El Pais (Nacional) (ABC)

Las tarjetas de crédito son cuestión de Estado en Turquía.

Con una inflación altísima y los intereses por las nubes, el dinero de plástico es una vía de crédito imprescind­ible para los turcos

- Por Andrés Mourenza

Cada cierto tiempo, la cuestión de las tarjetas de crédito en Turquía salta a la palestra del debate nacional. Ocurre porque aparecen nuevas regulacion­es, advertenci­as sobre su abuso o, en el peor de los casos, porque aumenta el número de suicidios de ciudadanos abrumados por el peso de sus deudas. Y es que una de las cosas que más llama la atención a los foráneos que residen en Turquía es cómo los bancos reparten tarjetas de crédito cual tarjetas de visita —eso sí, solo a los turcos; si eres extranjero debes pasar las 12 pruebas de Hércules antes de que la entidad acceda a concedérte­la—. También es chocante cómo de extenso es el uso que le dan los ciudadanos de este país al dinero de plástico, trampeando con ellas para llegar a fin de mes, cubriendo las deudas de una tarjeta con la otra, en una huida hacia adelante en espera de una situación mejor. La frágil existencia de la clase media turca, incluso de la propia sociedad de consumo, se asienta sobre los pilares del dinero de plástico.

Según datos del Banco Mundial, en un país con una renta per capita de 12.000 euros (dos veces y media menos que España), un tercio de la población mayor de 15 años tiene tarjeta de crédito, es decir, la penetració­n es mayor que en otros países de Europa oriental con mayor renta, como Polonia, Grecia, Bulgaria o Rumania. Durante los últimos 10 años, el número de tarjetas de crédito se ha doblado en Turquía y hay actualment­e 119 millones en funcionami­ento. Es decir, que, quienes tienen tarjeta de crédito, tienen de media más de cinco. Por comparar: en España hay unos 24 millones de usuarios y 41 millones de tarjetas de crédito en funcionami­ento.

El volumen acumulado de deuda de las tarjetas de crédito superó los 35.000 millones de euros en febrero, un incremento del 153% respecto al año pasado (cuando también había aumentado casi un 130% respecto al año anterior). Como en todo círculo vicioso, este abuso de las tarjetas es causa y efecto de la inflación. Los precios llevan desbocados en el país euroasiáti­co desde otoño de 2021 y, pese a que la nueva Administra­ción económica ha implementa­do una agresiva política de subidas de tipos de interés (actualment­e del 50%), la tasa de inflación no baja del 65%. Con los préstamos muy restringid­os y su precio por las nubes, los ciudadanos turcos, que temen que los precios sigan subiendo, adelantan sus compras y lo hacen con las tarjetas de crédito, que permiten pagar a varios meses vista, esto es, cuando su dinero tendrá un menor valor relativo.

Preocupaci­ón del Gobierno

En lo personal, esto permite a las familias turcas mantener cierto nivel adquisitiv­o. A nivel macro, sin embargo, no hace sino incrementa­r el alza de precios, que a futuro redundará en el empobrecim­iento personal. La demanda interna ha sido uno de los principale­s motores del crecimient­o turco de los últimos años, pero también del alza de precios, explica el economista Mustafa Sönmez, así que el Gobierno busca ahora “enfriar la economía y la demanda”, ya que el aumento de tipos no ha sido suficiente para rebajar la inflación. Por el momento, se ha ordenado a los bancos reducir el número de plazos que ofrecen en los pagos con tarjeta de crédito de 12 a un máximo de tres y se ha restringid­o la cantidad de efectivo que puede adelantar cada tarjeta. Sönmez cree que la política aún será más restrictiv­a tras las elecciones del pasado fin de semana. Tras estos comicios, el Gobierno dispone de un horizonte de varios años sin tener que responder ante las urnas, cuando se aplicarán las “recetas amargas”, según los analistas.

Pero hay un problema: la adicción a las tarjetas no es solo consumismo desaforado. Los estudios muestran que la mayor parte del gasto que se hace con ellas se dedica al pago de alimentos, combustibl­e y educación. Por tanto, una restricció­n excesiva al crédito que suponen las tarjetas podría poner en dificultad la superviven­cia de muchísimas familias. Como dice una fuente bancaria: “Es imprescind­ible controlar el tema de las tarjetas, pero veremos si se pasan de frenada o no. Es un equilibrio muy delicado”.

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OZAN KOSE (AFP / GETTY IMAGES) Fila de cajeros automático­s en Estambul.

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