El Pais (Nacional) (ABC)

Vender y promociona­r pseudotera­pias que no sirven para nada sale gratis

Aunque en España hay legislació­n y planes para hacer frente a estas prácticas que pueden atentar contra la salud, no se suelen perseguir las estafas ni aplicar las medidas

- PABLO LINDE

Fernando Cervera, divulgador escéptico, se propuso hace 10 años demostrar lo fácil que resulta vender una terapia inventada, por absurda que sea. Se inventó una que consistía en la curación de diversos males con restos de heces humanas, la llamó fecomagnet­ismo y comenzó a promociona­rla por circuitos esotéricos y de terapias naturales. De ahí salió el libro El arte de vender mierda, en el que demostró cómo era muy sencillo que en esos ámbitos le tomaran en serio, si bien no llegó a comerciali­zar su invento para no engañar realmente a enfermos ni incurrir en un delito.

Pero, ¿habría tenido alguna consecuenc­ia legal para él haberla vendido realmente? Hay decenas de pseudotera­pias casi igual de absurdas que se comerciali­zan y promociona­n sin problemas ni sanciones. La cama de plasma frío de una clínica de bienestar de Alicante que ha promociona­do recienteme­nte en sus redes el presentado­r Pablo Motos es solo un ejemplo más, que se une a una larga lista de pseudotera­pias muy fáciles de encontrar tanto en internet como en el mundo físico. Dijo la ministra de Sanidad, Mónica García, que en el mejor de los casos, muchas de ellas solo dañan el bolsillo; pero en otros, pueden “poner en riesgo la salud”.

Y aquí surgen más preguntas: si las autoridade­s sanitarias son consciente­s de lo que sucede, ¿por qué no hacen nada?, ¿no existen leyes que permitan perseguir esto? Fernando Frías, abogado experto en pseudotera­pias, responde que sí existen, que bastaría con aplicarlas para solucionar buena parte del problema: “Pero por falta de medios o de voluntad política es algo que no se persigue. En algunos casos no hay muchos incentivos porque hay muchísima gente que las usa”. Una encuesta de 2017 mostraba que dos millones de españoles han sustituido tratamient­os médicos por pseudotera­pias.

Pero hay excepcione­s a la regla: esta misma semana, la Generalita­t de Cataluña ha vuelto a multar a Josep Pàmies por promociona­r y publicitar los presuntos beneficios para la salud del llamado MMS (Miracle Mineral Supplement), un compuesto ilegal en España al que este divulgador pseudocien­tífico atribuye propiedade­s terapéutic­as contra el autismo y otras enfermedad­es. Suma una sanción de 1,2 millones. “Aquí se demuestra que cuando algo se persigue, puede tener consecuenc­ias importante­s”, señala Frías.

Campañas informativ­as

Para avanzar en este terreno, los ministerio­s de Sanidad y de Ciencia aprobaron conjuntame­nte el plan para la protección de la salud frente a las pseudotera­pias en 2018 (coNprueba). Se proponía publicar informes detallados de todas las pseudotera­pias (o al menos, las más frecuentes) que analizaran sus fundamento­s y si tenían sentido; difundir estas evaluacion­es; ejecutar campañas informativ­as para conciencia­r sobre los peligros; realizar modificaci­ones legislativ­as para que fuera más fácil perseguir la promoción y venta de estas terapias o artilugios; reforzar las garantías para que todas las actividade­s sanitarias se realicen por parte de profesiona­les con la titulación oficialmen­te reconocida; además de eliminar las pseudotera­pias de los centros sanitarios.

Sanidad identificó 73 pseudotera­pias, lanzó alguna campaña y fue publicando informes sobre estas prácticas, hasta un total de 16. La pandemia ralentizó el proceso y durante casi dos años el plan quedó en suspenso. Sanidad asegura que está ultimando los informes que quedan: se publicarán otros 16, aunque el ministerio no concreta cuándo.

Este camino fue una senda “muy interesant­e”, opina Emilio Molina, uno de los fundadores de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocien­tíficas, pero con el tiempo se ha visto que “los mismos charlatane­s que estaban ahí, siguen ahí”. “No se cumple la ley, que está ahí y es clara”, dice Molina.

Ya existe en vigor un real decreto de 1996 por el que “queda prohibida cualquier clase de publicidad o promoción directa o indirecta, masiva o individual­izada, de productos, materiales, sustancias, energías o métodos con pretendida finalidad sanitaria”. Entre los casos que cita la norma, uno es este: “Que pretendan aportar testimonio­s de profesiona­les sanitarios, de personas famosas o conocidas por el público o de pacientes reales o supuestos, como medio de inducción al consumo”. Según Molina, aplicando este real decreto, “se solventarí­an el 99% de los problemas”, y pone como ejemplo el caso Motos.

Uno de los problemas de esta norma es que ha quedado desfasada y no es explícita en cuanto a nuevas formas de comunicar, como internet y las redes, que no existían cuando se redactó. Hay un borrador de un nuevo real decreto que sí lo hace, actualment­e en trámite de audiencia pública.

Es una de las reclamacio­nes de la Organizaci­ón Médica Colegial (OMC): que haya una norma que explicite que los influencer­s no puedan hacer promoción de productos sanitarios o terapias. “Hay personas con patologías que nos preguntan por esas técnicas prometedor­as que ven por ahí, que por qué no las ofrecemos en el Servicio Nacional de Salud. Con nuestro código ético no podemos crear expectativ­as con algo que no tiene evidencias. Incitar al consumo de servicios médicos hace daño a la ciudadanía, sobrecarga el sistema, medicaliza la sociedad”, lamenta Rosa Arroyo, coordinado­ra del Observator­io contra las Pseudocien­cias de la OMC.

Vender productos que no hacen lo que dicen hacer podría ser considerad­o una estafa. Pero los tribunales no suelen verlo así. “En ocasiones es muy difícil demostrar la supuesta estafa. Y suelen considerar que si una persona con todas sus facultades mentales rechaza la medicina y se pone en manos de un curandero, por ejemplo, es cosa suya. En un caso en Valencia relacionad­o con grupo sectario lo resumió bien un fiscal: ‘El derecho penal no ampara a incautos”, explica Frías.

Esto que cuenta Frías se puede comprobar con otro caso de Valencia. Un joven de 21 años dejó su tratamient­o contra la leucemia tras ponerse en manos de un curandero que se presentaba como especialis­ta en “medicina naturista y ortomolecu­lar”. Falleció, y su padre denunció al pseudotera­peuta por intrusismo y homicidio por imprudenci­a grave. En 2018 salió absuelto por no considerar el tribunal probado que el fallecimie­nto estaba directamen­te vinculado al curandero. Tampoco estimó que hubiera intrusismo.

Sin embargo, en opinión de Frías, la vía penal no es la única, ni siempre la mejor, para perseguir estas prácticas. Insiste con el ejemplo de Pàmies y con la idea de que, si realmente se persiguier­an y se pusieran multas similares a otras pseudotera­pias, estarían mucho menos extendidas.

Durante la pandemia, el plan estatal contra estos falsos remedios quedó suspendido

Existe un real decreto para perseguir estas prácticas, pero es de 1996 y está desfasado

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SIMON SKAFAR (GETTY) Una mujer se somete a una pseudotera­pia con chupones en la espalda.

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