Caitlin Clark cobrará el 0,7% del sueldo de su equivalente masculino
Polémica en EE UU por el salario de la número uno del ‘draft’ de la Liga de baloncesto, infinitamente inferior al de Wembanyama
Caitlin Clark, la estrella del baloncesto universitario femenino, fue elegida el lunes la número uno del draft. Indiana Fever, su nuevo equipo, ha agotado ya las entradas de toda la temporada un mes antes del salto inicial. La jugadora está llamada a revolucionar la WNBA, la Liga profesional femenina. Su llegada ha levantado una expectación comparable a la del francés Victor Wembanyama hace un año. Pero mientras que Wembanyama ha tenido en su primer año un sueldo de 12 millones de dólares (unos 11,3 millones de euros), Clark tendrá un salario base de solo 76.500 dólares. Hasta el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está escandalizado.
“Las mujeres en el deporte siguen superando límites y nos inspiran a todos. Pero ahora vemos que, aunque sean las mejores, no se les paga lo que les corresponde”, tuiteó Biden desde su cuenta oficial. “Es hora de que demos a nuestras hijas las mismas oportunidades que a nuestros hijos y nos aseguremos de que las mujeres cobran lo que se merecen”, añadió.
El convenio colectivo de la WNBA establece el salario base para las jugadoras que se incorporan a la Liga. Para las cuatro primeras seleccionadas en el draft, las mejores de su promoción, el sueldo es de 76.535 dólares el primer año. En cambio, el acuerdo de la Liga masculina de baloncesto establece para la próxima temporada un sueldo base para el primer elegido en el draft de 10.504.800 dólares. Es decir, el sueldo de la estrella femenina será el 0,7% del de su homólogo masculino.
Es cierto que la nueva jugadora de Indiana puede aumentar su retribución si se convierte en embajadora de la WNBA, por lo que podría cobrar 250.000 dólares adicionales. En premios y acuerdos de marketing con su propio equipo podría sumar 100.000 dólares más. Aun así, la diferencia sigue siendo enorme.
“Estas señoras se merecen mucho más... Rezando por que llegue el día”, tuiteó Russell Wilson, el quarterback de los Pittsburgh Steelers, equipo de la NFL, la Liga de fútbol americano. “Esto es escandaloso”, escribió la actriz Jamie Lee Curtis. Al trascender el salario de Clark, las redes sociales se llenaron de mensajes de indignación.
En el deporte universitario hay normas para mantener la igualdad entre sexos y en algunos deportes, como el fútbol, las jugadoras han conquistado la igualdad salarial en las selecciones nacionales. En el deporte profesional, sin embargo, cada competición impone sus reglas. Clark llega a una Liga de 12 equipos cuyos derechos de retransmisión generan unos 60 millones de dólares anuales. La NBA,
“A las mujeres no se les paga lo que les corresponde”, se lamentó Joe Biden
convertida en una competición global, tiene 30 equipos y genera más de 2.500 millones al año en derechos televisivos, además de otros ingresos por taquilla, patrocinios y otros productos.
Sin embargo, los tradicionales argumentos sobre el negocio que generan la competición masculina y la femenina se resquebrajan en el caso de Caitlin Clark. La final del campeonato universitario (la NCAA) del 7 de abril pulverizó los récords de audiencia del baloncesto femenino. Tuvo una media de 18,9 millones de televidentes, con picos de 24 millones, casi el cuádruple que la final de hace dos años, antes de que estallara el fenómeno Caitlin Clark.
No solo superó los 14,8 millones de la final masculina, sino que fue el partido de baloncesto más visto en EE UU de los últimos cinco años, por encima incluso de las finales de la NBA (y, por supuesto, de cualquier partido de Wembanyama). Y se convirtió en el segundo evento deportivo femenino más visto de la historia en Estados Unidos, excluyendo los Juegos Olímpicos.