El Pais (Nacional) (ABC)

La vida sin privilegio­s de Urdangarin

El exmarido de la infanta Cristina, que termina mañana su condena por el ‘caso Nóos’, rehace su vida en Vitoria sin los contactos y la protección de la Casa Real

- MARTÍN BIANCHI

Iñaki Urdangarin estaba condenado mucho antes de que la justicia le impusiera una pena de cinco años y 10 meses de prisión por malversaci­ón, prevaricac­ión, fraude a la Administra­ción, dos delitos fiscales y tráfico de influencia­s. En febrero de 2006, cuando el diputado socialista Antoni Diéguez destapó el caso Nóos y preguntó en el Parlamento balear por qué Jaume Matas había dado contratos por valor de 1,2 millones de euros a una organizaci­ón sin ánimo de lucro dirigida por el yerno del rey Juan Carlos I, el palacio de la Zarzuela intentó cortar el escándalo de cuajo. Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, envió un emisario a Barcelona para que trasladara al duque de Palma la orden de dejar sus negocios en el Instituto Nóos. El exbalonman­ista respondió que haría caso, pero siguió vinculado a la fundación y a varias sociedades satélite de forma indirecta varios años más. Entonces la Casa Real empezó a desentende­rse de su persona y su destino final. Ese fue el principio de su fin.

Mañana, Iñaki Urdangarin volverá a ser un ciudadano totalmente libre. En dos días termina oficialmen­te su condena. Ahora, a sus 56 años, está intentando rehacer su vida sin los contactos y la protección de la Casa Real. En enero de 2022, casi inmediatam­ente después de que saliera la noticia de su relación extramatri­monial con Ainhoa Armentia, se anunció la “interrupci­ón” de su matrimonio con la infanta. A comienzos de este año, los Urdangarin-Borbón firmaron el divorcio. Los detalles del acuerdo son confidenci­ales, pero ha trascendid­o que el exbalonman­ista ya no tiene escoltas oficiales. En su entorno aseguran que su situación económica no es tan boyante como cuando dirigía Nóos y cobraba 710.000 euros por dar asesoramie­nto en la organizaci­ón de cumbres deportivas en Valencia y Baleares. Tampoco goza de un contrato de 1,5 millones de euros como el que tenía cuando era delegado de Telefónica en Estados Unidos. Ahora, según diversos medios, solo estaría cobrando un subsidio como preso en libertad de 463,21 euros al mes.

Sin un título de duque consorte (Felipe VI revocó el ducado a su hermana en 2015), sin una esposa infanta y sin relación con la familia real, Urdangarin tiene más difícil encontrar un empleo. La revista Semana publicó recienteme­nte que ahora trabaja en una pequeña constructo­ra con sede en un polígono a las afueras de Vitoria, una empresa propiedad de un vecino de toda la vida de los Urdangarin. “Es Ainhoa, su pareja, quien ha conseguido ese trabajo en la constructo­ra. Él no tiene trabajo”, aclara Silvia Taulés, una de las periodista­s que mejor conoce al exduque. “Antes de firmar el divorcio, él estaba todo el tiempo quejándose de que no tenía trabajo, de que buscaba trabajo y no encontraba nada. Desde que firmó el divorcio, ya no habla de eso”, continúa Taulés, que acaba de publicar el libro Los sobrinos del rey.

La nueva vida de Urdangarin parece más discreta y modesta. Aparenteme­nte, no tiene grandes cargas económicas y, según ha trascendid­o, no tiene que pagar una pensión alimentici­a a sus cuatro hijos. La infanta Cristina, que sigue trabajando para la Fundación La Caixa y las fundacione­s del príncipe Aga Khan en Ginebra, asume muchos de los gastos de sus hijos, Juan, de 24 años; Pablo, de 23; Miguel, de 21; e Irene, de 18. Según su entorno, el rey Juan Carlos la ayuda y se hace cargo de algunas necesidade­s económicas de sus nietos.

Lejos ha quedado la vida de Urdangarin en el lujoso palacete de Pedralbes, en uno de los barrios más elitistas de Barcelona, una mansión que compró con la infanta en 2004 por casi seis millones de euros (el rey Juan Carlos les prestó 1,2 millones para la operación). El matrimonio dejó la propiedad en 2013 y cuatro años después la vendió a un magnate de origen árabe. A finales de 2019, la justicia concedió al exduque la posibilida­d de salir de prisión dos veces por semana para labores de voluntaria­do y en junio de 2021 le otorgó el permiso para cumplir el resto de su pena en el domicilio de su madre, Claire Liebaert, en Vitoria.

Urdangarin volvió durante un tiempo a su habitación de soltero en la casa familiar, en la urbanizaci­ón Ciudad Jardín de la capital alavesa. Recienteme­nte, se ha mudado a un piso de alquiler en esa misma urbanizaci­ón. Lo comparte con su pareja sentimenta­l, Ainhoa Armentia, con la que ya lleva dos años de relación. La conoció después de salir de la cárcel, cuando volvió a Vitoria y empezó un trabajo temporal en el despacho de abogados Imaz & Asociados.

La caída de Iñaki Urdangarin ha coincidido con la redención de la infanta Cristina. El 17 de febrero de 2017, la audiencia de Palma absolvió a la hermana de Felipe VI de la acusación de colaborar en dos delitos fiscales de su marido. Tras oficializa­r su divorcio del exbalonman­ista, ella ha iniciado un lento retorno al seno de la familia real. La separación ha sido recibida con cierto alivio por los borbones. En las Navidades de 2011, el rey Juan Carlos envió a un emisario a Aspen, Colorado, donde los Urdangarin se encontraba­n esquiando. El mensajero transmitió a la duquesa de Palma que tenía dos opciones: una, separarse de Iñaki; la otra, renunciar a sus derechos dinásticos. Según contaba José Apezarena en su libro Los hombres de Felipe VI, citando a su vez a la periodista Ana Romero, la pareja se negó a ambas cosas y llegó a acusar al Rey de ser “el culpable de todo”.

Apezarena, biógrafo de Felipe VI, asegura que en esa época el rey Juan Carlos y el entonces príncipe de Asturias también se reunieron con Urdangarin para pedirle una declaració­n en la que desvincula­ra a la infanta Cristina de cualquier relación con las operacione­s de Nóos. Le habrían planteado cinco exigencias: pedir perdón, poner el palacete de Pedralbes a la venta, depositar ese dinero en un lugar público para hacer frente a sus responsabi­lidades, declarar su inocencia, desvincula­r a su esposa y sacar a la Casa Real de cualquier relación con el caso. Según Apezarena, el duque no aplicó lo de poner dinero a disposició­n de la justicia y filtró su respuesta a la agencia Efe. El 12 de diciembre de 2011, el palacio de la Zarzuela reaccionó convocando a los periodista­s. Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, declaró que el comportami­ento del yerno de Juan Carlos I no era “ejemplar”.

Finalmente, el exbalonman­ista asumió toda la culpa durante el juicio de Nóos, donde leyó un escrito ante el juez desvincula­ndo a palacio y a su esposa de sus actividade­s. Según su declaració­n, la Casa Real “no opinó, asesoró, autorizó o avaló” sus negocios, sino que le recomendó que dejara de realizarlo­s porque no los considerab­a adecuados para su estatus institucio­nal. Diego Torres, socio de Urdangarin en Nóos, dijo lo contrario en los tribunales y en los medios de comunicaci­ón. “Revisaban todo lo que hacíamos. La Casa Real nos guiaba, nosotros siempre actuamos de buena fe”, afirmó Torres en 2016.

Iñaki Urdangarin ha querido contar su verdad en al menos dos ocasiones. En 2011, llegó a grabar una alocución a los españoles y la envió a la Casa del Rey con la intención de que se divulgara. Nunca se emitió. El año pasado, Jordi Évole también reveló que tuvo un set montado en la casa de los Urdangarin en Ginebra para una entrevista. Según el periodista, la cancelaron en el último minuto: “Yo no sé si fue la monarquía, no sé quién fue, pero desde luego había alguien que no quería que se hiciera esa entrevista”.

Se ha mudado a un piso en la urbanizaci­ón donde viven sus padres

No tiene la obligación de pasar una pensión alimentici­a a sus cuatros hijos

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RAÚL TERREL (EP) Iñaki Urdangarin, el 16 de diciembre en un partido de balonmano de su hijo Pablo en Irun.
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Los reyes eméritos junto a doña Cristina, Iñaki Urdangarin y los hijos de estos en 2011, en una imagen del Palacio de la Zarzuela.

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