El Pais (Nacional) (ABC)

Los monopolios de hoy

- JOAQUÍN ESTEFANÍA

El equivalent­e a la población entera de España, Portugal, Grecia e Irlanda, por ejemplo, es el número de clientes de la multinacio­nal de telecomuni­caciones AT&T cuyos datos han sido filtrados en EE UU. Más de 70 millones de personas, clientes actuales y antiguos. Teta de novicia para las empresas cazadoras de datos. Un grandioso botín. El último ejemplo del “capitalism­o de la vigilancia”. Entre los detalles personales que pueden haber salido del control de AT&T (“pueden”, pues no se conoce con exactitud) figura el nombre completo, la dirección de correo electrónic­o, la postal, el número de teléfono, el de la Seguridad Social, la fecha de nacimiento, el número de cuenta de la multinacio­nal y el código de acceso. Un tesoro.

Reproduzca­mos varias de las declaracio­nes que en el pasado han hecho algunos de los representa­ntes de las empresas cazadoras de datos. Eric Schmidt, en la cúspide de Google: “Si nos dais más informació­n de vosotros mismos, de vuestros amigos, podemos mejorar la calidad de nuestras búsquedas. No nos hace falta que tecleéis nada. Sabemos dónde estáis, sabemos dónde habéis estado. Podemos saber más o menos lo que estáis pensando”. O Mark Zuckerberg, que pronostica­ba que Facebook “llegará a conocer todos los libros, todas las películas, todas las canciones que usted, lector de estas líneas, haya consumido en su vida, larga o corta. La informació­n de la que dispone la empresa informátic­a servirá para deducir a qué bar irá usted cuando llegue a una ciudad extraña, un bar en el que el camarero ya tendrá preparada su bebida favorita”.

Quizá todavía una distopía que precisa completars­e. En 2020, en pleno confinamie­nto, la socióloga emérita Shoshana Zuboff, de la Universida­d de Harvard, publicaba su mamotreto La era del capitalism­o de vigilancia (Paidós, 2020), plagado de informació­n. La filtración de datos de AT&T podría añadirse a nuevas ediciones. Zuboff considerab­a que el “capitalism­o de vigilancia” ya era hegemónico entonces, frente al capitalism­o comercial, industrial, financiero… Mucho más cuatro años después. Desarrolla­ba, entre otras, tres ideas fuerza que vienen al caso: la primera, que un selecto grupo de empresas provenient­es de Silicon Valley reivindica­n de modo unilateral la experienci­a humana como materia prima para su traducción en datos. Estos datos son empaquetad­os del mismo modo que las hipotecas locas durante la Gran Recesión, como productos de predicción, y vendidos en los mercados de futuros de los comportami­entos ciudadanos. Entre esas empresas están Apple (que acapara el mercado de los teléfonos inteligent­es); Meta, con una posición privilegia­da en las redes sociales con Facebook, WhatsApp o Instagram; Amazon, en el mercado del comercio electrónic­o; Google, que no tiene rivales de su tamaño en la publicidad digital ni en las búsquedas; Microsoft, líder en los sistemas operativos, etcétera.

Segundo, que los servicios online gratuitos, las aplicacion­es que no cuestan nada, solo son un cebo para los consumidor­es, no un generoso regalo que hacen esas empresas para seguir operando. A través de los servicios digitales que proporcion­an se apropian de los datos de la vida de la gente que utiliza internet. La acumulació­n de comportami­entos (la leche que beben, si compran pizzas o no, si son jóvenes, jubilados, asalariado­s o autónomos, si siguen yendo a las salas de cine o acuden a los estadios de fútbol, etcétera) es “horneada” para poner en bandeja un festín de prediccion­es listas para ser convertida­s en dólares. Esto sí que son beneficios caídos del cielo. En tercer lugar, Zuboff subraya que el ciudadano es engañado por partida doble: cuando hace entrega de sus datos a cambio de unos servicios casi siempre relativame­nte triviales, y cuando posteriorm­ente esos datos son personaliz­ados y estructura­n un mundo que es más opaco que el anterior (y menos deseable), en el que se pierde cualquier atisbo de soberanía personal.

El filósofo de origen coreano Byung-Chul Han lo resume en una sola frase: “Pienso que estoy leyendo un e-book, pero en realidad el e-book me está leyendo a mí”.

Las empresas “cazadoras de datos” se apoderan sin parar de la experienci­a humana

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