El Pais (Nacional) (ABC)

Gebrselass­ie y las zapatillas que vuelan

El legendario atleta etíope y la maratonian­a Rosa Mota corren hoy en Madrid

- C. A.

Rosa Mota y Haile Gebrselass­ie suben al escenario. La historia del maratón en dos cuerpos menudos, vividos, inquietos. Los dos, corredores legendario­s, correrán hoy en Madrid. El etíope será uno de los 21.000 participan­tes en los 21.097,5 metros de la Media Maratón que patrocina Telefónica en su centenario; la portuguesa, tocada en un isquio, solo se atreverá con la carrera ProFuturo, 5.800 metros. Los dos tienen historias que contar.

Como su coetánea Carmen Valero en España, Mota, de Oporto, de 65 años, simboliza la pelea de la mujer para ser reconocida como capaz de correr una maratón, algo discutido por el hombre que domina federacion­es y comités hasta hace nada. Mota fue ya campeona de Europa en 1982, en la primera competició­n oficial en la que se admitía a mujeres en la distancia de los 42,195 kilómetros, y en la primera maratón olímpica, la de Los Ángeles 84, fue medallista de bronce. Después fue campeona mundial en Roma 87 y campeona olímpica, por fin, en Seúl 88. Sigue corriendo y dice que para ella correr es como Facebook, el lugar en el que encuentra amigos por todas partes.

De su infancia corriendo a los ocho años 20 kilómetros diarios para ir a la escuela, 10 de ida, 10 de vuelta, por caminos con piedras que le obligaban casi a correr de puntillas para no herir sus pies, habla gustoso Gebrselass­ie, uno de los más grandes fondistas conocidos, que simboliza la transforma­ción casi revolucion­aria que ha sufrido el maratón.

En 2005, cuando aún solo había corrido un maratón, Haile Gebrselass­ie, 50 años ya, descubrió en Almería el sabor de los primeros tomates raf, los auténticos, y casi 20 años después aún recuerda su sabor, como recuerda su primera maratón, la de Londres 2002, que terminó tercero (2h 6m 35s, récord de Etiopía y en la que todo lo que bebió fue agua. La prehistori­a. Ex plusmarqui­sta mundial y tercero aún en la lista de todos los tiempos tanto de 10.000m (26m 22,75s) como 5.000m (12m 39,36s) con marcas de 1998, es solamente el 33º en la lista del maratón con la marca de 2h 3m 59s con la que batió el récord del mundo en Berlín en 2008. “Claro, mi especialid­ad eran los 5.000m y los 10.000m, distancia en la que gané en dos Juegos Olímpicos. Al maratón solo me pasé al final, a los 29 años”, dice Gebrselass­ie, próspero empresario en Addis Abeba y dueño de varios hoteles.

No ha vuelto a correr un maratón desde que se retiró. “Durante tres años fui el único que bajó de 2h 4m. Pero ahora el maratón es una locura. Cada vez se corre más rápido, más rápido, más rápido, gracias a unas cuantas cosas, pero especialme­nte una, las zapatillas. Son alucinante­s. Hago unos 20 kilómetros al día, con los nuevos modelos, y con ellos no corro, vuelo”. Y apoya sus palabras, expresadas con sequedad, cortantes, y un “believe me” por si acaso, con el gesto de su mano imitando al despegue de un avión.

De los 32 que le preceden a Gebrselass­ie en una lista encabezada por el récord mundial de 2h 35s que el recienteme­nte fallecido Kelvin Kiptum estableció en 2023 –“Su muerte tan temprana me hizo sentir mucha tristeza”, dice. “Joven. Accidente. ¿Qué se puede decir? Muy mal. Muy mal. Me da tanta pena… Es increíble”–, solo cuatro consiguier­on sus marcas antes de agosto de 2016, los Juegos Olímpicos de Río en los que Nike, en los pies de Eliud Kipchoge, introdujo las Vaporfly, las zapatillas de placas de carbono y espumas ligeras en gruesas suelas que transforma­ron el atletismo. Entre 2019 y 2023 cuatro maratonian­os bajaron de 2h 2m. “Aunque Kiptum esté muerto, estoy seguro de que la barrera de las dos horas caerá pronto”, dice.

“Créame, si en 2008, cuando yo corrí en 2h 3m 59s, hubiera corrido con las zapatillas de ahora y no con las que usé entonces yo habría sido el primero que lo hacía en menos de dos horas”, concede entre risas. Cuatro minutos menos solo por las zapatillas. Y esos que sus Adidas de 2008 se considerab­an revolucion­arias. Como una vieja gloria que siente que fue y que se niega a dejar de serlo, Gebrselass­ie, y todo el mundo, recuerda los últimos 200m, su sprint furioso contra Paul Tergat, en la final olímpica de los 10.000m en Sidney 2000, habla de las ventajas que se tienen ahora. “Todo es diferente. Pero, ah, las zapatillas son lo más”.

“Con el calzado de ahora, yo habría sido el primero en bajar de las dos horas”, dice

“Aunque Kiptum esté muerto, la barrera caerá pronto”, augura a sus 50 años

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HÉCTOR VIVAS (GETTY) Gebrselass­ie, el pasado agosto en México.

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