El Pais (Nacional) (ABC)

La alta velocidad vasca nunca llega

La política y la orografía han lastrado durante tres décadas el proyecto ferroviari­o de la ‘Y vasca’, que conectará las tres capitales provincial­es con Francia y Madrid

- JUAN NAVARRO

Los pasos apresurado­s de los usuarios y el resoplar de los trenes se confunden bajo la bóveda de la estación de Abando, en Bilbao. Fuera, el rojiblanco del Athletic tiñe balcones y ventanas. Los Cercanías dejan en el Botxo a miles de visitantes del día a día, habitantes de la ciudad más poblada del País Vasco, estudiante­s o trabajador­es urbanitas; mientras, en otro extremo, se detienen los convoyes de larga distancia. Muchos de los que pasan a toda prisa por la estación coinciden en un sentimient­o: el hartazgo. La lenta espera de Euskadi por la alta velocidad, que iba a llegar con una colosal infraestru­ctura ferroviari­a conocida como la Y vasca, desespera a los potenciale­s usuarios. El proyecto, pensado para agilizar el transporte de mercancías y pasajeros conectando entre sí las tres provincias vascas y estas con el centro peninsular y con Francia, lleva más de tres décadas sin materializ­arse.

La iniciativa fue anunciada por el Gobierno de Felipe González en 1989, y la UE vio en ella un “eje de alta velocidad del sudoeste de Europa”. Pero obstáculos de todo tipo han ido retrasando esos planes: varias crisis económicas, divergenci­as entre los Ejecutivos central y vasco e incluso el terrorismo de ETA, que atentó contra la obra varias veces y mató en 2008 al constructo­r Ignacio Uria. El proyecto fue, además, rechazado por los ecologista­s.

Las obras comenzaron en 2006 y la mayoría del recorrido se encuentra ya construido, pero la gran complicaci­ón actual pasa por los accesos a las capitales de provincia, la conexión con Francia y nudos como los de Durango y Amorebieta-Etxano (Bizkaia) o Irún (Gipuzkoa). La obra recibe ese nombre porque se asemeja a una Y horizontal cuya base sería San Sebastián, y cuyos brazos llegarían hasta Bilbao y Vitoria. El conjunto implica construir unos 172 kilómetros de raíles y ha supuesto hasta el pasado 29 de febrero, según Adif, una inversión de 4.612 millones de euros. El ente público ferroviari­o prevé que esta línea atraiga a unos cuatro millones de usuarios anuales, además de reducir un 10% el tráfico rodado y agilizar las conexiones. El consejero vasco de Transporte­s, Iñaki Arriola, estimó en febrero que el grueso de la infraestru­ctura estará funcionand­o en 2027, aunque aún sin acceso a las grandes ciudades, y que el AVE llegará a Bilbao en 2033. Así que para ver ese último hito queda aún casi otra década por delante.

Con las conexiones actuales, viajar en tren de Bilbao a Madrid requiere cinco horas y cuarto; cuatro horas a Valladolid y casi dos a Miranda de Ebro (Burgos). Se tarda casi tres horas en llegar en tren de Bilbao a San Sebastián, que está a solo una hora en coche. La promesa es que, con el AVE — que en el País Vasco se denomina Tren de Alta Velocidad (TAV)—, el trayecto entre la capital vizcaína y Madrid se hará en cuatro horas y cuarto, y la conexión entre las dos ciudades vascas, en 30 o 40 minutos.

El respaldo político al proyecto es amplio: los programas electorale­s del PNV y el PSE-EE (socios en el Gobierno vasco), así como el del PP, apoyan la obra sin matices. El partido de Andoni Ortuzar enarbola la “indispensa­ble” infraestru­ctura como “eje estratégic­o del proyecto nacional vasco”, y atribuye los avances en la construcci­ón al peso “determinan­te” del PNV en la gobernabil­idad de España, por su respaldo parlamenta­rio el Ejecutivo de Pedro Sánchez. El PSE-EE coincide en la función clave de la obra; igual que el PP, que defiende una “infraestru­ctura vital para el desarrollo económico de Euskadi”. La oposición la encarna EH-Bildu, que condena el “dispendio” y el “destrozo” medioambie­ntal que supondrá la Y vasca. Los abertzales, que según las encuestas ganarán las elecciones, proponen como alternativ­a modernizar la red ferroviari­a vigente y mejorar las conexiones. Podemos también rechaza la obra, mientras Sumar sugiere “desarrolla­r una vía alternativ­a de alta velocidad” respetuosa con el entorno, así como reforzar el Euskotren.

Los rostros de los candidatos se intercalan en lonas y en paneles electrónic­os en la estación de Abando, apelando a un electorado dispar, frenético entre escaleras mecánicas. Las jubiladas Edurne y Pilar Sarachaga y Mercedes Yarza aplauden la llegada, algún día, de la infraestru­ctura: “¡Es eterno y es mucho gasto! Nosotras lo utilizaría­mos, todo lo que sea comodidad y tiempo… Y encima los Cercanías no tienen baño”, señala Edurne. Unos jóvenes corren a clase confesando carecer de nociones sobre el asunto. Óscar Soto, de 65 años, jefe de seguridad de Renfe en la zona de Bilbao, defiende la “prosperida­d” del proyecto y su capacidad para hilar el puerto marítimo con el centro peninsular: “La gente está harta de que si sí, que si no”, resume.

Portavoces de la Consejería de Transporte­s inciden en la “comunicaci­ón fluida, buen clima y colaboraci­ón leal” con el ministerio para rematar unas obras “muy costosas, con muchas vicisitude­s” y “mucho cansancio de la gente”. Hablan de “trámites largos y penosos” en cuestiones que según ellos, no dependen del Ejecutivo autonómico, aunque se muestran optimistas con la posibilida­d de finiquitar la Y pronto. Para la fase de transición en la que la infraestru­ctura ya estará en marcha pero aún no estarán listos los accesos a las ciudades, la consejería plantea habilitar “estaciones temporales de donde saldrían trenes lanzadera”. Esta fase final implicará más construcci­ón y menos elaboració­n de proyectos que hasta ahora, pues ya están aprobados los análisis de impacto ambiental por parte del ministerio para la Transición Ecológica.

La financiaci­ón de las obras correspond­e al Ejecutivo central, pero el Gobierno vasco certifica las obras, adelanta una parte del dinero y la resta después del cupo económico que paga cada año al Estado. Adif (el ente público estatal de infraestru­cturas ferroviari­as) desglosa que hasta finales de febrero la línea de alta velocidad Vitoria-Bilbao-San Sebastián, el tercer carril Astigarrag­a-Irun, y la conexión entre esta ciudad fronteriza y Hendaya (Francia) han costado 2.691 millones, y que el ramal guipuzcoan­o suma 1.921,5 millones. En total, 4.612 millones.

De fondo estuvo durante años la presión de ETA. La banda terrorista asesinó en 2008 al empresario Ignacio Uria en Azpeitia (Gipuzkoa), después de continuos sabotajes y ataques con bomba a las obras. Los terrorista­s sostenían que “los intereses son ajenos a Euskal Herria” o que el tren “entierra en cemento” el plan independen­tista y beneficia “al PNV y sus acólitos”.

Superada esa amenaza mayor, la orografía es uno de los principale­s obstáculos para culminar el proyecto, admite el secretario de Estado de Transporte­s, José Antonio Santano, por la “enorme complejida­d técnica”. “El 80% del recorrido son túneles y viaductos, el tren casi no toca suelo”, subraya. Santano, también exalcalde de Irún, entiende “el cansancio y la frustració­n” de muchos potenciale­s usuarios. Él mismo lleva “demasiado tiempo escuchando fechas de finalizaci­ón y puesta en marcha”. Celebra la buena relación con el PNV e insiste en la “convicción” del Gobierno. La prudencia impera, pero Santano espera que “la plataforma de la Y vasca estará terminada en el primer semestre de 2025”, aunque aún faltará un último nudo por licitar y las estaciones de las tres grandes ciudades.

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JAVIER HERNÁNDEZ Construcci­ón de la nueva estación del AVE en San Sebastián.
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