El Pais (Nacional) (ABC)

El Bayern impone su ley a un triste Arsenal

Kimmich culmina una actuación conservado­ra ante el equipo de Arteta

- DIEGO TORRES

La cabalgata del Arsenal de Mikel Arteta se extinguió contra el muro de Kimmich, De Ligt, Upamecano, Dier y De Ligt, probableme­nte la mejor reunión de defensas del mundo, acompañado­s por un Musiala descomunal. El Arsenal no estuvo a la altura de su reputación. El Bayern hizo lo que caracteriz­ó su historia. Competir con rigor y elevarse en las situacione­s límite. Pasó a la semifinal con todas las de la ley.

El Arsenal abordó el partido con dudas y el Bayern se aferró al libreto de la fortificac­ión que con tanta devoción maneja Tuchel. En apariencia, dominaba el equipo visitante. La realidad fue que el Bayern se encontró cómodo en el atasco frente a un adversario excesivame­nte dependient­e de Odegaard para lanzar las jugadas hacia el peligro. Con el paso de los minutos crecieron los gigantes defensivos de ambos bandos: De Ligt, Laimer, Jorginho, Rice, Magalhaes. Todas las vías hacia el gol quedaron bloqueadas.

El Arsenal no superó la contradicc­ión entre la necesidad de protegerse mientras atacaba, y acabó por jugar con menos convicción en el pase que en las transicion­es defensivas.

El doble pivote Jorginho-Rice, espléndido en sus integrante­s, duplicó funciones y frenó la circulació­n, aunque no tanto como la presencia de Havertz en la punta del ataque. El espigado jugador alemán, la apuesta más resuelta de Arteta en todas las instancias del club, sirvió para descolgar balones pero se mostró inconstant­e en las asociacion­es que son la antesala imprescind­ible para alcanzar el remate ante una de las defensas más impenetrab­es. El Bayern es una fortaleza y quien la asedie debe tocar mucho y muy bien. Las desaparici­ones de Havertz, unidas a las dificultad­es que encontró Odegaard para escabullir­se de la supervisió­n de Laimer y Goretzka, crearon problemas irresolubl­es. Saka pareció rendido en el extremo derecha y solo Martinelli se mostró confiado. El brasileño sembró el desconcier­to en el flanco que defendía Kimmich y gracias a Odegaard tuvo un remate desde el punto de penalti que se le marchó fuera por un palmo.

El Arsenal vivió a contramano, alarmado ante cada contragolp­e del Bayern. Por la derecha, el equipo bávaro amenazó con Sané. Por la izquierda, Tuchel tuvo el tino de insertar a Guerreiro como interior, eslabón entre Kane y Musiala en innumerabl­es acciones. El joven Musiala se fue imponiendo como el factor más desequilib­rante en la cancha. Si el Arsenal no logró superar la presión del Bayern, Musiala salvó las resistenci­a de Jorginho y comenzó a desplazars­e en apoyos y en conduccion­es que le llevaron por todos los rincones del campo. Raya le sacó un tiro en la primera parte y avanzada la segunda provocó el desorden que desembocó en el pase de Guerreiro y el cabezazo con el que Kimmich abrió el marcador.

Empecinado hasta el inexorable final, Arteta mantuvo a Havertz en el campo. Tuchel inyectó hormigón: Kim por Mazraoui y Upamecano por Sané. Hasta cuatro centrales se interpusie­ron entre el gol y la vacilante contribuci­ón del Arsenal, tan inconsiste­nte contra el Bayern en cuartos como contra el Oporto en octavos, eliminado con justicia en Múnich.

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