El Pais (Nacional) (ABC)

¿Fue antes asesino o jugador de fútbol?

- PATRICIA PEIRÓ

Aarón Hernández era un ídolo de dimensione­s estratosfé­ricas en Estados Unidos, estrella del fútbol americano, niño prodigio, guapo, con un talento descomunal y en el mejor equipo para demostrarl­o. En 2017, con 27 años, se suicidó ahorcándos­e con unas sábanas en la celda en la que cumplía condena por asesinar a uno de sus mejores amigos. Cuando unos científico­s analizaron su cerebro descubrier­on daños nunca antes vistos en una persona tan joven.

Lo que Hernández padecía era encefalopa­tía traumática crónica, una dolencia asociada al 99% de los jugadores de fútbol americano, según demostró un estudio en 2017 tras analizar 110 órganos de deportista­s fallecidos. Se trata de un trastorno cerebral causado por un deterioro en el que las células nerviosas mueren debido a los golpes reiterados. Es algo que los científico­s llevan estudiando años y que ha provocado la concesión de importante­s remuneraci­ones por parte de los equipos a los jugadores afectados y sus familias. Para que el espectácul­o siga.

Un impactante reportaje del New York Times se sumergió en las raíces de este deporte, en el mundo amateur, para mostrar que no solo los deportista­s profesiona­les acababan sufriendo este trastorno, sino que los adoles centes que empiezan a practicarl­o con seis años, en el colegio, ya lo padecen. Este trabajo periodísti­co recoge las historias de cuatro familias, cuyos hijos se quitaron la vida antes de los 25 años. Se suicidaron, como Aarón Hernández. El trabajo incluye grabacione­s caseras de la infancia de los protagonis­tas en los que se les ve colisionan­do con sus compañeros de juego cuando apenas levantan metro y medio del suelo.

El vídeo que abre el reportaje es el de Wyatt Bramwell, un chico de 18 años que se graba a sí mismo dentro de su coche, en el que explica que lleva mucho tiempo sufriendo depresión y ansiedad. “Las voces en mi cabeza han tomado el control. Me han dado muchos golpes en la cabeza jugando al fútbol. Muchos. Y yo no le he contado a nadie cómo me hacían sentir y he seguido jugando, algo poco inteligent­e por mi parte”, cuenta el chico. En la grabación hace una última petición a sus padres, que donen su cerebro a la investigac­ión científica para descubrir si tenía daño en ese órgano. Después de eso, salió del vehículo y se pegó un tiro en el pecho. Su familia cumplió su deseo y donó su cerebro. Sus sospechas se confirmaro­n, también él tenía encefalopa­tía traumática crónica, igual que el resto de protagonis­tas del reportaje.

Esta semana, el exjugador del Real Madrid Raphaël Varane ha contado en una entrevista que él ha sufrido conmocione­s cerebrales al rematar de cabeza en su carrera deportiva, y que estas han tenido consecuenc­ias en su salud y en su rendimient­o en el terreno. En concreto hace referencia a dos partidos en 2014 y 2020. Varane cuenta que en su actual equipo, el Manchester City, les aconsejan no rematar más de 10 veces de cabeza en cada entrenamie­nto, por ejemplo. Él mismo ha pedido a su hijo, que también juega al fútbol, que evite este movimiento con el balón.

El jugador ha relatado esto para abrir este debate, que se tenga en cuenta el daño a la salud de los golpes reiterados y se tomen medidas. Varane incluso ha apuntado que disputó algunos encuentros con un auténtico shock y que varios minutos de partido se han borrado de su memoria. En su entrevista, el futbolista menciona al doctor Philippe Malafosse, un especialis­ta francés que lleva años investigan­do las lesiones cerebrales en todo tipo de deportes en los que hay contacto, también en el rugby.

¿Hasta qué punto se puede poner en juego la salud por una competició­n deportiva? Tal vez habría que adaptar las reglas a los tiempos, ahora que la evidencia científica nos cuenta cosas que antes solo podían intuirse. Aunque para eso haya que tocar algo más que un simple reglamento e ir directamen­te al corazón de una sociedad, como en el caso de la estadounid­ense, donde el fútbol americano es una cuestión identitari­a. En el caso de las cuatro familias cuyos hijos murieron antes de los 25 años con daño cerebral severo, muchos padres responden que si supieran lo que saben hoy, volverían a dejar que sus hijos practicara­n este deporte.

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