Scholz juega a dos bandas en Pekín
El canciller alemán advierte sobre el proteccionismo de la Unión Europea, pero pide a China una competencia leal
El viaje a China del canciller alemán, Olaf Scholz, ha dejados varios recados tanto en el Este como en el Oeste. Dos nítidos mensajes a Pekín: la locomotora alemana, renqueante y achacosa, necesita al gigante asiático como fábrica para sus empresas y como destino para sus exportaciones; pero a la vez, Berlín no está dispuesta a tolerar una competencia económica desleal, un aluvión de productos subvencionados ni la vulneración de los derechos de propiedad intelectual. Pero Scholz también ha enviado una advertencia a la UE: cuidado con ser demasiado proteccionista con China, porque las consecuencias pueden ser graves. En torno a este equilibrio del de-risking, el concepto con el que la UE hace frente desde hace un año a los riesgos por la excesiva dependencia de China, sin cortar todos los lazos, se ha desarrollado el periplo de tres días de Scholz por la República Popular. La comitiva alemana, en la que van grandes empresas, recaló ayer en Pekín, donde el canciller se entrevistó con el presidente, Xi Jinping.
En el encuentro se ha hablado de Ucrania, y de Gaza. Pero ha tenido un marcado carácter económico. China parece querer obtener de la cita un aliado de peso frente al tono cada vez más duro de Bruselas. “Las cadenas industriales y de suministro de China y Alemania están profundamente entrelazadas, [y] los mercados de ambos países son muy interdependientes”, comentó Xi, según la lectura oficial de Pekín. “La cooperación mutuamente beneficiosa entre China y Alemania no es un riesgo”, añadió, en alusión a la citada política proteccionista de Bruselas. En paralelo arrecian las advertencias sobre la excesiva dependencia de Alemania de China y el recordatorio de las consecuencias que tuvo una relación parecida entre Berlín y Moscú.
El mandatario chino habló del “potencial” de la cooperación en sectores tradicionales, como el automovilístico, y en otros novedosos, como el de la transición ecológica. “Las exportaciones chinas de vehículos eléctricos, baterías de litio y productos fotovoltaicos no solo han enriquecido la oferta mundial y aliviado la presión inflacionista mundial, sino que también han contribuido de forma importante a la respuesta mundial al cambio climático y a la transición ecológica y con bajas emisiones de carbono”, añadió. En el cara a cara, Scholz aseguró que Alemania “se opone al proteccionismo y apoya el libre comercio”, siempre según la lectura de Pekín.
Scholz advirtió ya el lunes contra la adopción de una postura demasiado proteccionista por parte de la UE. “En algún momento también habrá coches chinos en Alemania y Europa”, dijo durante una conferencia en la Universidad Tongji de Shanghái. “Lo único que debe quedar siempre claro es que la competencia debe ser leal”, añadió. “Es decir, que no haya dumping, que no haya sobreproducción, que no se infrinjan los derechos de autor”, dijo Scholz.
El canciller busca a la vez una mayor profundización de los lazos y una reducción de los riesgos: el gran dilema de la era poscovid. China es uno de los pilares del crecimiento de Alemania, cuya economía se encuentra más que tocada. El PIB germano se contrajo un 0,3% en 2023, convirtiéndose en la única de las grandes potencias en navegar el terreno negativo. El gigante asiático lleva años siendo su mayor socio comercial, con un volumen de bienes que alcanzó los 254.000 millones de euros en 2023, y este país forma parte de la estrategia de los grandes grupos industriales germanos, como Volkswagen, BASF y Siemens.
Pero se viven nuevos tiempos, más convulsos, en los que las relaciones comerciales se miden con parámetros de seguridad. La invasión rusa de Ucrania ha provocado que Bruselas y Berlín recalibren sus brújulas económicas; Alemania ya no cuenta con el gas barato procedente de Rusia, y las alarmas han sonado en las capitales de Occidente para evitar los errores de dependencia que se cometieron con Moscú.
A esto se suman las voces que alertan sobre la necesidad de poner coto al exceso de capacidad productiva de China en sectores vinculados a las energías limpias, que podría poner en peligro industrias locales. Bruselas lleva caminando desde principios de 2023 por este sendero. Washington va por una ruta parecida. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, de visita en Pekín la semana pasada, alertó sobre estos mismos puntos. Y en los últimos seis meses, la UE ha lanzado investigaciones contra supuestos subsidios en el sector chino de los coches eléctricos, contra productores de acero y proveedores de turbinas eólicas.
La visita de Scholz tiene además como trasfondo el creciente enfado del sector empresarial alemán, que critica la incapacidad del Gobierno para poner en marcha la recuperación económica y de no tener en cuenta sus propuestas de mejora. Mientras, la obsesión de China es estabilizar la economía, convencer a los inversores extranjeros y fraguar la transición del sector del ladrillo al de las manufacturas tecnológicas de alto nivel.
Por otro lado, la economía china ha crecido un 5,3% anualizado en el primer trimestre, según anunció ayer la Oficina Nacional de Estadística del país. El crecimiento ha sido del 1,6% con respecto al último trimestre. El dato se encuentra por encima de numerosas previsiones, da muestras de estabilización, y pone rumbo hacia el aumento de “en torno al 5%” del producto interior bruto (PIB) que se ha fijado Pekín para este año. Sigue también la estela del 2023, cuando la actividad se incrementó en un 5,2%.
Admite que Alemania necesita al gigante asiático como fábrica y mercado global
La visita tiene de trasfondo el enfado empresarial de compañías germanas