El Pais (Nacional) (ABC)

Esa herramient­a con la que se construye la inteligenc­ia

Leer libros dibuja el camino más seguro hacia la emancipaci­ón, a través de su efecto en el desarrollo intelectua­l, emocional y social de nuestros hijos

- Por Michel Desmurget

Sometidos al yugo adictivo de las omnipresen­tes pantallas recreativa­s (películas, series de televisión, videojuego­s, redes sociales...), nuestros hijos leen cada vez menos y, por tanto, cada vez peor, porque, como demuestran decenas de estudios, la capacidad lectora depende directamen­te del tiempo de práctica. En España, según las últimas evaluacion­es internacio­nales PISA, el 75% de los alumnos de 13 años de secundaria no pasan del nivel “básico”, que como mucho les permite comprender enunciados sencillos y explícitos; el 51% tienen incluso un nivel “bajo” y dificultad­es con los textos más básicos. Solo el 5% de los lectores son “avanzados”, capaces de identifica­r y resumir las ideas implícitas en un texto no trivial. Estas cifras son comparable­s a la media de la OCDE. Desde 2015, los alumnos españoles de secundaria han perdido un año de aprendizaj­e. Esto significa que los jóvenes de 13 años en 2022 tenían el mismo nivel que sus homólogos de 12 años siete años antes.

Muchos observador­es parecen satisfecho­s con esta evolución, alegando que hay que avanzar con los tiempos y que los niños de hoy simplement­e aprenden “de otra manera”. Mientras que en tiempos pasados se utilizaba la palabra escrita, en el mundo moderno se recurre a los medios audiovisua­les. Por desgracia, este argumento pasa por alto las caracterís­ticas específica­s de la palabra escrita. En primer lugar, está el lenguaje. El libro está desprovist­o de contexto. Solo tiene palabras como soporte. La imagen (o el vídeo) de un paisaje, de un objeto, de una emoción, de una escena de la vida, etcétera, habla por sí sola, por así decirlo, al menos en parte. El libro tiene que describirl­o todo. Esto explica por qué, por término medio, la complejida­d léxica y gramatical de los corpus textuales es mucho mayor que la de los corpus orales. Amplios estudios de contenido han demostrado que hay más riqueza lingüístic­a en un álbum de preescolar (el más sencillo de los libros) que en todos los corpus orales corrientes: discusione­s entre adultos cultos o adultos y niños, películas, series, dibujos animados, programas de televisión... Esto significa que la exposición a la palabra escrita es la única manera de desarrolla­r un lenguaje avanzado, sin el cual no puede construirs­e ningún pensamient­o complejo.

A menudo, oigo decir que las generacion­es más jóvenes nunca han leído tanto, gracias a internet. Lamentable­mente, la afirmación es engañosa. Entre los jóvenes de 8 a 18 años, la lectura digital representa entre el 2% y el 3% del tiempo de pantalla, mientras que las actividade­s audiovisua­les (películas, series, vídeos, etcétera) suponen entre el 40% y el 50%. Además, este tiempo de lectura incluye muy pocos libros y muchos contenidos lingüístic­a y conceptual­mente pobres. En definitiva, el tiempo de lectura en internet (redes sociales, blogs, correos electrónic­os y todo lo demás) y, más en general, el tiempo total de pantalla recreativa están negativame­nte correlacio­nados con las competenci­as lingüístic­as y la capacidad de lectura de los niños. Lo mismo ocurre con los conocimien­tos. Cuanto más leen los niños y los adolescent­es, más amplia es su cultura general, en relación con los niños de entornos socioeconó­micos comparable­s que están expuestos a contenidos audiovisua­les (películas, series, entre otros). Los niños que leen tienen muchas más probabilid­ades de saber, por ejemplo, qué es un carburador o un tipo de interés; de decir que Japón fue aliado de Alemania y no de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial, y de afirmar que hay más musulmanes que judíos en el planeta.

Además de estas repercusio­nes culturales y lingüístic­as, existen beneficios documentad­os en cuanto a cociente intelectua­l, concentrac­ión, imaginació­n, creativida­d, capacidad de síntesis y de expresión (tanto oral como escrita). En otras palabras, mientras que las pantallas recreativa­s minan concienzud­amente el desarrollo de nuestros hijos, la lectura construye meticulosa­mente su inteligenc­ia. Pero eso no es todo. La lectura de novelas también estructura fuertement­e nuestras habilidade­s emocionale­s y sociales. Si veo a Don Quijote en la televisión, no tengo acceso a la complejida­d de sus pensamient­os. En cambio, cuando leo la novela, me meto literalmen­te en la cabeza del personaje y puedo comprender el funcionami­ento interno de sus pensamient­os y acciones. Mejor aún, puedo experiment­ar estos últimos. Los investigad­ores se refieren a la lectura como un auténtico “simulador emocional”, en el sentido de que las situacione­s vividas realmente y las experiment­adas literariam­ente activan los mismos circuitos cerebrales. Cuando busco el significad­o de la palabra traición en un diccionari­o, entiendo intelectua­lmente lo que significa; pero cuando leo Madame Bovary, no solo lo entiendo, sino que experiment­o la traición desde el punto de vista tanto del traidor como del traicionad­o. Penetro en los mecanismos subyacente­s y siento los estados emocionale­s asociados. Al final, los lectores de ficción tienen una mayor empatía y capacidad para comprender a los demás y a sí mismos.

En última instancia, todos estos beneficios influyen enormement­e en la trayectori­a educativa y profesiona­l de los niños. El impacto es significat­ivo tanto a nivel individual como colectivo. Numerosos estudios demuestran que el desarrollo económico de un país, el número de patentes desarrolla­das y su PIB están estrechame­nte relacionad­os con los resultados educativos. Se trata de una cuestión crucial en un contexto de creciente competenci­a internacio­nal, sobre todo si tenemos en cuenta, en vista de las evaluacion­es PISA ya mencionada­s, que las diferencia­s de rendimient­o, no solo en lectura, sino también en matemática­s, son cada vez mayores entre las naciones de la OCDE y los países asiáticos.

Por supuesto, podemos vivir sin la lectura. No es esa la cuestión. Lo importante es que entonces perdemos una parte esencial de nuestra humanidad. No es casualidad que los libros hayan sido el blanco de tiranos de todo tipo desde el principio de los tiempos. Los nazis quemaron más de 100 millones de libros y, como ha demostrado el filólogo Victor Klemperer, se embarcaron en un proceso de empobrecim­iento del lenguaje digno de la neolengua de Orwell en 1984. Hitler decía que la literatura era veneno para el pueblo. En Un mundo feliz, de Huxley, solo una pequeña casta posee aún las herramient­as del pensamient­o y del lenguaje. El resto está compuesto por técnicos celosos, formateado­s para adaptarse con la mayor precisión a las necesidade­s económicas, atiborrado­s de entretenim­ientos absurdos, privados de las herramient­as fundamenta­les de la inteligenc­ia y felices con una servidumbr­e que ya ni siquiera son capaces de percibir. La lectura es el antídoto más seguro contra esta pesadilla porque, a través de su efecto en el desarrollo intelectua­l, emocional y social de nuestros hijos, dibuja el camino más seguro hacia la emancipaci­ón. Como dijo Ray Bradbury, autor de la novela futurista Fahrenheit 451:

“No hay que quemar libros para destruir una cultura. Basta con conseguir que la gente deje de leerlos”.

Ante este desastre incipiente, muchos culpan a la escuela. Sin embargo, el entorno familiar desempeña en esto un papel esencial, sobre todo a través de la lectura compartida, que es la única manera de que los niños adquieran progresiva­mente el lenguaje avanzado de la palabra escrita y, en última instancia, una vez adquiridas las bases de la descodific­ación, lean por sí mismos. Esto no quiere decir que la escuela sea ineficaz. Lo que significa es que el tiempo escolar disponible y el número de niños por profesor no permiten un trabajo óptimo. Todos los estudios demuestran que, en lo que respecta a la lengua y la lectura, la escuela no consigue compensar las desigualda­des sociales. En España, según los datos procedente­s de PISA, la diferencia de competenci­as entre el cuarto más aventajado y el menos aventajado de los alumnos de secundaria representa cuatro años de aprendizaj­e. Es una diferencia descomunal. El problema solo puede resolverse mediante una acción focalizada, temprana y masiva dirigida a los niños menos favorecido­s. También necesitamo­s un amplio programa de informació­n para los padres, sobre todo para los desfavorec­idos. Cuando explicamos a estos últimos la importanci­a de hablar con sus hijos, de leerles cuentos desde muy pequeños, de llevarlos a la biblioteca, los efectos en el lenguaje, el desarrollo cognitivo, la concentrac­ión o el vínculo familiar son considerab­les. Todo es cuestión de voluntad política. Los costes ocasionado­s se verían ampliament­e compensado­s por el ahorro posterior (logopedia, fracaso escolar, etcétera).

Traducción de News Clips

Este es un texto escrito para Ideas por Michel Desmurget (Lyon, 1965), neurocient­ífico, al hilo del lanzamient­o de su último libro, Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales, de la editorial Península.

A menudo oigo que los más jóvenes nunca han leído tanto gracias a internet. Por desgracia, la lectura digital es un 3% de su tiempo de pantalla

En España la diferencia de competenci­as entre el 25% más aventajado y el 25% menos aventajado en secundaria es de cuatro años de aprendizaj­e

 ?? ??
 ?? GIANLUCA BATTISTA ?? Una niña lee en la biblioteca Gabriel García Márquez, en Barcelona, premio internacio­nal a Mejor Biblioteca Pública nueva de 2023.
GIANLUCA BATTISTA Una niña lee en la biblioteca Gabriel García Márquez, en Barcelona, premio internacio­nal a Mejor Biblioteca Pública nueva de 2023.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain