El Pais (Nacional) (ABC)

¿Son los jóvenes una generación ansiosa?

Los académicos discrepan sobre la relación de los móviles con la crisis de salud mental en adolescent­es

- JORDI PÉREZ COLOMÉ

psicólogo social Jonathan Haidt acaba de publicar La generación ansiosa. Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedad­es (Deusto), que llegará a España el 29 de mayo. En una semana es el libro de no ficción más vendido en las listas de Amazon. Haidt, que es profesor en la Universida­d de Nueva York y autor de otros superventa­s, lleva años escribiend­o artículos y recopiland­o literatura sobre una creciente crisis global de salud mental entre adolescent­es. Según su hipótesis, la causa de esa crisis es la explosión en el uso de móviles y redes sociales.

Frente a Haidt hay un grupo de académicos que cree que la evidencia de lo que afirma no es clara. La revista Nature ha publicado una crítica del libro donde lamenta que contribuya a una “histeria” sin fundamento. Este debate entre profesores se ha convertido en uno de los retos tecnológic­os más importante­s de la década. Millones de padres se preguntan qué hacer. Hay tantos argumentos plausibles en favor de cada bando que al final queda casi una batalla cultural: quienes creen que las pantallas son sobre todo perjudicia­les, contra quienes creen que no hay para tanto. El objetivo último del debate es convencer a legislador­es en EE UU y en Europa. Haidt tiene sus propuestas y el grupo de académicos teme brochazos innecesari­os y sin sentido. Estos son los argumentos principale­s para entender el debate:

La dificultad de aislar el problema. A partir de 2010 empiezan a crecer la depresión, la ansiedad y las tendencias suicidas entre adolescent­es. También crece su tiempo online. Haidt dice que esta correlació­n es causal: el tiempo online provoca la crisis de salud mental. Hay académicos que dicen que podría ser al revés: adolescent­es con problemas previos de salud mental podrían usar más sus móviles.

También queda por definir las causas exactas del problema del uso del móvil: ¿Todas las redes por igual? ¿Instagram, sus likes y selfis? ¿El algoritmo y la pasividad de consumo en TikTok? ¿Los vídeos de YouTube? ¿El peligro del porno? ¿La infinita informació­n? Haidt da especial importanci­a a la crisis en chicas adolescent­es y al consumo pasivo de vídeos breves que aletargan la actividad y el desarrollo juvenil.

Si no son los móviles, qué es. Nadie niega que hay más problemas de salud mental entre jóvenes. Las dudas que plantean los académicos son de tres tipos. Uno, que es muy curioso que de repente empiecen a creer los problemas de salud mental como si alguien hubiera encendido un interrupto­r. ¿Es posible que usar un móvil provoque repentinos problemas generacion­ales? Haidt establece ese inicio hace precisamen­te 12 años para jóvenes nacidos a partir de 1995: “Mi afirmación es que la nueva infancia basada en móviles que tomó forma hace unos 12 años enferma a los jóvenes y bloquea su progreso hacia el florecimie­nto en la edad adulta”, escribe. Entonces fue cuando cambió todo: “Fue en este breve período, de 2010 a 2015, que la infancia en EE UU (y muchos otros países) se reconfigur­ó en una forma más sedentaria, solitaria, virtual e incompatib­le con un desarrollo humano saludable”.

Dos, ese crecimient­o podría ser provocado porque hay más sensibilid­ad social y estamos más abiertos a hablar y etiquetar la ansiedad o la depresión. Esta semana la catedrátic­a Margarita León se preguntaba en EL PAÍS si son machistas los jóvenes. En su respuesta decía que debía tenerse en cuenta que el entorno social es mucho más igualitari­o que hace un par de décadas y que la manera de medir no puede ser la misma que antes.

Y tres, simplement­e hay otras causas: “Los investigad­ores citan el acceso a las armas, la exposición a la violencia, la discrimina­ción estructura­l y el racismo, el sexismo y el abuso sexual, la epidemia de opioides, las dificultad­es económicas [por la crisis de 2008] y el aislamient­o social como principale­s contribuye­ntes”, dice Candice Odgers en Nature.

La necesidad de caerse solos por el barranco. Tener la opción de usar el móvil para socializar, aprender y equivocars­e será un modo de hacerse más duEl ros, de caerse por el barranco y levantarse como han hecho otras generacion­es antes en otras circunstan­cias. Haidt dice que no. No es lo mismo soportar las risas de tus compañeros de clase por no saber una raíz cuadrada que de todo el colegio por una foto fea en Instagram. La magnitud es diferente y ese nivel de crítica no ayuda al desarrollo de los jóvenes, que optan por empequeñec­erse y no enfrentars­e a turbas digitales.

Haidt concluye que las redes no son un deseo oculto de los adolescent­es como los videojuego­s o el porno. Es un problema colectivo. Usan las redes porque todo el mundo está ahí, pero si desapareci­eran de golpe no les importaría. El problema con esto sigue siendo cómo generaliza­r algo que cada cual usa distinto y que no tiene marcha atrás: cuando lleguen a adultos las redes, los likes y el porno seguirán ahí.

Hagamos algo ahora que aún estamos a tiempo. Haidt se pone pocos límites en sus comparacio­nes: “Las empresas de redes sociales como Meta, TikTok y Snap a menudo se comparan con las empresas tabacalera­s, pero eso no es realmente justo para la industria del tabaco”, escribe. Haidt ve una diferencia: la mayoría de adolescent­es en 1997 no fumaba. Ahora, en cambio, todos están en redes.

Haidt pide que las familias no den móviles inteligent­es hasta el instituto, que los jóvenes no tengan ninguna cuenta propia en redes hasta los 16 años (sí, por ejemplo, usar YouTube, pero sin darte de alta para no dar informació­n a las tecnológic­as sobre tus gustos) y nada de móviles en el colegio para fomentar la relación personal y la educación. Los académicos creen que redes y móviles pueden tener efectos. Pero quieren ahondar menos en grandes campañas y más en responsabi­lizar a las plataforma­s.

Haidt se reunió en 2019 con Mark Zuckerberg y le pidió que por favor hicieran algo para no permitir cuentas a menores de 13 años. Zuckerberg le dijo: “Lo miraremos”. Y hasta hoy. El foco en las tecnológic­as es un reto más complejo, pero la legislació­n europea y estadounid­ense avanza.

El sufrimient­o de los adultos. Una de las diferencia­s históricas en esta crisis moral con otras anteriores es que esta vez los adultos están igual de afectados por los móviles que los adolescent­es. Había menos adultos jugando a videojuego­s o leyendo cómics violentos hace unas décadas. Pero ahora son los propios adultos los que ven cómo el móvil ha conquistad­o sus vidas. Y no saben controlarl­o del todo. Este temor afecta a su percepción de cómo lo gestionará­n sus hijos.

Nadie niega que estas plataforma­s han traído beneficios a minorías, movimiento­s sociales o simplement­e comodidad y entretenim­iento. Pero, como toda tecnología, tiene su lado oscuro.

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CLAUDIO ÁLVAREZ Una joven mira su teléfono móvil.

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