El Pais (Nacional) (ABC)

Del Marbella al City, la epopeya de Lunin

El ucranio solo había pasado por otra tanda en España, ante el equipo andaluz en Copa en 2020

- LORENZO CALONGE

De Andriy Lunin apenas se supieron cosas durante varias temporadas más allá de su carácter impasible y su silencio eterno. Pero se le daban bien los penaltis. Eso sí que se sabía. Los dos primeros que le habían tirado en España los había parado: a Bebé, del Rayo, en Copa en 2018, y a Saúl, del Atlético, en Liga en 2019. Estaba cedido en el Leganés, uno de esos sitios por los que pasó mientras crecía la desconfian­za a su alrededor.

Y de ahí, desde los once metros, la única habilidad que el gran público conoció durante mucho tiempo, el ucranio se coronó. No se comió el engaño de Bernardo Silva, se quedó en el medio y la atrapó. Y en el siguiente turno, el tercero, se la cazó a Kovacic, a su derecha.

Su crecida en el Madrid había comenzado con una pena máxima detenida a Álvaro Djaló, del Braga. Esa noche de noviembre, Kepa, insustitui­ble entonces, se lesionó en el calentamie­nto, salió y paró ese penalti. Desde entonces, ya nada le frenó. Falló en el 0-1 de la ida, pero resistió bien el asedio del City en Mánchester y subió al cielo en la tanda.

Solo había pasado por una tanda en España, contra el Marbella en Copa, en 2020, cuando estaba a préstamo en el Valladolid, otro sitio de paso. De Marbella a Mánchester para encumbrars­e.

Los penaltis se habían convertido en un martirio para el Madrid este curso. Había lanzado siete desde pretempora­da y había errado cinco. Falló Modric el primero, se había quedado sin Vinicius ni Rodrygo y tuvieron que tirar casi todos los defensas. Hasta Nacho, al que no se le recuerda un lanzamient­o desde los 11 metros. Y Rüdiger para cerrar una noche agónica en la que el Madrid estuvo colgado casi 120 minutos del alemán, una buena defensa del área y gente como Valverde.

“Vamos, Fede, corre, entra”, gritaban desde el banquillo del Madrid al poco de iniciarse la noche. Pero Valverde mantuvo su posición, no se animó a dar dos pasos hacia adelante como le reclamaban. Tampoco les escuchó. Dos minutos más tarde, todo fue diferente. Bellingham recogió un patadón al aire de Carvajal y ahí sí apareció el uruguayo. Había más campo abierto y no lo desaprovec­hó para subir líneas. Fue el origen del 0-1. El charrúa se la entregó a Vinicius y el resto lo produjeron entre el brasileño y su compatriot­a Rodrygo, de nuevo con las posiciones cambiadas: el primero por el centro y el segundo por la izquierda.

Gol y a resistir. El partido del Madrid se abocó desde muy temprano a agonizar, correr y cerrar el área. El escenario perfecto para tipos como Fede Valverde, el hombre que corre por todos, capaz de abarcar todo el campo. Como ya amagó en esa acción en la que subió un escalón más en el campo, su velada estuvo más en el barro de la batalla que en buscar ganar metros hacia el ataque. Tapar, replegar, ayudar, correr, socorrer, sudar y más sudar hacia atrás. El Madrid rascó un córner en la prórroga, casi un milagro, y se quedó cerrando junto a Mendy. Reflejo de la resistenci­a cholista del Madrid.

Una hora y media antes del choque, en los exteriores del Etihad se organizó un trivial gigante. ¿Cuántos partidos lleva imbatido el City en Champions? Acertaron 92 personas. Eran 22. Y ahí se quedó. Al final, gracias a Lunin.

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DAVE SHOPLAND (AP) Rüdiger celebra su decisivo gol de penalti.

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