Calma, turistas y rezos tras una noche insólita en Jerusalén
La ciudad vieja recupera la normalidad tras el ataque, que sorprendió a judíos, musulmanes y cristianos
“Jesús protege a Jerusalén”, asegura Jason, un peregrino indonesio de 29 años en plena Vía Dolorosa. Lo celestial y lo terrenal fueron más que nunca de la mano en la ciudad santa durante el ataque desde Irán con drones y misiles en la madrugada del domingo, pocas horas después de la llegada de Jason. A pesar de los más de seis meses de guerra transcurridos, se trata de una agresión inédita. La mayoría pensaba, en un territorio acostumbrado a la convulsión, que Jerusalén, sagrada para judíos, cristianos y musulmanes, quedaría fuera de la trayectoria de los proyectiles. Pero, más allá de la sorpresa tras el ataque, sin muertos ni daños materiales, a primera hora de ayer reinaba la calma entre los muros de la ciudad vieja. Sin importar la religión que profesen, no son pocos los que, como el indonesio Jason, se aferran a su fe y sus creencias para explicar que el amparo divino mantuvo intacta a la ciudad. Así, los comercios y cafetines abrieron como cualquier otro día, aunque los vecinos y tenderos comentaban de soslayo lo movido de la noche.
Algunos, sin embargo, ni se levantaron de la cama cuando a la 1.45 del domingo (una hora menos en la España peninsular) empezaron a sonar las alarmas y el cielo se iluminó con los proyectiles iraníes y con la respuesta del sistema antiaéreo israelí. El ataque, anunciado desde algunas horas antes, hizo que, cuando se activaron las sirenas, otros se instalaran durante un rato en refugios que hay en cada edificio o vivienda antes de acostarse de nuevo tras comprobar que la ofensiva había sido de apenas unos minutos.
Jason discurre por los callejones de la Vía Dolorosa, por donde Jesús cargó la cruz, junto a otros 38 compatriotas en dirección al Santo Sepulcro. Se cruzan con un grupo de cristianos llegados de la India a los que acompaña el padre Jerish, salesiano de esa nacionalidad, aunque residente en Jerusalén, durante las diferentes estaciones del Vía Crucis por el barrio cristiano y musulmán.
Ninguno de los consultados afirma haber pasado miedo. Anne, un cristiano de 72 años llegado desde Países Bajos, avanza junto a su mujer, Betty, de 71. Permanecieron durante una media hora en el refugio habilitado en el edificio donde se hospedan hasta final de abril y que, después, les costó conciliar el sueño. Él abre las manos con las palmas hacia el cielo y recurre a la Biblia y a explicaciones sobrenaturales.
La sonrisa no desaparece del rostro de Sudarshani, una mujer de 36 años llegada desde Sri Lanka hace solo un mes para trabajar como cuidadora con una familia israelí en Bet Shemesh. Ha viajado desde esa localidad a una treintena de kilómetros para asistir a una ceremonia de rito budista. Como la inmensa mayoría de los consultados —muchos prefieren solo dar su nombre— asegura no estar atemorizada. Tampoco Mazen Izhiman, de 65 años, que regenta intramuros un establecimiento donde se tuesta y prepara café desde 1921. La ofensiva le pilló dormido, pero está casi seguro de que no irá a más. “Israel está arropado por EE UU y Europa”, argumenta. La ofensiva iraní tampoco ha hecho mella en la normalidad en torno al Muro de las Lamentaciones. “Pensábamos que no iban a atacar aquí en Jerusalén”, reconoce Jacques, francés de 45 años.