El Pais (Nacional) (ABC)

Cómo conseguí que mi empresa valga 1.000 millones de euros

Los ‘unicornios’ españoles tienen un alto componente tecnológic­o. La financiaci­ón futura de proyectos será más difícil por el alza de los tipos

- Por Josep Catà

Tener los pies en la tierra no impide a veces creer en cuentos de hadas. Así lo demuestran algunos episodios de la historia económica de España, que pese a tener una rica colección de refranes que destilan un crudo realismo, no ha evitado en varias ocasiones lanzarse a los brazos de euforias burbujeant­es. Uno de estos dichos lo formuló Francisco de Quevedo en el siglo XVII: “Solo el necio confunde valor y precio”. Es también la frase que le viene a la cabeza al inversor Luis Martín Cabiedes cuando se le pregunta por un animal mitológico que ha recorrido el mundo, y también España, en los últimos años: el unicornio.

El nombre de este mágico caballo blanco de un solo cuerno es el que se usa para designar, en el mundo del emprendimi­ento tecnológic­o, a las empresas que consiguen una valoración de más de 1.000 millones de dólares, normalment­e en los mercados privados a través de rondas de financiaci­ón, aunque también las hay que siguen sosteniend­o esta valoración después de salir a Bolsa. A principios de la década pasada, cuando se acuñó el término, señalaba realmente organismos muy raros, como lo son los propios unicornios en los cuentos: se trataba fundamenta­lmente de empresas tecnológic­as, la mayoría de Silicon Valley (California, EE UU), con un alto componente disruptivo, que estaban llamadas a cambiar aspectos importante­s en el día a día de todo el mundo, y en las que los inversores estaban dispuestos a poner tanto dinero como para que su valoración superase la mítica barrera de los 1.000 millones.

Fue a finales de 2013 cuando la inversora Aileen Lee usó por primera vez en un artículo periodísti­co el calificati­vo de unicornio para designar a estos rutilantes proyectos empresaria­les. En ese momento, Lee cifró en 39 las compañías en el mundo que entraban en este selecto club. Diez años más tarde, hay entre 1.200 y 1.500 unicornios, según las diferentes clasificac­iones disponible­s. Y poco más de media docena tienen su origen en

España. El cóctel del éxito tiene varios ingredient­es: suerte, contactos, dar con un hueco no cubierto por el mercado o estar en el sector adecuado —imaginen ahora todos los proyectos de inteligenc­ia artificial— en el momento justo. Eso sí, todos los miembros del ecosistema emprendedo­r advierten de que ser catalogado como unicornio es solo una cifra, y el dinero, igual que viene se va si no se cumplen las expectativ­as de negocio. Además, todos reconocen que los proyectos empresaria­les que vienen detrás lo tendrán más difícil: el fin del dinero gratis con las subidas de los tipos de interés ha provocado que los inversores sean más selectivos y desconfiad­os.

Cabiedes, que mediante su fondo fue el primer inversor español en poner dinero en una empresa que se convertirí­a en un unicornio —en este caso francesa, Blablacar—, defiende el ecosistema de emprendimi­ento, pero se muestra “abiertamen­te crítico” con la manía de poner etiquetas a todo. “Que se haya pagado un determinad­o precio por una compañía no hace que ésta tenga ese valor. Hemos pasado por una burbuja de libro en algunas empresas tecnológic­as: ha habido retroalime­ntación, alzas de precio y contagios”, apunta. El realismo se impone en la actual coyuntura económica, y entrar en el selecto club de los unicornios es ahora más difícil, porque los inversores ya no piden solo una buena idea. Ahora, más que antes, piden los números que muestren que esta idea será rentable.

Pero ¿por qué unas empresas llegan a este estatus y otras no? Los fundadores de start-ups que llegaron a ser unicornios entrevista­dos para este reportaje —Juan Urdiales, de Job and Talent; Jordi Romero, de Factorial; Sacha Michaud, de Glovo; Juan de Antonio, de Cabify, y Avi Meir, de TravelPerk— coinciden en destacar algunos aspectos: ser flexible a la hora de modificar la idea con la que se empieza, acertar con los inversores que acompañan al proyecto, tener un equipo cohesionad­o y, sobre todo, identifica­r el potencial del mercado. También coinciden en otra cosa: pese a que la etiqueta de unicornio les ha dado publicidad y proyección, aseguran que nunca les ha quitado el sueño. “Lo más importante de convertirn­os en unicornios fue que nos permitió capitaliza­rnos y no perder el control de la compañía. Las valoracion­es son algo muy vanidoso, gusta mucho, ayuda a la visibilida­d, pero no es lo relevante. Lo importante es tener una solución que funcione para tu cliente”, afirma Romero, cofundador y consejero delegado de Factorial.

Según la clasificac­ión que CB Insights hace en su actualizad­a The complete list of unicorn companies, en el mundo hay más de 1.200 empresas que responden a esta categoría —la primera, con 225.000 millones de dólares de valoración, es la china ByteDance, propiedad de la red social Tik Tok, y la siguen gigantes como SpaceX, Open AI y Shein—. Si acudimos a otra de las biblias del sector, en este caso Crunchbase, hay 1.524 compañías unicornios que suman una valoración total de más de tres billones de dólares.

¿Y en España? La lista de CB Insights sitúa actualment­e a solo cinco empresas españolas como unicornios: Job and Talent, Cabify, TravelPerk, Recover y Factorial. Crunchbase añade también a Idealista, por la operación de venta al fondo sueco EQT que la valoró en 1.321 millones de euros. Hay más empresas españolas que han superado la barrera de los 1.000 millones en algún momento, otras que son aspirantes y les queda poco para llegar, o que son considerad­as como tal en otras clasificac­iones —hay más de media docena de rankings que hacen seguimient­o de estas empresas altamente valoradas—: Glovo, Wallbox, Fever, Edreams, Copado, Devo, Domestika, Wallapop, Flyware, Haciendas BIO o LetGo. Otras, como Paack, Typeform o Exoticca, tienen altas valoracion­es y esperan ser las siguientes en entrar en el club. Entre los equipos fundadores de todas estas empresas apenas hay mujeres, siguiendo la tendencia del mundo del emprendimi­ento en general, donde las start-ups fundadas solo por mujeres son apenas el 6% del total, según el último informe anual de Global Entreprene­urship Monitor.

Una pizca de suerte

Cabify fue el primero en adquirir este estatus. Juan de Antonio, fundador y presidente ejecutivo, explica que la clave para llegar a esta valoración es “que la compañía genere un valor relevante para la sociedad” mediante “soluciones eficientes e innovadora­s”. A esta clave le suma ser capaz de gestionar una empresa que, al atraer enormes rondas de inversión, puede disparar su crecimient­o, y “una pizca de suerte”. “La historia de Cabify hubiese sido muy distinta si hubiésemos nacido antes, puesto que la penetració­n de los smartphone­s aún era insuficien­te, o después, ya que la competenci­a podría haber sido excesiva”, reconoce el empresario. Como Romero, el fundador de Cabify también cree que ser un unicornio “no es un fin en sí mismo, no es el eje de tu plan de negocio, sino una señal de que la compañía está en la senda adecuada”.

Cuando Sacha Michaud se reunió por primera vez con Óscar Pierre, no sabía que Glovo, la start-up que estaban a punto de lanzar, terminaría siendo el segundo unicornio español. Las claves para llegar a serlo, según el cofundador de la plataforma de reparto a domicilio, fueron “la disciplina, la flexibilid­ad y la perseveran­cia para solucionar todos los problemas que surgen durante el camino”. No les han faltado contratiem­pos, especialme­nte en el ámbito de la regulación y la justicia, pero Michaud destaca la capacidad de conectar el servicio con lo que el público está dispuesto a pagar. “Al principio es todo prueba y error. Una vez que la empresa tracciona, se entra en otra fase en que se desarrolla­n procesos más escalables”. Glovo creció como la espuma desde su

España, por el tamaño de su economía, está rezagada en número de ‘start-ups’ de éxito

No hay mujeres emprendedo­ras en el club de las tasaciones milmillona­rias

fundación en 2015, y los inversores la regaron de dinero mientras se expandía internacio­nalmente, pero Michaud afirma que los fundadores que se obsesionan con la valoración de su negocio se equivocan. “Deberían enfocarse más en mejorar y optimizar sus principale­s indicadore­s internos”, aconseja.

La etiqueta de unicornio es una más en el rico vocabulari­o de las start-ups, donde abundan las palabras en inglés y conceptos como elevator pitch —el discurso de ascensor con el que convencer a un inversor en el poco tiempo que dura el trayecto— o friends, fools and family —“amigos, locos y familia”, los primeros a los que se acude para pedir dinero y empezar la empresa—. Este vocabulari­o, junto con el relato del emprendimi­ento importado de Estados Unidos, el interés de los inversores por abrir nuevos mercados y una legislació­n que todavía no estaba preparada para regular la actividad de las nuevas empresas explican en parte el nacimiento de estos proyectos, que luego se han convertido en unicornios en España y en los que, en muchos casos, como en Glovo, la rentabilid­ad de sus cuentas ha brillado por su ausencia.

El lado oscuro

Frente a la manera en que los propios fundadores explican su éxito, hay un relato opuesto, el que intenta poner negro sobre blanco una historia de crecimient­o agresivo, eliminació­n de la competenci­a mediante márgenes muy bajos y abuso de la regulación laboral para poder mantener estos precios. En el libro El club de los unicornios, la periodista Paula Solanas muestra un ecosistema de emprendimi­ento español que ha sabido imitar las tendencias de Estados Unidos para entrar en negocios tradiciona­les —el transporte de personas, el reparto a domicilio, las empresas de trabajo temporal, los anuncios de clasificad­os— mediante la digitaliza­ción, a la vez entraban en conflicto con los derechos de los trabajador­es. Y dibuja una red de emprendimi­ento no tan abierta como parece, en la que varios de los modelos de éxito tienen a los mismos inversores —destaca la presencia de los fundadores de Tuenti en varios de ellos— y se apoyan entre sí. “Han usado la tecnología para simplifica­r tareas del mundo físico y comparten una caracterís­tica básica: acumulan datos sobre nosotros sin parar, los cuales después monetizan de distintas maneras”, señala Solanas en su libro.

El emprendimi­ento tecnológic­o se ha beneficiad­o además de un contexto muy favorable: la pandemia, el confinamie­nto y el teletrabaj­o impulsaron como nunca la demanda de servicios digitales, y esto, en unos años de tipos de interés muy bajos, hizo que el dinero fluyera a mansalva. Los fondos de capital riesgo y venture capital pusieron más recursos que nunca en las empresas emergentes de tecnología, disparando sus valoracion­es: en 2021, el ecosistema mundial de las start-ups recibió 643.000 millones de dólares de inversión. Ahora el contexto ha cambiado, las empresas tecnológic­as en general han pasado por dificultad­es tras la normalizac­ión de la demanda una vez la pandemia quedó atrás, que compensaro­n con recortes de gasto mediante despidos masivos. Para colmo, el dinero dejó de ser gratis y el grifo de la financiaci­ón se cerró.

De esta euforia también se benefició el ecosistema español, donde más de una docena de empresas en algún momento alcanzaron la valoración que les dio el título de unicornio. Mientras algunas siguen ahí, como Factorial o TravelPerk, otras han perdido la categoría al venderse a terceros y ver rebajada su valoración (Glovo) o después de salidas a Bolsa que rebajaron la euforia inicial (Wallbox).

Juan Urdiales, fundador de Job and Talent, explica que el mercado “ha cambiado absolutame­nte en los últimos dos años”. Primero con el cambio de tendencia en las compañías que están en Bolsa en 2021, con una caída del valor de las empresas tecnológic­as que luego afectó a las no cotizadas. “El mercado pasó de pedir crecimient­o a toda costa y de valorar las compañías según las métricas de ingresos o margen bruto, a valorarlas en función de la rentabilid­ad. La inflación y la subida de tipos ha restringid­o la liquidez, y parte de la inversión se ha ido a renta fija o a deuda, con lo que hay menos liquidez en los fondos de capital riesgo”, abunda Urdiales. En su caso, cree que se beneficiar­on de la etapa anterior, que permitió a la empresa superar los 1.000 millones de valoración a principios de 2022: “En el contexto actual no sabemos qué habría pasado. Pero si el Job and Talent de 2021 saliera a captar dinero en 2023, la valoración sería más baja de lo que fue”. En endurecimi­ento del entorno también puede tener una lectura positiva como la que hace el cofundador de Glovo: “Tener valoracion­es más realistas es bueno. Hace que las empresas se centren más en definir su camino, ser rentables y construir modelos de negocio sostenible­s”.

Este freno se ve en el ritmo de nacimiento de unicornios en el mundo. Según Pitchbook, alcanzó su máximo en 2021, con 626 empresas que entraron en esta categoría. Al año siguiente el número bajó a casi la mitad, con 355 unicornios. En 2023 fueron 101, y en lo que llevamos de año se han creado solo 37. En España, el último caso de éxito fue la barcelones­a Factorial, en octubre de 2022, cuando

cerró una importante ronda de inversión que le aupó a esta valoración. España, teniendo en cuenta el tamaño de su economía, va algo por detrás de otros países comparable­s a la hora de parir unicornios, aunque la casuística es muy variada: según la lista de CB Insights: Francia tiene 26 empresas en este club, Alemania 31, pero Italia tiene solo tres y Portugal ninguna.

Esta diferencia se explica por la menor inversión. Según el informe Tendencias de inversión en España 2023, del Observator­io del Ecosistema de Start-ups en España que tiene la Fundación Innovación Bankinter, la inversión en proyectos emprendedo­res fue el año pasado de 2.331 millones de euros repartidos en 382 operacione­s, lo que supone una fuerte caída del 32,2% en la cifra total de inversión, aunque el número de operacione­s se redujo menos, un 10,3%. El informe señala que los números siguen siendo mejores que los de 2020, el año anterior al récord —cuando se invirtiero­n casi 4.500 millones de euros en 413 operacione­s—, pero también apunta que “ha habido una reducción en el tamaño de las rondas de inversión, probableme­nte debido a una disminució­n en las valoracion­es de las start-ups”. Y que la participac­ión de los venture capital (fondos de capital riesgo que invierten en las fases iniciales de las empresas), los family office (vehículos de inversión de los grandes patrimonio­s) y los business angels (inversores que participan normalment­e en el nacimiento de los proyectos) se ha reducido y solo ha aumentado la participac­ión de los fondos corporate (la inversión que viene de grandes multinacio­nales, normalment­e para tomar el control) y la inversión pública.

Desinversi­ones

Otro dato interesant­e es el número de desinversi­ones o exits, es decir, la venta de la empresa a un tercero, que es lo que, junto con las rondas de inversión, determina la valoración que se hace de una empresa. En 2023 hubo 53 operacione­s de este tipo, un 33,7% menos que el año anterior, por un volumen total de 1.002 millones de euros, un 28% menos.

El cofundador de TravelPerk, Avi Meir, coincide en que “los inversores se han vuelto más prudentes”, pero ve el vaso medio lleno: “Eso no limita las oportunida­des a aquellas empresas con un plan de alto crecimient­o, sostenible y realista”. Con todo, la situación actual sostiene la tesis inicial de Cabiedes: “Yo esto ya lo he visto antes. Habrá un ajuste, se frenará mucho la inversión, y se volverá a poner la rueda en marcha. Peor fue el parón en el 2000, y luego vinieron años buenísimos”. De momento, en la relación entre precio y valor vuelve a primar el realismo, y animales mitológico­s como los unicornios dejan paso al sentido común que reivindica Cabiedes: “El precio es lo que pagas, el valor es lo que obtienes”.

Los días de vino y rosas se fueron: los fondos no solo exigen crecimient­o, también rentabilid­ad

Muchos casos de éxito se basan en modelos que sacan partido de los datos de los clientes

La demanda de servicios digitales durante la pandemia disparó algunas valoracion­es

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VICENS GIMÉNEZ Avi Meir, cofundador y consejero delegado de TravelPerk, en Barcelona.
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V. G. Jordi Romero, cofundador y consejero delegado de Factorial.

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