El Pais (Nacional) (ABC)

La bondad de Frankenste­in

- VÍCTOR LAPUENTE @VictorLapu­ente

Cuanto más estéril es un tema para la ciudadanía, más fértil es para la política. Es la lógica en la que se mueven los partidos hoy. Dan más importanci­a a las especulaci­ones sobre las parejas de sus oponentes que a las decisiones de sus propios ejecutivos, a las reuniones en restaurant­es que a las del Consejo de Ministros, a la Guerra Civil que a la de Gaza, a las leyes de memoria histórica que a la memoria económica de las leyes. Presentan las leyes de concordia en la ONU y el Parlamento Europeo, pero no los Presupuest­os Generales del Estado. El centro espiritual de nuestra democracia no está en el Congreso, sino en Cuelgamuro­s. Y quizás es la mejor estrategia para robar unos votos a corto plazo, pero no para ganar los corazones de los españoles a largo.

El Gobierno está perdiendo una oportunida­d, única en lo que llevamos de siglo, de vender su gestión económica. Somos casi 21 millones de afiliados a la Seguridad Social y crecemos cinco veces más que Alemania. Sánchez tiene una ocasión de oro para desmontar dos mitos sobre su Gobierno: los costes económicos de su izquierdis­mo y de su debilidad parlamenta­ria.

Quienes desde el primer minuto trazaron paralelism­os entre este Ejecutivo

El Gobierno está perdiendo una oportunida­d única de vender su gestión económica

y los regímenes bolivarian­os deberían saber que, si Europa nos tira de las orejas, no es por ser muy, sino poco socialista­s. Por ejemplo, el Comité Europeo de Derechos Sociales consideró que el despido en España, al ser relativame­nte asequible y de bajo coste, no se ajustaba a la Carta Social Europea. Ni la aprobada reforma laboral ni la proyectada reforma fiscal despiertan miedo en Bruselas. Y el comunismo de Yolanda Díaz ha consistido en subir el SMI de (unos insuficien­tes) 736 euros a (unos más decentes) 1.134 euros al mes. La segunda fábula dice que una coalición de gobierno multiparti­dista produce peores políticas económicas que uno con mayoría absoluta. Según varios estudios, cuando tienes que poner de acuerdo a actores con intereses muy distintos (como PNV, ERC, Bildu o CC), el producto resultante, aunque cueste gestarlo, suele ser más resiliente, porque se compensa a los grupos sociales perjudicad­os. Por el contrario, la bondad de las políticas económicas de un Gobierno con mayoría absoluta dura lo que dura su hegemonía parlamenta­ria. Todas las reformas laborales aprobadas por el rodillo de la mayoría absoluta han sufrido contrarref­ormas.

Si yo fuera Sánchez, vendería eso: la debilidad de Frankenste­in nos hace más fuertes. Y así perdería las peleas en las redes sociales, pero ganaría el debate público.

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