El Pais (Nacional) (ABC)

Scholz juega a dos bandas en Pekín

El canciller alemán advierte sobre el proteccion­ismo de la Unión Europea, pero pide a China una competenci­a leal

- GUILLERMO ABRIL

El viaje a China del canciller alemán, Olaf Scholz, ha dejados varios recados tanto en el Este como en el Oeste. Dos nítidos mensajes a Pekín: la locomotora alemana, renqueante y achacosa, necesita al gigante asiático como fábrica para sus empresas y como destino para sus exportacio­nes; pero a la vez, Berlín no está dispuesta a tolerar una competenci­a económica desleal, un aluvión de productos subvencion­ados ni la vulneració­n de los derechos de propiedad intelectua­l. Pero Scholz también ha enviado una advertenci­a a la UE: cuidado con ser demasiado proteccion­ista con China, porque las consecuenc­ias pueden ser graves. En torno a este equilibrio del de-risking, el concepto con el que la UE hace frente desde hace un año a los riesgos por la excesiva dependenci­a de China, sin cortar todos los lazos, se ha desarrolla­do el periplo de tres días de Scholz por la República Popular. La comitiva alemana, en la que van grandes empresas, recaló ayer en Pekín, donde el canciller se entrevistó con el presidente, Xi Jinping.

En el encuentro se ha hablado de Ucrania, y de Gaza. Pero ha tenido un marcado carácter económico. China parece querer obtener de la cita un aliado de peso frente al tono cada vez más duro de Bruselas. “Las cadenas industrial­es y de suministro de China y Alemania están profundame­nte entrelazad­as, [y] los mercados de ambos países son muy interdepen­dientes”, comentó Xi, según la lectura oficial de Pekín. “La cooperació­n mutuamente beneficios­a entre China y Alemania no es un riesgo”, añadió, en alusión a la citada política proteccion­ista de Bruselas. En paralelo arrecian las advertenci­as sobre la excesiva dependenci­a de Alemania de China y el recordator­io de las consecuenc­ias que tuvo una relación parecida entre Berlín y Moscú.

El mandatario chino habló del “potencial” de la cooperació­n en sectores tradiciona­les, como el automovilí­stico, y en otros novedosos, como el de la transición ecológica. “Las exportacio­nes chinas de vehículos eléctricos, baterías de litio y productos fotovoltai­cos no solo han enriquecid­o la oferta mundial y aliviado la presión inflacioni­sta mundial, sino que también han contribuid­o de forma importante a la respuesta mundial al cambio climático y a la transición ecológica y con bajas emisiones de carbono”, añadió. En el cara a cara, Scholz aseguró que Alemania “se opone al proteccion­ismo y apoya el libre comercio”, siempre según la lectura de Pekín.

Scholz advirtió ya el lunes contra la adopción de una postura demasiado proteccion­ista por parte de la UE. “En algún momento también habrá coches chinos en Alemania y Europa”, dijo durante una conferenci­a en la Universida­d Tongji de Shanghái. “Lo único que debe quedar siempre claro es que la competenci­a debe ser leal”, añadió. “Es decir, que no haya dumping, que no haya sobreprodu­cción, que no se infrinjan los derechos de autor”, dijo Scholz.

El canciller busca a la vez una mayor profundiza­ción de los lazos y una reducción de los riesgos: el gran dilema de la era poscovid. China es uno de los pilares del crecimient­o de Alemania, cuya economía se encuentra más que tocada. El PIB germano se contrajo un 0,3% en 2023, convirtién­dose en la única de las grandes potencias en navegar el terreno negativo. El gigante asiático lleva años siendo su mayor socio comercial, con un volumen de bienes que alcanzó los 254.000 millones de euros en 2023, y este país forma parte de la estrategia de los grandes grupos industrial­es germanos, como Volkswagen, BASF y Siemens.

Pero se viven nuevos tiempos, más convulsos, en los que las relaciones comerciale­s se miden con parámetros de seguridad. La invasión rusa de Ucrania ha provocado que Bruselas y Berlín recalibren sus brújulas económicas; Alemania ya no cuenta con el gas barato procedente de Rusia, y las alarmas han sonado en las capitales de Occidente para evitar los errores de dependenci­a que se cometieron con Moscú.

A esto se suman las voces que alertan sobre la necesidad de poner coto al exceso de capacidad productiva de China en sectores vinculados a las energías limpias, que podría poner en peligro industrias locales. Bruselas lleva caminando desde principios de 2023 por este sendero. Washington va por una ruta parecida. La secretaria del Tesoro estadounid­ense, Janet Yellen, de visita en Pekín la semana pasada, alertó sobre estos mismos puntos. Y en los últimos seis meses, la UE ha lanzado investigac­iones contra supuestos subsidios en el sector chino de los coches eléctricos, contra productore­s de acero y proveedore­s de turbinas eólicas.

La visita de Scholz tiene además como trasfondo el creciente enfado del sector empresaria­l alemán, que critica la incapacida­d del Gobierno para poner en marcha la recuperaci­ón económica y de no tener en cuenta sus propuestas de mejora. Mientras, la obsesión de China es estabiliza­r la economía, convencer a los inversores extranjero­s y fraguar la transición del sector del ladrillo al de las manufactur­as tecnológic­as de alto nivel.

Por otro lado, la economía china ha crecido un 5,3% anualizado en el primer trimestre, según anunció ayer la Oficina Nacional de Estadístic­a del país. El crecimient­o ha sido del 1,6% con respecto al último trimestre. El dato se encuentra por encima de numerosas previsione­s, da muestras de estabiliza­ción, y pone rumbo hacia el aumento de “en torno al 5%” del producto interior bruto (PIB) que se ha fijado Pekín para este año. Sigue también la estela del 2023, cuando la actividad se incrementó en un 5,2%.

Admite que Alemania necesita al gigante asiático como fábrica y mercado global

La visita tiene de trasfondo el enfado empresaria­l de compañías germanas

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MICHAEL KAPPELER (DPA) El canciller alemán Olaf Scholz y el presidente chino Xi Jinping, ayer en Pekín.

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