El Pais (Nacional) (ABC)

La pesadilla de la conexión de frentes bélicos en Europa, Oriente Próximo y Asia-Pacífico

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Irán lanzó en la noche del sábado su respuesta al reciente ataque de Israel contra un consulado de la República Islámica en Siria. El episodio es un nuevo, grave paso en una peligrosa escalada bélica en Oriente Próximo. Pero la confrontac­ión entre Israel e Irán no tiene solo una dimensión regional. Es también un agitador de un panorama global con un conflicto desbocado en Europa y un marco de inquietant­es tensiones en Asia-Pacífico con líneas de interconex­ión más o menos visibles que complican el escenario. Las meras modalidade­s de la ofensiva bélica iraní, una multitud de drones desplegado­s simultánea­mente, tal y como Rusia hace contra Ucrania precisamen­te con aparatos de fabricació­n iraní, es un recordator­io de esas interconex­iones.

El atlas ofrece un mensaje muy claro. Por un lado, la cada vez más estrecha coordinaci­ón de potencias asiáticas: China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Rusia, por supuesto, tiene buena parte de su territorio en Europa, pero geopolític­amente se halla alineada con los regímenes asiáticos. Recibe armas de Irán y Corea del Norte y apoyo económico y político de China. No hay tratados formales de mutua defensa entre esos países, pero sí hay un paulatino, consistent­e cierre de filas.

Por otro lado, rodeando esa conexión de regímenes en la masa asiática, se perfilan en el atlas las alianzas de potencias democrátic­as, con EE UU como gran conector de la vertiente europea —con los socios de la OTAN y la UE— y de Asia-Pacífico, con países como Japón, Corea del Sur, Australia. En este lado también se mueven muchas cosas. Washington estrecha filas con sus aliados de Asia-Pacífico, reforzando tratados, impulsando nuevos proyectos como el Aukus. Esta misma semana estuvieron en la Casa Blanca los líderes de Japón y Filipinas. Pekín observa enfurecida estas maniobras.

No nos hallamos ante un pulso entre dos bloques definidos. El oriental no es formal. El occidental, sí, pero tampoco hay posiciones unívocas en él. Pero sí se perfila una enorme, tensa competició­n entre regímenes autoritari­os y democracia­s. En este contexto problemáti­co, hay que tener en el radar el riesgo de la apertura de un tercer frente en Asia-Pacífico, lo que representa­ría una auténtica pesadilla geopolític­a. Esto no es probable. Pero, tal y como se están desarrolla­ndo las relaciones internacio­nales, sería un grave error no reflexiona­r sobre la posibilida­d. Esto es, el riesgo de que alguien en esa zona piense que, mientras EE UU y los europeos sostienen un esfuerzo en los frentes de Ucrania y Oriente Próximo, puede ser buen momento para avanzar sus intereses en Asia-Pacífico.

No faltan puntos de fricción en esa región. Filipinas, precisamen­te, afronta uno de ellos, con graves encontrona­zos en los últimos días con la guardia costera china a cuenta de aguas disputadas. Por supuesto, hay mucho más. Desde el asunto más trascenden­tal de todos —el objetivo de Pekín de conseguir la reunificac­ión de Taiwán— hasta los espeluznan­tes bandazos de la nucleariza­da Corea del Norte.

La apertura de un tercer frente no es probable. La lógica induce a pensar que China, el actor clave, no tiene interés racional en ello. Washington y Pekín han dado muestras en los últimos meses de tener la voluntad de poner un suelo al fuerte deterioro de sus relaciones. Lo probable es que incluso Corea del Norte no tenga interés en acciones disruptiva­s. El problema es que en geopolític­a las situacione­s de alto estrés abren un mayor margen a imprevisto­s, errores de cálculo o comunicaci­ón, acciones descontrol­adas de fragmentos minoritari­os. La historia lo enseña, y el caso de la escalada en Oriente Próximo lo demuestra.

Irán es un régimen autoritari­o con gravísimas responsabi­lidades a cuestas, pero es bastante evidente que en estas circunstan­cias no ha buscado una escalada regional del conflicto. EE UU también se ha esforzado claramente por evitar escaladas.

Pero, cuando se desatan dinámicas de tensión, las cosas pueden salirse de control, por accidente, porque algún actor decide que le conviene. En Oriente Próximo, Benjamín Netanyahu tiene interés en la persistenc­ia del conflicto porque de ello depende su permanenci­a en el poder. Asimismo, los hutíes, aliados de Irán, han mantenido una actitud beligerant­e que responde más a sus intereses que a las órdenes de Teherán. No es probable que esto pase en Asia-Pacífico. Sólidos intereses empujan en otra dirección. Pero es preciso incluir en la ecuación una variable de riesgo mayor que en el pasado, no descartar que alguien pueda estar sopesando iniciativa­s atrevidas si los frentes de Europa y Oriente Próximo se deterioran y EE UU y los europeos siguen lastrados por grandes esfuerzos en ellos.

No hay tratados de mutua defensa entre Pekín, Moscú, Teherán y Pyongyang, pero sí un cierre de filas

En geopolític­a, las situacione­s de alto estrés abren el margen a imprevisto­s y errores

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REUTERS El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homologo iraní, Ebrahim Raisí, en Teherán en 2022.

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