Referente del nacionalismo más abierto
José Antonio Ardanza, lehendakari de 1985 a 1999, pasará a la historia por encabezar el primer Ejecutivo de coalición en Euskadi, formado por su partido, el PNV, y el PSE-PSOE, y lograr, en 1988, el primer gran acuerdo de todos los partidos democráticos vascos contra el terrorismo etarra: el Pacto de Ajuria Enea, una auténtica guía política que trascendió en el tiempo y llegó a ser referente en la etapa final del terrorismo. Gobernó una etapa muy difícil, sacudida por el terrorismo y por la crisis del PNV, que solventó dignamente y hoy es emblema de un nacionalismo democrático y dialogante, del que ha sido un digno sucesor el lehendakari Iñigo Urkullu..
Ardanza, de familia nacionalista, se incorporó muy joven al PNV. Su trayectoria profesional y su salto a la política responden al clásico perfil peneuvista. Pero también se ajustaba a su forma de ser metódica y ordenada. Ardanza fue el hombre que el PNV presidido por Xabier Arzalluz eligió como lehendakari para aquella etapa tan turbulenata. Su personalidad sencilla, afable y pragmática era idónea para una etapa en la que el partido necesitaba acuerdos para que Euskadi saliera de la grave crisis provocada por el terrorismo, la conflictividad política —incluida la escisión de Eusko Alktartasuna con Carlos Garaikoetxea— y económica, y desbloquear las relaciones con el Gobierno de Felipe González, que acogió con satisfacción el relevo de Garaikoetxea.
La primera experiencia del Gobierno de coalición entre un partido nacionalista y otro no nacionalista, PNV y PSE-PSOE, con el socialista Ramón Jáuregui como vicelehendakari, se saldó satisfactoriamente. Tuvo mucho que ver con el talante dialogante de ambos. También se produjo el deshielo entre los Gobiernos central y vasco, con acuerdos importantes en materia de reconversión industrial y traspasos de competencias autonómicas, claves en aquellos momentos. Ardanza lo reconoce en su libro de memorias Pasión por Euskadi, publicado en 2011, el año en que ETA declaró el final del terrorismo.
Ardanza, en su etapa gobernante, destacaba el contraste entra la convulsión sociopolítica vasca, con el trasfondo del terrorismo etarra, y la armonía entre todos los partidos democráticos vascos. Esa armonía llegó al cénit con el Pacto de Ajuria Enea de 1988. Fue el primer acuerdo de todos los partidos democráticos vascos, nacionalistas y no nacionalistas, que pactaron que el terrorismo etarra no tenía legitimidad política alguna. Ardanza fue muy elocuente en sus memorias: “El Acuerdo de Ajuria Enea supuso la derrota política de ETA. No la derrota militar, pues siguió atentando y causando mucho dolor y muchas víctimas, pero la legitimación de la violencia quedó derrotada para siempre”. Hace dos años, con motivo del 25º aniversario de las grandes movilizaciones contra el terrorismo tras el secuestro y asesinato del concejal popular de Ermua Miguel Ángel Blanco, Ardanza, ya enfermo de cáncer, aceptó entrevistarse con EL PAÍS. Fue la Mesa de Ajuria Enea, que Ardanza presidía, la que convocó la enorme movilización en Bilbao exigiendo a ETA la liberación de Blanco. Nunca se ha reconocido suficientemente el papel histórico de Ardanza en el debilitamiento de la pesadilla terrorista.