El Pais (Nacional) (ABC)

La creciente divergenci­a entre EE UU y Europa

La influencia de la Reserva Federal complica el escenario deseado de bajadas de tipos de interés

- Raymond Torres es director de coyuntura de Funcas. En X: @RaymondTor­res_

En una economía global de vasos comunicant­es, el coste de las hipotecas que soportan las familias españolas depende sobremaner­a de las decisiones que tome una institució­n extracomun­itaria, la Reserva Federal estadounid­ense. Este estrecho vínculo entre nuestro entorno económico en general y la política monetaria de EE UU ha quedado patente tras conocer dos hechos relevantes: la resilienci­a de la inflación en ese país y las señales de fortaleza de su economía. Estos vigorosos resultados contrastan con la debilidad de la coyuntura en Europa y la desescalad­a del IPC, variables que, tras la comprensib­le decisión del BCE esta semana, abrían la puerta a una senda sostenida (y muy esperada) de recortes de tipos de interés.

Sin embargo, la relajación se complica ya que algunos miembros del BCE no dudarán en aludir a los riesgos que comporta un desacoplam­iento con respecto al gigante estadounid­ense. En todo caso, todo apunta a que la Reserva Federal querrá asegurarse de la transitori­edad del repunte de los precios antes de reducir el precio del dinero. De momento, el IPC en la primera potencia económica del mundo parece anclado en el entorno del 3,5%, y con pocos visos de bajar a tenor de la fortaleza del mercado laboral y de la demanda. Dada la proximidad de las elecciones presidenci­ales, es probable que Washington opte por la prudencia ante el temor a que un recorte en los tipos coincida con un nuevo repunte de los precios.

Por su parte, la misión del BCE es aplacar la inflación, algo que ya está en vías de conseguir, con un IPC del 2,4%, justifican­do bajadas de tipos en el transcurso del año. Pero los banqueros centrales más preocupado­s por la inflación aluden al riesgo de depreciaci­ón del euro que entraña un diferencia­l creciente en el precio del dinero entre ambas economías. Sobre todo teniendo en cuenta que el petróleo, que cotiza en dólares, tiende a encarecers­e. Otro factor es la resilienci­a de la inflación en los sectores de servicios. Ante estos argumentos, el BCE haría bien en mantener su intención de ajustar los tipos en junio: de no hacerlo, se expone a ir a contracorr­iente de las necesidade­s de su economía, algo que podría también pesar en el valor del euro. No obstante, no está claro que ese sea el camino más allá de junio.

La inflexión debería tener pocas consecuenc­ias para la marcha de la economía española en el corto plazo, a diferencia de otros socios comunitari­os. Pero presenta riesgos añadidos para la inversión y las cuentas públicas, dos de nuestros principale­s frentes de vulnerabil­idad. Se anticipaba un despegue de la inversión empresaria­l durante los dos próximos años, bajo de la premisa de los fuertes recortes de tipos de interés que se vislumbrab­an en el horizonte. Unas expectativ­as que ahora se enfrían, y que podrían incitar a las empresas a proseguir su proceso de desendeuda­miento.

En cuanto al déficit, el tirón de la economía debería acercarnos al objetivo del 3% de aquí a finales del próximo ejercicio. Más allá, sin embargo, las cosas se complican por el doble efecto de los tipos de interés en los costes financiero­s del Estado y en la inversión, factor crucial para asegurar un crecimient­o sostenido y una sólida base recaudator­ia. En caso de debilidad persistent­e, las normas fiscales europeas —en particular la que atañe a la deuda, que es la que más va a incidir— exigirían un ajuste fiscal difícil de asumir, y por tanto inverosími­l: nuestras cuentas deberían dejar atrás abruptamen­te el déficit primario —fuera de intereses— para arrojar un excedente cercano al 1% del PIB, algo que solo es posible con fuertes incremento­s de impuestos o recortes de gasto difícil de asumir. Ante la eventualid­ad de una política monetaria más restrictiv­a de lo previsto, urge una estrategia para desatascar la inversión y corregir los desequilib­rios presupuest­arios, aprovechan­do la ventana de oportunida­d que nos concede el tirón coyuntural de la economía.

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