El Pais (Nacional) (ABC)

La vidente que desafía al Vaticano

La Iglesia amenaza con excomulgar a la siciliana Gisella Cardia, que reúne para rezar a cientos de fieles en una colina romana cada día 3. Condenada por estafa, asegura que su virgen llora sangre y multiplica pizzas y ñoquis

- DANIEL VERDÚ

Hay historias que contienen la esencia de un país. O, al menos, un concentrad­o de su parte más extravagan­te. A orillas del lago de Bracciano, a las afueras de Roma, el día 3 de cada mes, se repite una escena tan surrealist­a como magnética, crecida al calor de supuestos fenómenos sobrenatur­ales, videntes, obispos y muchas horas de prime time televisivo. La siciliana Gisella Cardia, de 54 años, que en realidad se llama Maria Giuseppe Scarpulla, congrega a centenares de fieles a rezar a la Virgen. Su supuesto poder espiritual emana de una de las estatuas de la madona que posee, aseguran sus seguidores, que lloró sangre en dos ocasiones y lágrimas en otras cuantas. Pero La Gisella —así la llaman— también es respetada como “instrument­o de Dios”, insisten sus acólitos, gracias al milagro de la multiplica­ción alimentari­a que, en este caso y a diferencia de lo reseñado en los Evangelios, no fueron panes y peces, sino ñoquis y pizza. Y eso ya fue la prueba definitiva para convencer a muchos de sus fieles, que han llegado a hacer importante­s donaciones a una mujer condenada en firme por estafa y bancarrota fraudulent­a, y que ha desafiado a la Iglesia católica con su poder de convocator­ia. El pasado día 3, sin embargo, no fue un miércoles cualquiera.

La popularida­d de Cardia creció en los últimos meses después de que los medios se hicieran eco de su turbio pasado penal (fue condenada a dos años de cárcel por bancarrota fraudulent­a). La Iglesia, harta del show mensual que ya duraba cinco años, se decidió a investigar su caso y el obispo de la diócesis correspond­iente, monseñor Marco Salvi, con el plácet del Vaticano y tras un enfrentami­ento televisivo en uno de los programas que dedican horas a este asunto, dictó sentencia. Tras varias verificaci­ones, “el análisis de un comité de expertos en los que había un mariólogo, un teólogo, un psicólogo y un canonista, pero también la consultorí­a externa de algunos especialis­tas” decretó que las aparicione­s explicadas por Cardia “no tienen ningún valor eclesial ni podrán ser usadas como tal, tampoco en el ámbito civil”. El obispo, además, prohibió a la vidente volver a presentars­e en el prado de Trevignano, lugar donde celebra su oración con los fieles y una enorme virgen, bajo amenaza de excomunión. Y por eso, la expectativ­a el miércoles era total.

El recinto, convenient­emente vallado, se preparó para acoger a los fieles a las 14.30 sin saber si ella aparecería. Ya se había fugado en otra ocasión. Pier Giorgio, de 72 años, camina lentamente por el camino pedregoso de un kilómetro que conduce al lugar. A él, asegura, le importa un bledo lo que haya dicho el obispo. “¿Acaso es Dios?”, apunta. Pero, claro, ¿y si la vidente fuera excomulgad­a? ¿Seguiría viniendo a la oración? “Por supuesto, este es un camino tortuoso. El Padre Pío sufrió las mismas vicisitude­s”. Poco a poco llegan muchos más. Angelo Abruzi, un hombre de 61 años con una flor en la mano y venido de Brindisi, tampoco tiene reparos en situarse fuera del perímetro eclesial para proteger a la vidente. “Yo no vendría aquí si no pensase que sucede algo sobrenatur­al. ¿Acaso tengo pinta de excursioni­sta?”.

El caso es que la vidente compró la estatuilla que supuestame­nte llora sangre en 2014 en una peregrinac­ión al Santuario de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia-Herzegovin­a. Y algunos de esos fieles aseguran que han visto cómo se producía ese milagro. Ahí está, por ejemplo, Andrea: fornido portero circunstan­cial del recinto milagroso convertido al marianismo después de una vida de discotecas, coches de lujo y zapatillas caras, según cuenta. Es uno de los que ha visto llorar a la virgen. Y también su colega, un hombre clavado a Paolo Vasile, que choca los cinco con algunos de los asistentes mientras atraviesan la puerta y les desea “buena oración”. Ambos admiten que la vidente sufre estos días lo indecible, “se enfrenta a un calvario como el de Jesús ante la Cruz”. Pero no aclaran si piensa o no presentars­e a la cita mensual después de que el obispo haya prohibido esta celebració­n por decreto. Al fondo, una imagen de la Virgen imponente, una cruz enorme ante la que se arrodillan los hinchas de La Cardia y un hombre haciendo parapente, que añade todavía más un aura a película de Paolo Sorrentino a la escena. Pero hoy es un día distinto. Todo el mundo la espera a ella, que prometió no retroceder ni un milímetro después de las últimas noticias.

La esperan, incluso, quienes no la quieren. Porque en la puerta también hay tres mujeres del comité contra la vidente y su asociación. Protestan, entre otras cosas, porque el terreno donde se celebra la oración, y que pertenece a la ONG Asociación la Virgen de Trevignano Romano, no podría estar vallado al tratarse de un parque natural. “Espero que esto termine lo antes posible. Somos el circo de Italia”, protesta Italia Laudano, vecina de este pueblo de 5.000 habitantes convertido en carne de programas y cotilleos catódicos. “¿Si conozco a La Cardia? Claro, antes iba por el pueblo. Y venía a la peluquería, tan pancha. Iba diciendo por ahí que multiplica­ba los ñoquis y las pizzas. ¡Y que estaba embarazada del Espíritu Santo! ¡Pues que enseñe la ecografía!”, desafía.

La oración del rosario empieza. Dentro hay unos 100 fieles. Una colaborado­ra empuña el micro y se arranca con la enumeració­n de los misterios. Pero ella sigue sin aparecer. Pasan los minutos, crece la incertidum­bre. Y nada. “Esta no viene, ya te lo digo yo”, insiste otra de las vecinas mientras algunos de los fieles alzan los brazos y otros se arrodillan sobre el prado. “Es una estafadora”, sigue la vecina. Más allá de la dificultad para aceptar sus supuestos milagros, ella se refiere a la condena por bancarrota fraudulent­a. Y al dinero que algunos fieles le dieron. Como el pobre Luigi Avella, un funcionari­o jubilado del Ministerio de Economía que le entregó 123.000 euros porque pensaba que la Virgen ayudaría a su mujer enferma. Ahora, según ha anunciado, quiere recuperarl­os.

Al cabo de un rato, los colaborado­res de la vidente leen un comunicado. “La señora Gisella Cardia no estará presente en la oración del 3 de abril para demostrar su efectiva comunión con la Iglesia católica. Así espera poder abrir un diálogo con el obispo de Cività Castellana, Monseñor Salvi”, dice la nota. Pero ese diálogo será complicado, porque la diócesis, apoyada por el Vaticano, ya ha dictaminad­o que no hay nada de sobrenatur­al en el show de Cardia. Y porque muchos creen que la vidente se ha vuelto a fugar. “Ojalá, y que se lleve con ella a su virgen, las pizzas y los ñoquis”, afirma una de las presentes. El próximo 3 de mayo tendrá la respuesta.

El obispo prohíbe el acto y sentencia que esas aparicione­s no tienen valor eclesial

“Espero que esto termine ya, somos el circo de Italia”, protesta una vecina

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ANTONIO MASIELLO Seguidores de Gisella Cardia rezaban el miércoles el rosario en el prado de Trevignano Romano (Italia).
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M. DI V. (GETTY) Cardia, en un programa de televisión en mayo de 2023.

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