Algo bonito de escuchar
Lo nuevo de Adrianne Lenker, líder de Big Thief, lo juega todo al poder de la lírica, sin coartadas modernizadoras
El quinto disco en solitario de la estadounidense Adrianne Lenker, líder de la banda Big Thief, arranca con un tema de casi seis minutos prácticamente a capela. Escucharlo en unos auriculares en el metro mientras sabes que al otro lado de la vida millones de personas están gritando desesperadas por hacer saberle al resto del planeta su opinión sobre el nuevo disco de country de Beyoncé sienta como un posicionamiento vital de una radicalidad tan solitaria como gratificante. Es una radicalidad tranquila, calmada, sin aspavientos y, sobre todo, que no pide ser compartida ni exhibida como una medalla al valor de no sacar el móvil en un concierto, de no tener WhatsApp o de haberse dado de baja de Netflix para invertir esos euros en clases de macramé. Es esta la radicalidad que muestra la de Indiana en la docena de cortes que conforman este pequeño monumento a la transparencia y a esa cosa tan complicada de gestionar con sensatez llamada sinceridad. Es una cosa muy bonita de escuchar.
Grabado en un remoto estudio en un bosque de Nueva Inglaterra, este Bright Future es un disco de folk que lo juega todo a la calidad de las canciones, al poder de la lírica, a las inflexiones vocales y los pequeños detalles de producción, que encuentran su razón de ser en el continuo del disco, no en la búsqueda de coartadas modernizadoras o experimentales para justificar su existencia en un siglo que solo entiende el tiempo en presente. A diferencia de mucha de la música que se lanza hoy, este álbum no busca que hables de él. Simplemente existe en la belleza de hoguera de campamento de ‘Sadness as a Gift’, en el piano y la melodía de ‘Evol’, que se clava en cada sílaba, creciendo delicadamente para terminar quebrando la voz de Lenker hasta el punto de que casi sientes su saliva.
La versión de ‘Vampire Empire’, un apabullante tema de Big Thief, solo con ella y su guitarra, suena como si fuera interpretado en una habitación pequeña y sin ventanas en la que solo estáis ella y tú, y ella ni siquiera ha reparado en tu presencia. Por su parte, ‘Candlefame’ incide en una suerte que la estadounidense ha perfeccionado en los últimos tiempos y que consiste en imaginar un mundo en el que al mejor Dylan compositor le concedían el deseo de ser un intérprete técnicamente perfecto. Y ‘Already Lost’ suena a nana de guardería. Si no fuera porque parece tratar de la futilidad del destino, podría utilizarse para mandar a los niños a la cama.
En un momento en el que parece que las letras se escriben para sustraer de ellas eslóganes que puedan estamparse en camisetas, Lenker ofrece reflexiones sobre el paso del tiempo y lo que le hace al amor, a las personas e incluso a la vegetación. Dudas sobre qué vale la pena hacer si el mundo está por acabarse y muchas llamadas de teléfono para decir lo que quedó por decir y lo que no. Y ante la inminencia del apocalipsis, canta en ‘Donut’, el tema que cierra el álbum, que no quiere ir a nadar, ni siquiera darle un beso a su amor. ¿Para qué? Y ahí radica otra parte de la grandeza y la casi accidental radicalidad de su propuesta: no quiere que el fin del mundo la coja bailando, ni recordándonos que ya nos avisó —el mundo hoy se divide entre estos tipos de humanos—, simplemente parece aspirar a que el fin del mundo la pille pensando en el fin del mundo.