El Pais (Nacional) (ABC)

Irán cruza una línea roja para ganar fuerza en Oriente Próximo

Los expertos creen que Teherán busca recuperar el equilibrio en la región

- T. D. B.

Los enormes carteles colgados de los edificios de Teherán son un medio de propaganda para el régimen islámico de Irán desde 1979. Ayer, un inmueble de la plaza de Palestina de la capital iraní amaneció cubierto con una enorme pancarta que mostraba una bandera israelí desgarrada ondeando frente a una lluvia de misiles. “La próxima bofetada será más fuerte”, decía el cartel, en persa y en hebreo.

Ese mensaje es la plasmación gráfica de declaracio­nes como las del jefe de Estado Mayor iraní, el general de división Mohamed Bagheri, que ha amenazado con una acción “considerab­lemente más severa” que la andanada de drones y misiles de la madrugada de ayer si Israel toma represalia­s contra Irán. Este militar, el presidente iraní, Ebrahim Raisí, y los miembros de la misión de Irán ante Naciones Unidas forman parte de una lista de responsabl­es que han subrayado que su país actuó en “legítima defensa”.

Sin embargo, el ataque traspasó una línea roja; la de golpear en territorio de Israel. Por su parte, Irán cree que quien ha atravesado límites que considera intolerabl­es es Israel. Como sucedió, sostiene, el 1 de abril. Aviones israelíes bombardear­on ese día el recinto de la Embajada de Irán en Siria y asesinaron a un general de la Guardia Revolucion­aria, Mohammad Reza Zahedi, y a otras 15 personas.

Ese bombardeo fue solo el último hasta ahora. El pasado 25 de diciembre, Israel había matado, lanzando misiles contra su casa de Damasco, a otro general iraní de la Guardia Revolucion­aria, Razi Mousavi. Tres días después, a otros 11 miembros de ese cuerpo, también en la capital siria. El 20 de enero, al jefe de inteligenc­ia de la Guardia Revolucion­aria en Siria, el brigadier general Sadegh Omidzadeh, y a su adjunto, además de a tres de sus asesores.

“Cuando matas a un general en un edificio diplomátic­o llevas la confrontac­ión a otro nivel”, recalca Rouzbeh Parsi, jefe del Programa para Oriente Medio y el Norte de África del centro de estudios Instituto Sueco de Asuntos Internacio­nales. Cuando Irán trató de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condenara el ataque, tres miembros permanente­s del organismo con derecho a veto —Estados Unidos, Reino Unido y Francia— se opusieron y afearon a Teherán su respaldo a milicias proiraníes en Irak y Siria, a Hezbolá en Líbano y a los hutíes de Yemen. Ese mismo reproche se lo han dirigido los países del G-7, en un comunicado en el que condenan su ataque a Israel.

Irán no es una democracia y exhibe un nefasto historial de violacione­s de derechos humanos. Israel solo es una democracia para los judíos, mientras que a los palestinos les impone un régimen que ONG como Amnistía Internacio­nal y Human Rights Watch definen como un apartheid. Afronta, además, un caso de posible genocidio en el Tribunal Internacio­nal de Justicia de la ONU por su guerra en Gaza, en la que ya han muerto casi 34.000 personas, según el Ministerio de Sanidad de la Franja gobernada por Hamás. Sin embargo, Israel cuenta con un apoyo “inquebrant­able” de Estados Unidos, mientras que Washington considera a Irán un Estado patrocinad­or del terrorismo.

El ataque israelí contra el complejo diplomátic­o iraní en Damasco convenció a Teherán de que “su capacidad de disuasión” estaba siendo cuestionad­a al no responder a esos asesinatos israelíes sucesivos, recalca el analista hispanoira­ní Daniel Bashandeh.

Con ese ataque —revelado con anticipaci­ón por los medios oficiales iraníes—, que solo ha causado daños materiales menores y herido de gravedad a una niña palestina, Irán está lanzando “un aviso” a Israel y a la comunidad internacio­nal, afirma Bashandeh. Esa advertenci­a es que a partir de ahora responderá a las agresiones y se “abrirá a ataques selectivos directos”, como el de esta madrugada en Israel. El comandante en jefe de la Guardia Revolucion­aria, Hossein Salami, lo ha resumido así: “Hemos decidido poner en marcha una nueva ecuación [con respecto a Israel]. A partir de ahora, todo asalto a nuestro pueblo, nuestras propiedade­s o nuestros intereses desencaden­ará una respuesta recíproca desde el territorio de la República Islámica de Irán”.

El ataque con drones y misiles contra Israel asienta también la “credibilid­ad interna” del régimen frente a la base de la población que aún lo apoya, según Bashandeh, a pesar del empobrecim­iento de los iraníes, de la corrupción, y de la opresión que, en el caso de las mujeres, tiene como símbolo la imposición del velo. A su vez, “sirve para que el líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, y su círculo refuercen la línea dura del régimen y el apoyo interno de la élite militar, la Guardia Revolucion­aria”. Irán busca “recuperar el equilibrio de fuerzas en la región”, sostiene el analista.

Desde prácticame­nte el inicio del ataque, cuando la misión de Irán ante la ONU afirmó que con esta operación daba por finiquitad­a su venganza por el asesinato del general Zahedi, Teherán trató de subrayar el carácter medido de esa respuesta que Rouzbeh Parsi describe como “coreografi­ada”: primero, el aviso a los países del entorno en la región con 72 horas de antelación, según el ministro iraní de Exteriores; después, el anuncio del lanzamient­o de drones que tardarían unas horas en impactar. Por último, los misiles.

Sin Estados Unidos

Esos proyectile­s son el principal argumento del portavoz militar israelí, Daniel Hagari, para negar que el ataque haya sido limitado. Hagari ha subrayado que Irán lanzó hasta 120 misiles balísticos, un “factor de escalada” que buscaba causar un daño “mucho más significat­ivo” del que logró. Su narrativa apunta a que Israel trata de posicionar­se como el único con derecho a esa “legítima defensa” que también invoca Irán. Subrayando la gravedad de la agresión, Hagari resaltó el logro que representa para el país y sus aliados el haber intercepta­do el 99% de los misiles y drones iraníes.

A juzgar por su relato y el del Gobierno iraní, el conato de guerra de ayer solo tiene vencedores. También los responsabl­es iraníes cantan victoria, mientras sigue en el aire una posible respuesta israelí que podría arrastrar a ambos a un conflicto regional en el que Estados Unidos ha dado muestras de no querer implicarse.

El presidente estadounid­ense, Joe Biden, ha dicho ya a Netanyahu que no le apoyará en una represalia contra Irán. “Si los israelíes muestran moderación, entonces todo el mundo se irá a casa fingiendo ser el vencedor y se considerar­á que Irán ha llevado a cabo una jugada inteligent­e. Si los israelíes se niegan a seguir ese juego y hay una escalada que desemboque en una guerra abierta, todo el mundo dirá que Teherán ha cometido un error”, destaca Parsi.

Este sábado, Vali Nasr, experto en Irán de la Universida­d Johns Hopkins (Maryland), reconocía en la red social X: “Irán ya ha obtenido varias victorias. Europa y los Estados del Golfo se han encontrado en la situación indeseable de pedir moderación a Irán, lo que les impone la responsabi­lidad de frenar también la respuesta de Israel (...). Esto contribuye en gran medida a lograr el objetivo de Irán de establecer un sistema de disuasión con Israel”.

Mientras llega —o no— esa reacción israelí, el Irán oficial da muestras de alborozo. Mohammad Marandi, un intelectua­l que ejerce de portavoz oficioso del régimen y a quien se considera muy cercano a la línea dura de la República Islámica, se jactó ayer de que el ataque había sido “una pequeña bofetada en la cara” de Israel.

“El ataque asienta la credibilid­ad interna del régimen”, considera un analista

“La próxima bofetada será más fuerte”, se lee en un cartel de la capital iraní

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MAJID ASGARIPOUR (REUTERS) Un grupo de personas caminaba ayer bajo un mural antiisrael­í en una calle de Teherán.

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