El Fondo advierte de que el paro en España no bajará del 11% al menos hasta la próxima década
Prevé que el país lidere el crecimiento de las potencias europeas en 2024 y 2025
La reforma laboral de 2021 no será suficiente para conseguir una reducción rápida del alto nivel de desempleo que registra España a los estándares europeos. Así lo certifican las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que vaticinan que la tasa de paro no bajará del 11% al menos hasta 2030. La cifra cae como un balde de agua fría al Gobierno, que en su Programa de Estabilidad 2023-2026 situaba ese umbral en el 10%. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, planteó a principios de la presente legislatura el desafío de reducir el paro al entorno del 8%. Las previsiones del Fondo ensombrecen las buenas cifras del mercado laboral registradas hasta ahora.
Según los cálculos del organismo, el desempleo alcanzará el 11,6% al cierre de este año y caerá hasta el 11,3% en el próximo. Aunque en definitiva supone un recorte sin precedentes respecto al nivel alcanzado en plena crisis sanitaria —cuando superó el 16%—, sigue muy por arriba de la época dorada del ladrillo y casi duplica las previsiones para el conjunto de la zona euro que son un 6,6% para 2024 y un 6,4% para 2025.
La proyección del Fondo debería servir de acicate para agilizar el diálogo entre los agentes sociales para la reforma de los subsidios por desempleo, tras el fracaso en la aprobación del real decreto presentado por Gobierno en el Congreso de los Diputados en diciembre de 2023. El cambio era importante porque, según el Ejecutivo, el nuevo sistema incentiva la incorporación al mercado laboral. Con la reforma del subsidio, las autoridades pretendían alcanzar el pleno empleo.
La semana pasada, el organismo advirtió en su Artículo IV sobre España —el documento donde analiza el desempeño y los riesgos de los países — que se necesitan políticas adicionales a la reforma laboral de 2021 si se quiere conseguir una mayor estabilidad del empleo. En concreto, el documento señalaba: “Incrementar las cotizaciones para la prestación por desempleo por parte de empleadores con mayor rotación de personal podría desalentar excesivas transiciones entre actividad e inactividad bajo los contratos fijos discontinuos, que a su vez deberían estar sujetos a un monitoreo más preciso utilizando información estadística adicional”.
Las previsiones ofrecidas por el Fondo contienen otra noticia agridulce sobre la salud fiscal de España. El robusto crecimiento de la economía, cuyo PIB avanzará a un ritmo del 1,9% en 2024, permitirá que la ratio de deuda se reduzca por cuarto año consecutivo tras la pandemia, dejando en un recuerdo muy lejano esos picos superiores al 120% sobre el PIB. El FMI pronostica para 2024 que el pasivo de las administraciones públicas se situará en su conjunto entorno al 106%, la misma estimación que fijó el Gobierno en el plan presupuestario enviado en octubre a Bruselas, pero todavía muy lejos del nivel prepandemia. Para 2025 alcanzaría el 104%, pero no bajaría de esa cuota hasta al menos el 2029. Bajo estos cálculos, el país llegaría a diciembre con un déficit del 3,1%, es decir, una décima por encima al objetivo de estabilidad planteado por Economía. En el ejercicio siguiente conseguiría de lleno el 3% y se mantendría entre esos rangos durante el resto de la década. Es decir, que el organismo cree que España será incapaz de rebajar el déficit por debajo del 3% del PIB, la barrera bajo la cual Bruselas pone en vigilancia a los países, hasta al menos la próxima década.
Baches
Estos baches, sin embargo, no evitan que el país lidere el crecimiento entre las grandes potencias europeas. El Fondo afianza la previsión de que será así durante los próximos dos años. En 2024, prevé que el PIB repunte hasta el 1,9%; cuatro décimas más respecto a lo que esbozaba en enero y pulveriza los pronósticos de sus principales socios —como Alemania (0,2%), Italia (0,7%) y Francia (0,7%)—, afectados en mayor medida por las altas tasas de interés impuestas por el Banco Central Europeo (BCE) y por las consecuencias de la guerra de Ucrania. La racha seguirá en 2025 con un avance del 2,1%, mientras que en la eurozona apenas será del 1,5%.
A cambio de mantener en pleno rendimiento la locomotora económica, España terminará este ejercicio con una mayor inflación que sus vecinos. En concreto, el organismo vaticina una tasa del 2,7%, tres décimas más que para el conjunto de la región. La diferencia se achaca principalmente al fin de las ayudas para paliar la crisis inflacionaria y al alto coste de los alimentos. De acuerdo con Miguel Cardoso, economista jefe para España en BBVA Research, este componente evita que la reducción del IPC sea menos intensa que en otros países.
A ello se suma el petróleo, que desde finales de 2023 acumula una subida de casi el 20% tanto por los tijeretazos de oferta de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) como por los ataques ucranios sobre instalaciones petroleras rusas. “España ha invertido mucho en la reducción de los precios de transporte por carretera porque es crucial para el comercio. Cualquier aumento en el coste de la gasolina implicaría una pérdida de competitividad y tiraría al alza la tasa de inflación”, añade el analista.
El Fondo considera además que la fragmentación geoeconómica podría limitar el flujo de materias primas entre las regiones, lo que añadiría volatilidad a los precios. No obstante, este no es el escenario principal para las proyecciones macroeconómicas. La situación actual sugiere que en 2025, los precios seguirán moderándose. Y aunque una vez más la tasa será mayor en España que en la eurozona —donde será del 2%—, el FMI espera que el país cierre el año con una inflación del 2,4%.