La roja de Araujo abre el camino al Dembélé más intratable
El 10 del PSG se corona como el protagonista de la eliminatoria ante el Barcelona
El exilio a Montjuïc unió al vestuario del Barcelona. Al menos, así lo entienden los líderes de la plantilla azulgrana. Como el Camp Nou está en obras, ahora los jugadores dejan sus coches en la Ciudad Deportiva y desde allí, todos juntos y en autocar, viajan al Estadio Olímpico, mientras que antes cada uno llegaba en solitario al campo de Les Corts. Ningún traslado, en cualquier caso, fue tan especial, sobre todo emotivo, para los azulgrana como el de la previa del duelo ante el PSG en la vuelta de los cuartos de final de la Champions League. A la comunión interna del equipo se le se sumó la externa de la afición, una fiesta de bengalas rojas y azules cubrió el autobús del Barça y hasta nubló la vista de algunos energúmenos despistados que confundieron el autocar de los muchachos de Xavi con el de Luis Enrique. Lanzaron objetos. “¿Miedo?”, dijo un miembro de la expedición azulgrana; “No. No nos dimos cuenta. Flipábamos con el ambiente”. La alegría de la hinchada azulgrana —“Ya es un éxito volver a ver a los culés emocionados”, aseguraba Xavi antes de recibir al PSG— se certificó con la asistencia, 50.309 espectadores, la mejor de la campaña. El problema fue que la afición entró en una mezcla de sentimientos, algunos habituales —“Puta PSG”—, otros insólitos —“Vinicius, muérete”—, también estuvieron los vengativos —“Dembélé, Judas”—. El nombre del exdelantero del Barcelona volvió a tomar el protagonismo en la eliminatoria. Lo tuvo en el partido en el Parque de los Príncipes cuando marcó, también en Montjuïc. Primero en la rueda de prensa cuando Xavi aseguró que no le guardaba rencor, después en las gradas, pitado en cada acción, finalmente en el césped. Dembélé se olvidó de las lesiones en París y, como pocas veces, se acordó de jugar al fútbol. “Sabía que en algún momento iba a jugar en el PSG”, aseguró cuando dejó el Barça el último verano. No sabía que el fútbol le tenía preparado un destino macabro demasiado pronto: el Barça de Xavi en los cuartos de final de la Champions. Pero el francés vive ajeno al ambiente. Todo lo contrario le pasó a Araujo, que se expuso a la expulsión en su intento de frenar a Barcola. Se llevó la roja. Según el uruguayo, injusta. Y así lo dejó claro al abandonar el campo: hizo el gesto del robo con la mano.
La expulsión de Araujo abrió más espacios en el campo. Un caramelo para la velocidad de Dembélé, siempre activo, siempre indescifrable para Cancelo. La impasibilidad del francés ante los insultos aumenta su fútbol, al tiempo que agudizaba los nervios en el Barça, simbolizados en otra roja, esta vez para Xavi. En el momento más crítico del partido, el equipo azulgrana se quedaba sin su entrenador. Para el colmo azulgrana, apareció Mbappé. El 7, que parece tener su futuro ligado al Santiago Bernabéu, marcó el tercer y el cuarto gol del encuentro. El PSG, entonces, durmió el duelo. El camino a la semifinal ya lo había agitado Dembélé.
“Sabía que en algún momento iba a jugar en el PSG”, comentó el expunta del Barça
Xavi Hernández terminó expulsado en el momento más crítico del partido