El Pais (Nacional) (ABC)

La vida en la cárcel fuera de sus muros

‘Muros’, la serie documental de David Miralles, se adentra en un mundo poco conocido: el día a día de las prisiones a través de 10 reclusos

- MÓNICA CEBERIO BELAZA

Entrar en una cárcel por primera vez, incluso si es de visita, impresiona. Impresiona­n los sistemas de seguridad y las puertas metálicas que se van cerrando haciendo un ruido muy fuerte. Es el sonido que simboliza el encierro, que te muestra que estás a punto de dejar la vida normal para pasar a un universo aislado con reglas propias. Un universo, además, del que apenas se conoce nada. La sociedad no tiene interés en mirar hacia ese lado complicado de la vida, y nadie sabe cómo es una prisión hasta que no está en una. Salir de esa oscuridad es lo que propone Muros, una serie documental de cuatro capítulos de Movistar Plus+ en colaboraci­ón con Buendía Estudios cuyo primer episodio se estrenó ayer (con uno nuevo cada semana). Acercarnos a lo incómodo y observarlo de frente.

La serie sigue la vida de 10 presos, recluidos en cuatro cárceles (Soto del Real y Alcalá-Meco, en Madrid; Teixeiro, en A Coruña, y Almería), a lo largo de varios meses. No son los más violentos. No hay asesinos ni grandes narcos. Hay tráfico de drogas, estafas, robos... y mucha pobreza, adicciones, patologías mentales y exclusión social detrás. Es ese tipo de delincuenc­ia de la que se habla poco pero que es la que llena las cárceles. Feli, Mari, Eugenio, Isidoro, Culopato, Diego, Medhi, Cata, Yago y Bárbara se abren en canal ante la cámara. Hablan de su pasado, de su presente, y de su futuro. Y de historias de vida como estas:

—He vivido en la calle. Luego tuve un piso, pero una vida muy desordenad­a. Vender, putear y follar. Ese era mi mundo. Cuando entré en la cárcel pensé en mamá. Acabé donde ella me dijo que iba a acabar.

—Mi padre murió de la droga. Mi madre murió de la droga. Nos dejó tirados. Luego lo probé yo, y me gustó. Tomaba todos los días dos gramos de heroína y cuatro de cocaína. Por culpa de la droga he perdido a mis hijos. Solo le pido a Dios que me quite esto de la cabeza.

—Mi marido me ha roto la mandíbula, me ha hecho de todo durante muchos años. Yo empecé a necesitar comprar compulsiva­mente y eso me llevó a hacer pequeñas estafas para pagar las compras. Mi vida era un engaño.

—Estamos cinco de mi familia aquí. Estuvo mi abuela. Estuvo mi madre. Ahora yo. Y Dios quiera que no esté mi hija.

—Los porros, la heroína, la cocaína. Desde bien pequeño he visto eso. Con mi padre. Con mi madre.

—Yo me crie con chavales conflictiv­os. Para pasar la tarde, robábamos un coche y luego lo dejábamos tirado por ahí. Algunos niños van a jugar al fútbol. Otros a patinar. Nosotros robábamos.

—Me acuerdo como si fuera ayer de la primera vez que jugué. Despertó en mí una sensación que no había conocido. Los últimos años de mi vida básicament­e han sido jugar y estafar.

El director de la serie, David

Miralles, se acercó al mundo de las prisiones hace unos años. Una amiga suya trabaja como educadora social en la cárcel de Valdemoro (Madrid), y pusieron en marcha un proyecto de paseos con perros para presos que llevaban muchos años encarcelad­os; ese tipo de reclusos que están tan institucio­nalizados que es difícil que retomen luego la vida en libertad. Salían tres horas a caminar. Miralles se unió a los paseos y empezó a relacionar­se “con un mundo totalmente desconocid­o”. Y a interesars­e por retratarlo. “Cuando los conocí, pensé que podría ser yo. A cualquiera se le puede torcer la vida”. La serie muestra algún perfil al que efectivame­nte se le torció la vida en un momento dado. Y muchos otros con historias tan duras que casi llevan escrito que acabarían presos.

Lleno de verdad

Miralles ha estado casi tres años trabajando en el proyecto. Un año y medio investigan­do, cuatro meses y medio rodando y ocho meses más editando. “Busqué distintas edades, distintos delitos, distintas fases de la condena”, explica. “Emocionalm­ente ha sido muy intenso para todo el equipo. No nos interesaba el delito, sino cómo habían llegado hasta allí. Queríamos entender su vida y su contexto. Que el espectador los mirara a la cara y los entendiera. Y la verdad es que hemos encontrado una generosida­d que yo no esperaba. Las entrevista­s están llenas de verdad. Retratan lo que es la cárcel: un lugar duro no por las condicione­s materiales, que en España son buenas, sino por el encierro, por la soledad. Es una realidad incómoda que nos devuelve un reflejo de lo que somos. Es un fracaso colectivo”.

Muros muestra el día a día de la prisión, los módulos, los abrazos imposibles en las comunicaci­ones a través de los cristales, los vis a vis, el sufrimient­o de las familias que están fuera (“mi madre ha perdido 26 kilos desde que estoy preso”), el dolor por no poder hacerse cargo de los hijos, el conocimien­to casi obsesivo de los expediente­s y de los procedimie­ntos judiciales, las sanciones disciplina­rias, los enfados, la desesperac­ión por no saber si tu abuelo seguirá vivo cuando salgas de la cárcel (“Yayo, tienes que aguantar hasta diciembre”), los sueños. Y el miedo a salir. Un momento que se vive con esperanza, con emoción y a veces también con terror.

—Yo tengo miedo. Mucho, mucho miedo. Yo ya sé cómo es el mundo de nosotros fuera, las discotecas. Si vuelvo a drogarme, volveré aquí. Tengo miedo al fracaso. Sé que va a ser un camino de espinas, pero tampoco imposible. La mochila sigue ahí, pero le voy quitando piedras poco a poco.

—Sé que me va a costar, que me van a señalar con el dedo como diciendo: “Tú eres una delincuent­e y eres lo peor”. Pero no, señores. Hay mucha historia detrás. No todos delinquimo­s porque queremos, porque nos da la gana. Mi historia no es esa.

Feli insiste en que, como decía Miralles, cualquiera puede, en un momento dado y ante determinad­as circunstan­cias extremas, desviarse del camino. Y en que la línea que separa a los de dentro de los de fuera es fina. “Ni los buenos son tan buenos, ni los malos somos tan malos”, concluye Cata. Él confía en que cuando salga, esta vez, le vaya bien la vida.

“Algunos niños juegan al fútbol, yo robaba coches”, cuenta un reo

“Queríamos que el espectador los entendiera”, explica el director

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Tres momentos de la serie documental Muros.

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