Bruselas alerta del impacto de la desglobalización
El riesgo de fragmentación del mundo en áreas comerciales independientes crece día a día. La zona euro puede salir muy malparada si este fenómeno se agudiza, dado que es la región más conectada económicamente con otras zonas del mundo: sus importaciones y exportaciones con otras zonas equivalen a más del 60% de su producto interior bruto (PIB). Esto, cuando en las políticas comerciales de todo el globo se impone, por criterios geoestratégicos, la llamada seguridad económica, expone a los 20 países del área monetaria a un peligro claro. “La zona euro tiene mucho que perder por la fragmentación del comercio, aunque un mercado único más integrado podría mitigarlo”, advierte la Comisión Europea en un documento sobre el que debatieron ayer los ministros de Finanzas en el Eurogrupo.
Las restricciones al comercio en todo el mundo crecen año a año. La globalización retrocede, con bloques que se van aislando entre sí. Por un lado, China y sus satélites asiáticos; por otro, Estados Unidos, y la vieja Europa se encuentra entre esos dos mundos cada vez más sola. El FMI calcula que en 2012 apenas había unas 250 medidas proteccionistas en todo el mundo. Creció algo en los años siguientes. Pero la tendencia se agudizó con la pandemia. La covid despertó al mundo de las debilidades a las que se había expuesto con las deslocalizaciones. Después sonó otra alerta, esta bélica: la invasión de Ucrania por Rusia. En 2022 las restricciones al comercio se acercan a 3.000, apunta el FMI.
La situación coge a la UE con el paso cambiado y perdiendo competitividad frente a otros bloques. Eso acaba por notarse en las ventas a terceros. “En un contexto de desaceleración del comercio mundial, las exportaciones de la zona euro se han ralentizado desde septiembre de 2022”, constata el documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS. La Organización Mundial del Comercio apuntala esta tesis al calcular que en 2023 las transacciones en el globo cayeron un 1,2%, mientras que en la UE retrocedieron un 2,6%.
“Los altos precios de la energía en la zona euro sitúan a las empresas europeas en desventaja en los mercados globales”, empiezan por decir los economistas de la Comisión. Admiten que ahora esas cotizaciones están por debajo de los máximos que se alcanzaron a finales de 2022, pero subrayan que “permanecen altas respecto a los años anteriores a 2020”. También la pérdida continuada de productividad desde hace décadas lastra a Europa.
El freno en la globalización, subraya la Comisión, no lo provocó la pandemia ni la invasión de Ucrania. Viene de antes. Pero ambas han llevado a los países a apretar el acelerador. Ahí es cuando el concepto de “seguridad económica” y sus consecuentes medidas empiezan a tomar cuerpo y esto habría acentuado las grietas en el comercio mundial: “Muchas empresas y países, incluidos los de la zona euro, se han esforzado por diversificar las cadenas de suministro y garantizar la seguridad de abastecimiento de insumos estratégicos y críticos, aun a costa de mayores costes de producción. Esto ha contribuido a una fragmentación de las reperiodistas laciones comerciales en función de la cercanía geopolítica. El comercio exterior de la zona del euro con algunos de los principales socios se ha visto afectado negativamente, especialmente con el Reino Unido —con el impacto del Brexit—, China y Rusia”, exponen.
La advertencia no implica que la Comisión vaya a dar un volantazo en su política comercial. Sí se reclama cautela, equilibrio y medidas compensatorias, como la profundización en el mercado único de capitales: “La zona euro necesita disminuir el riesgo, diversificar y rebajar sus dependencias estratégicas para mejorar su resiliencia económica”.
El documento no señala a ninguna zona concreta del globo cuando habla de reducir el riesgo y las dependencias, pero ahí es evidente que la Comisión Europea mira, sobre todo, a China. La UE necesita al gigante asiático si quiere tener garantizado el suministro de equipos y materias primas clave para la transición energética.