Huella digital y despidos
Brittany Pietsch, una joven de Atlanta (EE UU), sabe que la van a despedir porque la empresa para la que trabaja como ejecutiva de cuentas, Cloudflare, lleva todo el día llamando a compañeros suyos con ese objetivo. Decide grabarlo. Un hombre y una mujer con los que nunca ha hablado son los encargados de comunicarle la mala noticia. “No has cumplido las expectativas”, le dice él. Pietsch le explica que su jefe la ha felicitado en todas las conversaciones que han tenido. Pregunta por qué no es él, su responsable directo, quien le informa del despido, y reclama insistentemente “una explicación que tenga sentido”. Al otro lado, el hombre titubea, sostiene que no puede darle datos “específicos”. Pietsch insiste: “Entiendo que para vosotros debe de ser muy fácil, pero para nosotros es muy traumático. ¿Sabéis, cuando llamáis a gente cada 15 minutos, con quién estáis hablando realmente?”. Se hace el silencio. La llamada concluye sin que le expliquen por qué la empresa, proveedora de servicios de internet, ya no cuenta con ella.
La joven comparte la grabación en su cuenta de TikTok. El vídeo se hace viral, supera los 2,5 millones de visualizaciones y recibe miles de menciones. Todo lo que ocurre alrededor de las redes sociales está ahí: hay muchos mensajes felicitándola —“Eres mi heroína”, “Te ficharía al instante”—, pero también criticándola —“Después de ver esto, jamás te contrataría”—. Otros le piden consejos de maquillaje —una marca de belleza le envía una caja de productos gratis para que los promocione—. Y, sobre todo, muchos comentarios comparten experiencias similares.
El revuelo es tal, que Mathew Prince, el consejero delegado de la empresa, con más de 3.500 empleados, responde en X con 244 palabras en las que justifica el despido —“Cualquier organización sana necesita poder echar a la gente que no desempeña bien su trabajo”—, a la vez que lamenta los modos y hace propósito de enmienda: “Me resulta doloroso ver el vídeo. Los jefes deberían estar siempre implicados. Recursos Humanos debería estar implicado. Pero [el despido] no debería ser externalizado y encargado a ellos. El error aquí fue no ser más amable y más humano. Y es algo en lo que estamos empeñados en mejorar de ahora en adelante”.
Pietsch no era la primera ni será la última. En su cuenta de TikTok admite estar “abrumada” por la repercusión de su grabación. “Me asusta todo lo que ha pasado. Tenemos poder si lo usamos correctamente, y no digo que yo lo esté haciendo. Realmente, no sé lo que estoy haciendo. Solo subí un vídeo con mi experiencia, pero sí sé lo que está bien y lo que está mal. Tenemos que fiarnos de nuestro instinto, aunque nos den miedo las consecuencias. No tenemos por qué ser ovejas. Podemos cambiar las cosas”.
Jóvenes de todo el mundo están utilizando una herramienta en la que aventajan en experiencia a sus posibles empleadores para hacerse escuchar y denunciar abusos. La red social favorita de la generación Z se ha llenado de vídeos bautizados como QuitTok donde graban cómo renuncian (quit es dimitir en inglés) a contratos precarios. La respuesta de Cloudflare muestra que las empresas empiezan a darse cuenta del peligro o del poder que puede tener sobre su reputación un simple testimonio cuando se viraliza. La empatía es, quizá, el más potente
Una joven logra con un vídeo de TikTok que el consejero delegado de la empresa que la echó se disculpe en público
instrumento de comunicación. Pero el despido de Pietsch se produjo en enero y aún no ha encontrado trabajo. Lo primero que aparece al meter su nombre en Google es su TikTok. Miles de personas se sintieron identificadas y difundieron lo que le había ocurrido, pero los empleos ya no dependen solo de la cualificación y la experiencia, sino también de la huella digital, lo que hayamos hecho en redes sociales. Esta joven quizá ha contribuido a que departamentos de Recursos Humanos revisen sus métodos, pero su coraje al exponerse solo le ha servido, de momento, para recibir una caja de productos de belleza gratis.