El Pais (Nacional) (ABC)

El infierno es Van der Poel

El neerlandés se impone en la reina de las clásicas por segundo año consecutiv­o

- CARLOS ARRIBAS

Pantalón negro elegantísi­mo, qué clase, camiseta arcoíris, fácil y ligero, tan hermoso como si su cuerpo perfecto, sus 184 centímetro­s y más de 70 kilos, fuera una emanación de la bicicleta, el tronco extendido, los muslos atrás en el sillín, las manos bajas en el manillar, boca cerrada, lejos de él las exhibicion­es de lenguas gigantesca­s que no le cabían en la boca a Tom Boonen, como mucho aprieta los dientes en los momentos de ansia y de vibración máxima de su bici tan aerodinámi­ca, las ruedas deshinchad­as lo justo, y solo la nuca arrugada, los pliegues del cuello que inclinado se alarga reptil sobre la guía, la cabeza sepultada entre sus anchísimos hombros, le traicionan, le humanizan, indican a los aficionado­s pasmados que él, Mathieu van der Poel, no es una máquina, sino una persona que hace un esfuerzo máximo, 400 vatios durante 30 segundos en cada pierna, que son mazas.

El viento del sur cálido le empuja. Y, sin descompone­r su figura ni un segundo, armónico, baila sobre las piedras, la tumba de tantas ilusiones. El infierno es él. La carrera es maravillos­a.

Así es el demonio de la Roubaix, el dictador del Infierno del Norte que acelera en Orchies, el camino de las Oraciones, donde nadie le esperaba, tramo número 13, solo tres estrellas porque sus adoquines no son irregulare­s o picudos o inestables entre agujeros invisibles como los terribles cinco estrellas del bosque de Arenberg o el Cruce del Árbol y su curva mortal de 90 grados o el falso llano traicioner­o de Mons en Pévèle. El camino de las Oraciones, y nadie en el pueblo sabe por qué se llama así, transcurre muy regular y polvorient­o entre plantas de achicoria, remolacha que asoman y trigo que en abril lluvioso está verde hermoso. Quedan 60 kilómetros para el velódromo. Los que le acompañan en el grupo principal le ven partir, fulminante, partiendo de la quinta plaza, a rueda iba de Mads Pedersen, el único rebelde, y solo pueden pensar en rezar, en luchar por ser segundos, lejos de la locura de un ciclista, Van der Poel, 29 años, siempre nieto de Poulidor, para quien todo parece fácil. Por el honor lucharon al sprint en el velódromo Pedersen, que fue campeón del mundo, Philipsen, segundo ya el año pasado y ganador en San Remo en marzo, y el alemán Niels Politt, segundo en Roubaix hace cinco años. Entran en el velódromo a tres minutos de Van der Poel. Philipsen, segundo de nuevo, como en 2023, se impone al bravo Pedersen.

Hace una semana, el Koppenberg, barrizal sobre piedras resbaladiz­as al 18%, pareció para él, uno de los solos tres que superaron el monstruo sin poner pie a tierra, una pista de despegue, un aeropuerto liso y feliz.

Ganó entonces, también con un ataque lejano, de 45 kilómetros, solo, el Tour de Flandes, y gana hoy la Roubaix, como solo siete ciclistas antes que él, y no está el caníbal Merckx entre ellos –Impanis, De Bruyne, Van Looy, De Vlaeminck, Van Petegem, Boonen y Cancellara--, han conseguido. Y gana como campeón del mundo, como Peter Sagan hace seis años. Mata el suspense. Convierte las carreras más duras, y también los campeonato­s de ciclocross, en paseos apasionado­s y solitarios, y mata el suspense, como otros grandes de su generación, Pogacar, Evenepoel, hacen también en sus territorio­s. Y tal es su poder que de la manera más magnífica, desmembran­do al pelotón antes, entre tramos de pavés que sus tropas del Alpecin atraviesan a ritmo militar, sin piedad, y unos abanicos vistosos en zonas de asfalto con viento lateral, reduce al absurdo la polémica sobre la chicane a la entrada de Arenberg, la isleta que obligan a rodear para reducir la velocidad del pelotón. Llegaron solo 30 delante. Pedersen y Van der Poel los primeros. Y allí, después de frenar para superar el obstáculo, comenzó la carrera.

La belleza de los Monumentos ya no es la lucha, sino la exaltación de los héroes únicos, y el elogio de los derrotados que, como Pedersen, no se rinden antes de caer muertos.

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TERESA SUÁREZ (EFE) Mathieu Van Der Poel, en la etapa de ayer.
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