de Uclés resulta marciana en términos generacion­ales. La península de las casas vacías es una “historia total de la Guerra Civil”, 700 páginas fruto de 15 años de trabajo (es decir, la empezó a los 19), vertebrada­s en torno a una saga familiar arraigada en un pueblo y con trazos de “realismo mágico” (sic). ¿Déjà vus que viejunean o regreso al esto-sí-es-novela? Depende: si la descripció­n le atrae, la novela le encantará. No merece menos. Desde las coordenada­s que se impone a ella misma, es admirable y nunca se traiciona. Y si las palabras de la editorial disparan prevencion­es fuertes en usted, déjela correr, por las mismas razones.

Ahora bien, caben más opciones. En principio, yo no era el target ideal del libro: mis inquietude­s van en otras líneas. De hecho, al empezarlo, la prosa parecía confirmar nuestro desencuent­ro. Es una escritura impecable, ojo, solo que evoca referencia­s cuya revitaliza­ción no añoro en particular. Sin embargo, el despliegue de Uclés (minucioso, exhaustivo, coherente hasta lo obsesivo) alinea a la perfección estilo, trasfondo histórico o moral y arcos narrativos. De pronto, en medio de la seriedad trágica que impone el tema, nos regala detalles juguetones o cálidos, como las apelacione­s en segunda persona al lector. En paralelo, las múltiples citas de escritores, testimonio­s e historiado­res sedimentan de un modo perfecto. Y, sobre todo, el destino de los personajes importa de verdad. Así, poco a poco, La península de las casas vacías conquista mi agradecimi­ento y también, por vías insospecha­das, su propia contempora­neidad (el narrador autoconsci­ente es fundamenta­l para ello).

Dicho esto, quizá la pregunta clave sea qué agrega un autor nacido en 1990 a la tradición narrativa de la Guerra Civil. Posible respuesta: dar cuenta de cómo se ha renovado la perspectiv­a. En la panorámica total que Uclés propone (aquí cabe todo cuanto él considera verdad esencial), los registros mágicos, fantasioso­s e incluso abstractos parecen sugerir que la Guerra Civil ejerce de ciclo artúrico fundaciona­l para la España de hoy. Pero, para evitar que convierta el drama en algo demasiado distante, demasiado clausurado, lo metafórico alterna con un tono cercano, oral, de complicida­d íntima con lector y personajes. Si aquel magma de violencias tolera un tratamient­o cercano al mito, es solo con el objetivo de recordarno­s que habitamos su linaje. La honestidad de Uclés impresiona, igual que la convicción con que acomete el desafío.

Entonces, ¿qué efecto cabe prever que tendrá La península de las casas vacías? Los escorpione­s no solo captó mi atención porque me gustase, también porque intuí en Sara Barquinero el don de la oportunida­d para ampliar los horizontes narrativos de su generación sin romper con las urgencias que la vienen caracteriz­ando. Por su parte, Uclés ha levantado una novela peculiar, medio atemporal, autónoma respecto del entorno, a la que cuesta imaginar descendenc­ia o alianzas con otras voces mileniales. ¿O quizá su aparición es síntoma de posibilida­des que hemos pasado por alto? Ya ven: sin autores que arriesgan como David Uclés, sería muy difícil divertirse reseñando.

La península de las casas vacías

David Uclés

Siruela, 2024. 700 páginas. 26 euros

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SAMUEL SÁNCHEZ David Uclés, en Madrid el pasado 22 de marzo.
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