EH Bildu evoluciona hacia la normalidad política
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, sabe que estas elecciones vascas no van a deparar a su partido, ni de lejos, el éxito de las gallegas. Por ello, su participación en la campaña es menor y se presenta como única alternativa contra todos. Aunque ha moderado su discurso, en su estrenó anticipó que el único proyecto de PNV y EH-Bildu es un procés a la catalana. Antes había anunciado que EH-Bildu, PNV y PSE sólo se diferencian en su velocidad al secesionismo.
Este discurso de Feijoo, que juega con apariencias, choca con la realidad. Ciertamente, EH-Bildu subirá sustancialmente en estas elecciones vascas, tras absorber buena parte del voto de Podemos, y disputará la hegemonía al PNV. Pero eso no significa que Euskadi esté más cerca de la independencia que en anteriores elecciones. Al contrario. El apoyo a la secesión está bajo mínimos. La última encuesta de 40dB. para EL PAÍS señalaba que sólo el 13% de los vascos quería la separación. Menos que nunca.
En el posterrorismo, la sociedad vasca, con la irrupción de una nueva generación, ha moderado sus pulsiones soberanistas, y los partidos nacionalistas han suavizado sus reivindicaciones identitarias. En las autonómicas de 2020, EH-Bildu colocó el derecho a la autodeterminación como eje de aquella campaña: el nuevo Estatuto. Sin embargo, en esta, ha postergado el independentismo frente a los avances socioeconómicos. El 31 de marzo, en el Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca), Arnaldo Otegi reivindicó como prioridad para Euskal Herria “colocarse a la vanguardia de Europa en derechos sociales”. Y aclaró: “Primero, hay que llegar a los gobiernos y en diversas fases ya se llegará a la independencia”. Una postergación sine die equiparable al pragmatismo peneuvista.
EH-Bildu, a medida que participa en las instituciones y contempla la posibilidad de gobernar modula su programa máximo. Desde su legalización, en víspera de las municipales de 2011, ha avanzado hacia la normalización. El primer paso trascendental, que propició su legalización por el Constitucional, fue la presentación de estatutos nuevos que rechazaban la violencia política, expresamente la de ETA. En aquellas primeras elecciones ya logró un resultado espectacular: el 25% de los votos Durante un tiempo, EH-Bildu se enfocó en el derecho de autodeterminación. En 2016 Otegi viajó a Cataluña para importar a Euskadi el procés. El PNV no le secundó. Tampoco la sociedad vasca. Los intentos de Gure Esku Dago, plataforma soberanista vasca, de propiciar un clima independentista se saldaron con un fracaso. Otegi aprendió y admitió la inviabilidad de la vía unilateral hacia la autodeterminación.
El giro de EH-Bildu coincidió con la irrupción de Podemos, que ganó en Euskadi las elecciones generales de 2015. EH-Bildu comprendió que en la Euskadi del posterrorismo la estrategia de Podemos de anteponer los problemas socioeconómicos sobre los identitarios era acertada. Su alejamiento de la violencia –contribuyó al desarme y disolución de ETA– lo
compaginó con otro paso trascendente: su participación institucional y el abandono de sus actitudes antisistema. Utilizó su presencia institucional para condicionar los gobiernos en favor de las izquierdas. Con sus votos contribuyó a que Pedro Sánchez ganara la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018. EH-Bildu apoyó al Gobierno durante la pandemia y los Presupuestos de 2020, 2021 y 2022. Su referente fue el Sinn Fein que, 20 años después de los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998, estaba a punto de gobernar.
En el décimo aniversario del final del terrorismo dio otro paso importante. Otegi anunció la prohibición de los homenajes públicos a los etarras excarcelados para no ofender a las víctimas de ETA. Lo compaginó con una declaración solidaria con las víctimas: “Nunca debió producirse ese dolor”. Para entonces, EH-Bildu acudía a los homenajes de víctimas de ETA cuya presencia era tolerada, y normalizaba sus relaciones con la patronal vasca, un sector especialmente atacado por ETA.
El proceso de normalización de EH-Bildu le permite su plena participación parlamentaria, tras cumplir el compromiso de desaparición del terrorismo, reclamado por los partidos democráticos vascos y plasmado en el pacto de Ajuria Enea 1988. Pero un escalón superior es gobernar. PNV y PSE-EE, en coherencia con el suelo ético acordado en el posterrorismo, exigen a EH-Bildu –específicamente a Sortu– que complete su evolución con un rechazo a la trayectoria terrorista de ETA antes de gobernar.