El Pais (Nacional) (ABC)

El riesgo de que la justicia deje secuelas irreparabl­es en la política

El archivo esta semana de la causa contra Mónica Oltra reabre el debate sobre la reparación a cargos públicos cuyo procesos penales quedaron en nada

- JOSÉ MARCOS

Hay déjà vu que duran toda la vida. El gran paradigma de Demetrio Madrid, que dimitió como presidente de Castilla y León en 1986 tras ser procesado por un delito del que fue absuelto cuatro años más tarde, regresó esta semana con el archivo de la causa judicial contra Mónica Oltra. La líder de Compromís había renunciado como vicepresid­enta y portavoz del Gobierno valenciano en 2022, a menos de un año de las elecciones autonómica­s, tras ser imputada por el presunto encubrimie­nto de los abusos sexuales cometidos por su exmarido en un centro de menores de la Generalita­t. Dos años después, el juez ha dado carpetazo al caso tras no apreciar “indicios de la comisión de delito alguno”.

“Lo que le ha sucedido a Oltra me ha hecho recordar mi propia experienci­a”, interviene Demetrio Madrid, que incide en que a la vicepresid­enta “siempre le quedará su itinerario personal intachable”. El primer presidente de Castilla y León tras la dictadura, único por el PSOE, renunció “para no perjudicar a la institució­n” con la esperanza de que la acusación por la supuesta venta ilegal de una empresa textil de su propiedad se resolvería pronto. Las elecciones fueron en 1987: José María Aznar las ganó por 5.000 votos, después de que el PSOE perdiera 120.000. La justicia absolvió a Madrid de un delito social en 1990. “A mí nadie me obligó a dimitir, aunque hay días que tengo la duda de si fue o no una decisión acertada. Pensaba que se resolvería pronto y que me volvería a presentar como candidato... La sentencia fue absolutame­nte laudatoria, pero en la justicia no hubo ninguna prisa. Eso que llaman lawfare [judicializ­ación política] ha funcionado desde siempre”.

El archivo del caso de Oltra, que acaparó decenas de portadas y cientos de tertulias, reabre el debate sobre cuál debe ser la respuesta de los partidos cuando la justicia entra en juego y qué se puede hacer para reparar el daño personal. “Necesitamo­s librar el debate de la restitució­n y reparación del daño cuando un caso judicial queda en nada, es algo que tenemos pendiente”, reflexiona la politóloga Cristina Monge. El daño político puede ser irremediab­le: el 28-M Compromís perdió 90.000 votos y dos diputados, lo que, combinado con el hundimient­o de Unidas Podemos, propició un Gobierno de coalición de PP y Vox. “Me tuve que presentar yo y aguantamos los muebles pero pienso que quienes interpusie­ron la querella y estaban detrás obtuvieron lo que pretendían [la formación de Santiago Abascal ejerció la acusación particular y dilató el proceso], Mónica no se pudo presentar, el bloque progresist­a fue a las elecciones debilitado y perdimos el Gobierno.

Claramente tuvo consecuenc­ias”, expone Joan Baldoví. El cabeza de lista de Compromís en las pasadas autonómica­s reconoce que los últimos días se ha hecho varias veces la misma pregunta: ¿Oltra tenía alternativ­a a la dimisión? “Mi conclusión es que no se podría actuar de otra manera. En la izquierda, partidos y votantes somos muchísimo más exigentes que en la derecha. Mónica se fue a su casa y está absolutame­nte legitimada para volver. La mejor reparación sería esa, que regresara por la puerta grande”, sentencia.

En la derecha está muy extendida la idea de que Oltra terminó siendo víctima del listón que ella misma estableció cuando exigía la dimisión de Francisco Camps, que presidió un Gobierno salpicado de corruptos, por su presunta implicació­n en el caso Gürtel y casos como el de los trajes, del que salió absuelto en 2011. Oltra, defensora de que la “línea de la ética” en la política “no deberían marcarla los tribunales” y contraria al “automatism­o” de tener que dimitir si se está imputado porque hay “muchas casuística­s”, marcó un precedente exigiendo la renuncia de Camps por “responsabi­lidad política”. Justo lo que el PSOE le pidió a José Luis Ábalos por el caso Koldo, el primer escándalo de corrupción relevante del Gobierno desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa en 2018. Ábalos se atrincheró en el escaño con el argumento de que la justicia no le acusa de nada y se pasó al Grupo Mixto, mientras Ferraz le suspendía de militancia. Otro ejemplo reciente de la contundenc­ia aplicada por el PSOE fue la dimisión del concejal socialista Daniel Viondi en septiembre por darle tres toques en la cara a José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid. En cambio, Javier Ortega Smith, edil y diputado estatal de Vox y uno de los que con más ahínco pidió el cese de Viondi, se negó a emprender el mismo camino tras lanzar una botella al concejal de Más Madrid Eduardo Fernández Rubiño en un pleno.

Falta de protección

Volviendo a Oltra, la portavoz de Podemos, Isa Serra, lo considera “un caso evidente de difamación y de cómo se sigue usando el lawfare como un arma para intentar intervenir en la política e impedir los avances en los derechos. Demuestra que hay que protegerse frente a una forma de corrupción de la justicia. Creo que a Oltra no se la ha protegido”. Serra se pone de ejemplo. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid suspendió en septiembre de 2022 la ejecución de la condena, impuesta en abril de 2020, de un año y siete meses de prisión e inhabilita­ción especial para el derecho de sufragio pasivo impuesta a la exdiputada en la Asamblea de Madrid por atentado a la autoridad durante una protesta contra un desahucio en 2014. “La reacción de la ejecutiva de Podemos fue la de hacerme portavoz. Se mandó así el mensaje de que se me respaldaba y apoyaba en una causa en la que era evidente que había una denuncia falsa y ningún indicio por el cual yo podía ser juzgada por atentado a la autoridad”, remarca. Podemos establece en su código ético la renuncia a los cargos públicos y orgánicos por el procesamie­nto o condenas por casos de corrupción, violencia machista o contra la infancia, delitos ecológicos o urbanístic­os, pero prevé la salvedad de “cuando exista un contexto de acoso judicial con intencione­s políticas (lawfare) y alejado del derecho”.

Otros damnificad­os se lamentan de sus años de penurias judiciales. La Audiencia Nacional archivó a finales del año pasado la acusación contra Salvador Victoria y Lucía Figar, exconsejer­os de la Comunidad de Madrid, en el caso Púnica. Los dos estaban imputados y dimitieron en junio de 2015, un mes después de los comicios regionales de ese año, para facilitar un pacto entre el PP y Ciudadanos y que Cristina Cifuentes pudiese ser investida presidenta autonómica. “Ya no tengo ninguna

Isa Serra alerta contra “una forma de corrupción de la justicia”

“Ser más exigentes está bien, pero se debe hacer una reflexión”, afirma una politóloga

causa pendiente tras cinco archivos judiciales, pero he mantenido la situación de investigad­o durante más de ocho años”, relata Victoria, que pasó de ser consejero de Presidenci­a, Justicia y portavoz del Gobierno a no entrar en las listas. “No solo me perjudicar­on en mis tareas políticas, sino que incluso por decisión personal decidí no reingresar al servicio en el que era funcionari­o porque los servicios jurídicos estaban personados en la causa pública”, cuenta Victoria, letrado por oposición que ejerce ahora de abogado.

“Las propuestas de la nueva política estaban muy ligadas a la regeneraci­ón y hubo un momento donde se elevaron los estándares de exigencia ética para los políticos. Está bien que seamos más exigentes, pero hay que hacer una reflexión para aquellos casos que quedan en nada”, incide Monge.

“Lo que conduce a estas situacione­s es la instrument­alización política del proceso judicial desde la simple imputación de hechos hasta la apertura de juicio oral, todo ello en fase de investigac­ión, y la lentitud de la justicia, que cuando finalmente resuelve el daño provocado ya es irreparabl­e”, dice David Martínez, director ejecutivo de la organizaci­ón Transparen­cia Internacio­nal en España.

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KAI FORSTERLIN­G (EFE) Mónica Oltra, en junio de 2022 en Valencia.

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