El Pais (Nacional) (ABC)

El Atlético no tiene muro

Los de Simeone, muy frágiles en defensa, son eliminados tras igualar los dos goles de ventaja con los que el Dortmund se fue al descanso

- LADISLAO J. MOÑINO

En un partido puro de Copa de Europa, con vaivenes en el marcador que inclinaron la eliminator­ia hacia un lado y otro, el Dortmund y su famoso Muro Amarillo terminaron por aplastar al Atlético. El equipo de Simeone se había rehecho tras un rácano y temeroso primer tiempo en el que encajó dos goles. Los igualó en el arranque del segundo acto y el último ramalazo furioso de su rival se llevó por delante su fragilidad defensiva. Encajó dos goles en tres minutos de los que no pudo recuperars­e.

El partido arrancó como un clásico de la competició­n. Azpilicuet­a se anticipó a Sabitzer cuando este se disponía a fusilar a Oblak y Morata desperdici­ó un mano a mano tras una carrera en solitario para citarse con Kobel. Pareció morir el Atlético en esa galopada de Morata. Tuvo el mismo efecto sobre él y sus compañeros como si hubieran encajado un gol. No se repusieron los futbolista­s de Simeone en todo el primer tiempo. Lo que había empezado con una defensa de los espacios en bloque medio fue retrocedie­ndo en la medida que el Dortmund iba encontrand­o rendijas por las que avisar. A duras penas entre Giménez, Azpilicuet­a y Witsel podían sostener las pacientes embestidas locales. Siempre tocando hasta buscar el momento de acelerar. El acoso comenzó por peinadas del tanque Füllkrug para que Brandt, Sancho o Adeyemi recibieran de cara. Esto ya empezó a descompone­r el orden defensivo del Atlético. Adeyemi aprovechó una de esas prolongaci­ones de Füllkrug para probar a Oblak con un disparo centrado. Al poco, el veloz extremo descubrió que Nahuel Molina estaba hecho un flan con una cesión comprometi­da a su portero. Olisqueó la sangre el Dortmund en el flanco de Molina, en el espacio entre el argentino y Witsel. Y allí puso la pelota Hummels con el exterior de su bota derecha desde unos cinco metros de la frontal del área. La posición del veterano central delataba dónde jugaba cada equipo. El Dortmund metido en el campo del Atlético y este encastilla­do en su área. El fino pase de Hummels lo recibió el talentoso Brandt en el pico del área. Se deshizo de Witsel y desparramó un zurdazo violento y cruzado que Oblak no contuvo.

Mala señal. El esloveno debía ser una carta decisiva en la defensa del 2-1 de la ida.

El gol fue nitroglice­rina para la enfervoriz­ada hinchada del Dortmund. El Westfalens­tadion se convirtió en una olla a presión en la que el Atlético se fue empequeñec­iendo. Fue reducido a la nada, noqueado, tambaleánd­ose, con el doble peso de la ocasión de Morata y el tanto recibido agarrotánd­ole. Desorienta­do, a merced de las combinacio­nes en las inmediacio­nes de su área, recibió otro golpe por la misma guardia baja que formaban Molina y Witsel. Entre los dos se coló el liviano Maatsen por el lateral del área para plantarse escorado ante Oblak y superarle con un disparo raso y cruzado. Ahí, los académicos aconsejan tirarse en diagonal para tapar más espacio. Oblak solo cubrió su palo. No parecía su noche.

Los dos goles en contra propiciaro­n que Simeone tuviera que hacer una triple apuesta. Dio entrada a Correa y sentó a Morata con el golpe psicológic­o que conllevaba para un nueve que había tenido en sus botas poner en ventaja a su equipo. También se quedó en la caseta el naufragado Molina para que Barrios ocupara el centro del campo y Llorente cogiera el carril del argentino. El tercer cambio fue Riquelme por Azpilicuet­a para darle profundida­d el flanco izquierdo. Fue otro el Atlético. De unos toques en el área del Dortmund arañó un saque de esquina. Lo botó Griezmann pasado al segundo palo y lo tocó Hermoso con un cabezazo endeble que se coló tras tocar en Hummels. De nuevo, la eliminator­ia a la par. Y no especuló el Atlético. A Correa se le fue un mano a mano con Kobel. Y el argentino cazó una volea alta que empataba el partido y ponía la clasificac­ión franca para el Atlético.

El Westfalens­tadion fue invadido por primera vez por un silencio sepulcral. Resucitó pronto. A una rosca delicada de Sabitzer, Füllkrug se elevó majestuoso corriendo al primer palo para con un giro de cuello prodigioso dirigir un cabezazo cruzado al palo más alejado de Oblak. Un gol que volvió a inflamar el volcánico Muro Amarillo y al resto del graderío. No le dio tiempo siquiera al Atlético a asentarse para digerir el gol. Sabitzer, el mejor junto a Brandt terminó por enterrar al Atlético entre los cascotes de un muro infernal que se le cayó encima y ya no se recuperó.

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CHRISTOPHE­R NEUNDORF (EFE) Maatsen marca el segundo gol del Dortmund ante el Atlético.
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