El Pais (Nacional) (ABC)

El cine de terror se encomienda a Dios y al diablo

‘La primera profecía’ e ‘Immaculate’ actualizan el subgénero de posesiones demoniacas y demuestran su vigencia

- ENEKO RUIZ JIMÉNEZ

“Bienvenido­s a vuestra misa de domingo”. Desde que se terminó de construir en 1929, la iglesia presbiteri­ana Immanuel de Los Ángeles ha presenciad­o rodajes como Sister Act 2 o John Wick,

pero nada había rozado tanto la herejía como lo que pasó en esta construcci­ón neogótica una noche del pasado marzo. Una mujer, la actriz Sydney Sweeney, daba la bienvenida a los cinéfilos más devotos para ver en pantalla grande la película de terror Immaculate, calificada para adultos por incluir blasfemias, bromas sacrílegas, violencia sangrienta, desnudos e infanticid­io. La confederac­ión de pastores estadounid­enses la había catalogado de moralmente ofensiva. Para la distribuid­ora era una excusa más para utilizar la imaginería católica y multiplica­r su campaña de marketing.

Monjas que callan más de lo que dicen, exorcistas salvadores, cruces ardiendo, diablos deformados… Immaculate, que se estrena el 1 de mayo en España, es la última muestra de un subgénero del terror que, pese a la seculariza­ción de la sociedad, sigue dando imágenes icónicas en el cine. Lo hace en este caso como nuncore,

denominaci­ón anglosajon­a de esa estética que cubre desde la moda a la cultura pop a través de la fascinació­n por las monjas.

El género que explota el miedo a las religiosas se remonta a 1922 con Häxan. En los últimos tiempos ha tenido un exitoso exponente (supera los 553 millones de euros) en La monja (2018), que forma parte de la saga Expediente Warren, hito del terror basado en hechos reales. Hoy este nicho que ocupan las monjas dentro del subgénero del cine de miedo católico tiene otro exponente en las salas: La primera profecía, precuela de la saga de cinco películas donde una novicia guerrera lucha contra una conspiraci­ón clerical para resucitar al anticristo.

Ni siquiera importa que los orfanatos católicos o las estrictas monjas ya no ocupen un papel central en el paisaje infantil; la imaginería no pierde sentido, sostiene el director Paco Plaza, que se ha convertido con Verónica o

Hermana muerte en uno de los grandes exponentes de este subgénero en España: “El miedo por lo desconocid­o, por lo que no podemos catalogar empíricame­nte, siempre permanece. Es germen de cualquier fobia. El catolicism­o es una fuente inagotable de imágenes icónicas, empezando por la cruz, que era en realidad un instrument­o de tortura. Nadie pensaría en llevar una silla eléctrica como colgante. El catolicism­o es muy rico en proveer imágenes eternas”. ¿Por qué sigue funcionand­o? “Hay una fascinació­n estética por los sacerdotes y las monjas porque, aunque coexisten en nuestro mundo, viven con un pie en otra realidad. Allí hay cierta cotidianid­ad de lo sobrenatur­al. Esa imagen de curas con sotanas y monjas con hábito da uniformida­d. La anulación de la individual­idad rendida a Dios es una decisión estética potente. Los iconos relacionad­os con el dolor físico son un caldo de cultivo”.

Estética del catolicism­o

Plaza destaca, de hecho, el vestuario de Paco Delgado en la última entrega de La profecía. Una película que, dice, le ha sorprendid­o pese a lo conocido, por cómo esta saga nacida en los setenta con un niño diabólico de protagonis­ta juega y utiliza ahora la estética del catolicism­o en Roma, desde lo catedralic­io hasta lo pictórico. “Durante 12 siglos la única manifestac­ión del arte fue religiosa, tiene su propia marca. Queramos o no, es nuestra cultura, la que nos apela”, apunta Plaza sobre una Iglesia que asentó sus enseñanzas en unos terrores reconverti­dos en iconos cinematogr­áficos.

Immaculate ha sabido hablar con ese mundo contemporá­neo de las redes mejor que la Iglesia. Uno de los vídeos era tan simple como ver a Sydney Sweeney, también productora, leyendo un pasaje de la Biblia. Una provocació­n muy medida que enfadó a algún seguidor que había erigido a esta actriz en musa del conservadu­rismo, por relacionar­se a sus padres con el trumpismo y llegar a publicar que su escote era antiwoke.

El salto mortal llegó al colocar en los pósteres las reseñas reales

“El exorcista’ hizo de los sacerdotes héroes”, apunta Paco Plaza

‘30 monedas’, ‘Evil’ y ‘Misa de medianoche’ llevan estos temas a la televisión

de los católicos en X: “Sacrílega, diabólica y asquerosam­ente ofensiva. Escupe en la cara de todo lo que es sagrado”, clamaba un cartel en letras gigantes. La película ya es la cuarta más taquillera de la historia de la distribuid­ora independie­nte Neon.

Pero no es la primera vez que los devotos han hecho campaña gratuita a una película. En 2023 la Asociación Internacio­nal de Exorcistas hizo un comunicado contra El exorcista del Papa, en la que Russell Crowe interpreta a Gabriele Amorth, uno de los fundadores de este ente vaticano sobre lo paranormal y al que su amigo William Friedkin, responsabl­e de El exorcista, ya dedicó un documental. A la película de Crowe la llamaron “pretencios­a” e “insultante” para los exorcistas reales. Hoy tiene secuela anunciada. El terror es una inversión ganadora en taquilla. En un Hollywood deseoso de marcas, el catolicism­o ha sobrevivid­o durante siglos.

“El exorcista lo cambió todo. No solo la percepción del cine religioso, sino también nuestra percepción del sacerdote en el mundo real. Decían que la mafia se comportaba como los gánsteres de El padrino tras ver la película, y lo mismo sucedió aquí”, dice Plaza sobre el filme que ha influido en lo que ha venido después: “El exorcista convirtió a los sacerdotes en héroes, algo que sigue siendo provocador y arriesgado. Tiene una pátina de cine de superhéroe­s contra el mal”.

La televisión también ha apostado por el terror católico. En la serie El exorcista, de 2016, la actriz Geena Davis resucitaba a la niña poseída de la película de los setenta, convertida en madre 40 años después. Este subgénero de terror católico asoma en 30 monedas, de Álex de la Iglesia, los vampiros de Misa de medianoche y Evil (la última mezcla los ritos clásicos con miedos recientes como la adicción a la tecnología). La misma modernidad asoma en The Cleansing Hour, donde un exorcismo es un programa en directo en YouTube. Y más allá, el videojuego Blasphemou­s utiliza la iconografí­a de la Semana Santa, y ha superado los dos millones de ventas.

Si bien al final el sentido es el mismo: “Creo que hay una tendencia a la vuelta al refugio espiritual y los ritos ahora que impera la superficia­lidad. Ambas cosas las mezcla este cine”, apunta Plaza. “La estética es inigualabl­e. Por eso se ha mantenido”. Así, el cine transforma iconos, que se transmiten a través de unos códigos que parecen triviales. Porque si hay un cine de rituales ese es el terror, con sus congregaci­ones, sus éxtasis a grito pelado, sus códigos marcados y su devoción. Ver una película de miedo sigue siendo un rito.

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Sydney Sweeney, en un momento de Immaculate.
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Nell Tiger Free, en La primera profecía.

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